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Aunque traicionado y vendido como esclavo, José, el hijo del Profeta Jacob, se instaló en una de las poderosas casas de Egipto. Su amo, Aziz, Primer Ministro de Egipto, se comprometió a tratar a José con amabilidad, y José, que estaba agradecido por la relativa seguridad, respondió que sería leal a su nuevo amo. Agradeció a Dios por mejorar su situación y ponerlo en un lugar desprovisto de maltrato y abuso. José pasó de la posición de hijo predilecto a las oscuras profundidades del pozo, de los grilletes de hierro a una posición de comodidad. La vida de José se retorcía y giraba, pero la casa de Al Aziz fue donde él pasó a la edad adulta.





Los eruditos del Islam han estimado que José tenía alrededor de 14 años cuando fue traicionado por sus hermanos. El Imam Ibn Kazir, uno de los más respetados eruditos del Corán, explicó en su trabajo Historias de los Profetas, que José fue muy probablemente el asistente personal de la esposa de Al Aziz. Ibn Kazir describe a José como obediente, educado y muy bien parecido. El Profeta Muhammad también describió a José y lo llamó “la encarnación de la mitad de toda la belleza”[1]. En tanto José crecía, Dios le otorgó sabiduría y buen juicio, y el Primer Ministro Al Aziz reconoció estas cualidades en su sirviente leal, y por ello lo puso a cargo de todos los asuntos domésticos. Todo el que lo conocía, incluyendo a la esposa de Al Aziz, reconocía la belleza, honestidad y nobleza de José. Ella vio crecer a José y convertirse en un hombre apuesto, y se sintió cada vez más atraída hacia él a medida que pasaban los días.





La prueba





“Y la señora de la casa en la cual estaba [la esposa del administrador] se sintió atraída por él, y cerrando las puertas exclamó: ¡Ven aquí!” (Corán 12:23)





La hermosa esposa de Al Aziz cerró las puertas e intentó seducir al esclavo José, pero él se resistió a sus insinuaciones y buscó refugio en Dios. Buscó la ayuda de Dios. José le dijo a ella que no traicionaría a su marido. Dijo José: “Él ha sido bueno conmigo y me ha tratado con respeto”. José sabía que aquellos que cometen actos malvados no tendrán éxito. La esposa de Al Aziz tenía un deseo maligno y trató de actuar en consecuencia, sin embargo José resistió la tentación e intentó escapar. El Profeta Muhammad nos dice que si uno tiene la intención de cometer un mal y lleva a cabo ese acto, Dios se lo registra como una mala acción. Sin embargo, si uno piensa en cometer el mal pero no lo lleva a cabo, Dios escribirá a favor de uno un acto bueno[2].





José quitó de su mente toda idea de acostarse con la esposa de su amo, buscó refugio en Dios e intentó escapar de esa situación complicada. Quizás José había estado resistiendo sus insinuaciones durante años. Una mujer rica y hermosa, de las esferas más altas de la sociedad egipcia no se rebajaría de inmediato a ese comportamiento. Su belleza, estatus y riqueza significarían que la mayoría de los hombres o muchachos sucumbirían con facilidad a sus deseos. José, sin embargo, no era un hombre ordinario, y cuando buscó afanosamente la ayuda de Dios, Él lo rescató.





“Y ella intentó seducirlo pero él se negó, y bien sabía que se trataba de una prueba de su Señor. Por cierto que lo preservamos del mal y la obscenidad, porque era uno de los siervos elegidos”. (Corán 12:24)





José es uno de los líderes de aquellos que estarán a la sombra de Dios en el Día del Juicio. El Profeta Muhammad explicó que el calor del Día del Juicio será feroz, y la gente se mezclará con miedo mientras esperan ser juzgados por Dios. Habrá, sin embargo, ciertas categorías de personas a la sombra de aquel calor brutal. Una de ellas es la de quienes resistieron las tentaciones de una mujer bella y deseable, buscando refugio en Dios[3].





La negativa de José sólo aumentó la pasión de ella. Él trató de huir y ambos corrieron hacia la puerta. La esposa de Al Aziz alcanzó a José por la camisa y se la arrancó de la espalda. En ese momento se abrió la puerta y su esposo entró. De inmediato, sin vacilar ni por un segundo, la esposa de Al Aziz intentó voltear la situación a su favor. Le lloró a su esposo y le dijo: “¿Acaso la pena para quien pretenda hacer un daño a tu familia no es sino que lo encarcelen, o que reciba un castigo doloroso?” Su acusación era una mentira evidente; sin embargo, la pronunció con facilidad y sugirió que José fuera puesto en prisión. José intentó defenderse y dijo: “Ella intentó seducirme” (Corán 12:25-26). Uno de los familiares de ellos apareció de repente y ofreció una manera de resolver este dilema. Dijo:





“Y entonces un miembro de la familia de ella planteó que si su camisa estaba rasgada por delante, ella habría dicho la verdad y él sería quien mintiese. Y si su camisa estaba rasgada por detrás, entonces ella mentía y él decía la verdad”. (Corán 12:26-27)





Si su camisa estaba desgarrada por la espalda, como en efecto estaba, significaba que él había tratado de escapar y que ella había corrido tras él, rompiendo la camisa por su espalda. La prueba era irrefutable. El Primer Ministro, aunque visiblemente molesto, estaba más preocupado por ocultar este asunto. No quería que su buen nombre y su posición fueran manchados por un escándalo. Pidió a José que guardara silencio sobre la situación y dijo a su esposa que pidiera perdón a Dios. Esto debería haber sido el fin de la cuestión, pero como es común en las sociedades más ricas, la gente tiene un montón de tiempo libre. Muchas horas son desperdiciadas en comidas y chismes sobre los asuntos de los amigos, vecinos y familiares.





Las mujeres





Las mujeres de la ciudad comenzaron a hablar acerca de la esposa de Al Aziz y de su enamoramiento de su esclavo José. Los rumores se extendían y las mujeres se preguntaban cómo ella podía desear a un esclavo y poner así su reputación en peligro. La esposa de Al Aziz ideó la forma de enseñarles a estas mujeres una lección y mostrarles qué tan hermoso y deseable era José. Las invitó a almorzar con ella, puso frente a ellas una hermosa mesa y les entregó cuchillos para cortar la comida. La habitación estaba probablemente llena de miradas tensas y silenciosas mientras las mujeres esperaban darle un vistazo a este esclavo, y además se consideraban a sí mismas mejores que la esposa de Al Aziz. Las mujeres comenzaron a comer, y en ese momento José entró a la habitación. Ellas levantaron sus miradas, vieron su belleza y olvidaron que tenían cuchillos en sus manos. Las mujeres estaban tan fascinadas por su figura que se cortaron los dedos. Describieron a José como un ángel noble. La esposa de Al Aziz, confiada y arrogante, dijo a sus invitadas:





“Éste es aquel por quien me censurabais, y ciertamente quise seducirlo y se resistió. Y si no hace lo que le ordeno, será encarcelado y humillado”. (Corán 12:32)





¿Qué iba a ser de José? Una vez más, con total humildad, él se volvió a Dios diciendo que era preferible ir a prisión que sucumbir a los deseos de la mujer. Por lo tanto, su Señor respondió a su invocación.





La historia de José es un ejemplo de paciencia ante la adversidad. A lo largo de su vida, hasta ese momento, José enfrentó pruebas y tribulaciones con plena confianza en Dios. Sin embargo, una vez más, estaba en una situación difícil en extremo. Fue forzado de nuevo a defenderse de las malas intenciones de la esposa de Al Aziz, esta vez frente a sus camaradas. José clamó a Dios por ayuda. Dijo:





“¡Oh, Señor mío! Prefiero la cárcel en vez de aquello a lo que me incitan; y si no apartas de mí sus maquinaciones podría ceder a ellas y me contaría entre los ignorantes”. (Corán 12:33)





José creía que ir a prisión era preferible a vivir en la casa de Al Aziz. El ambiente estaba lleno de lujuria y codicia, y de seducción y belleza ilegítimas, quizás de manera similar a muchas sociedades actuales. Él creía que la prisión sería mejor que sucumbir a la fitnah[1] que lo rodeaba. Dios respondió a la súplica de José y lo rescató.





“Y su Señor le respondió su súplica y apartó de él sus artimañas; ciertamente Él es Omnioyente, Omnisciente. Les pareció bien a ellos [al administrador y sus consejeros] luego de ver las pruebas [que indicaban su inocencia], encarcelarlo por un tiempo [hasta que la gente se olvidase del asunto]”. (Corán 12:34-35)





Aunque estaba convencido de la inocencia de José, Al Aziz, Primer Ministro de Egipto, puso a José en prisión. Él no podía ver otra forma de salvaguardar la reputación de su nombre y posición.





José en prisión





Encarcelados con José estaban dos hombres que reconocieron su piedad y rectitud. Ambos habían estado plagados por sueños vívidos, y ahora tenían la esperanza de que José fuera capaz de interpretarles sus sueños. Un hombre vio en un sueño que estaba produciendo vino, el otro vio en un sueño que los pájaros comían pan de su cabeza. José les dijo: “Voy a informarles el significado de estos sueños antes que su próxima comida les sea servida”.





“Antes de que os traigan la comida ya os habré dado su interpretación. Esto [la interpretación de los sueños] es lo que mi Señor me enseñó; por cierto que yo no sigo la religión de un pueblo que no cree en Allah ni en la otra vida. Y sigo la religión de mis padres, Abraham, Isaac y Jacob, y no asociamos ningún copartícipe a Allah. Esto es una gracia de Allah para nosotros y para todo aquel que siga la guía, pero la mayoría de los hombres no lo agradecen”. (Corán 12:37-38)





Nótese el comportamiento de José. Cuando le preguntan acerca de los sueños, de inmediato les recuerda que es Dios quien provee su sustento, así como su propio conocimiento de la interpretación de los sueños. José es muy cuidadoso en diferenciar entre lo que proviene de Dios y lo que viene de sí mismo. Él deja en claro su religión. No cree en la religión que es practicada en su entorno, sino que cree en la religión verdadera, que incluye la creencia en el Más Allá. José asegura que su familia, la familia de Abraham, mantiene el conocimiento de la Unidad y Unicidad de Dios, y que su religión y su familia no Le atribuyen copartícipes a Dios. Aunque el pueblo de Egipto sabía acerca de Dios, ellos decidieron adorar a otras deidades como asociados o intercesores.





Después de informarles a sus compañeros que los dioses falsos no tienen fundamento, y de explicarles la Omnipotencia de Dios, José interpreta los sueños. Dice que uno de ellos se convertirá en un colaborador estrecho del rey, y que el otro será crucificado y los pájaros comerán de su cabeza.





“¡Oh, mis dos compañeros de cárcel! Uno de vosotros escanciará el vino al rey; y en cuanto al otro, será crucificado y los pájaros comerán de su cabeza. Así sucederá [por designio divino] de acuerdo a la interpretación que me consultasteis”. (Corán 12:41)





José se acercó al compañero que estaba destinado a ser cercano al rey y le dijo: “Por favor, recuérdame ante tu rey”. Esperaba que el rey revisara su caso, viera su opresión y lo liberara. Sin embargo, los susurros y el subterfugio de Satanás lograron que el compañero olvidara mencionar a José y, en consecuencia, él siguió en prisión por algunos años más. Los eruditos del Islam sostienen dos opiniones diferentes respecto a la naturaleza de este olvido. Ibn Kazir dice que el compañero olvidó mencionar a José, mientras que otros eruditos se enfocan en la posibilidad de que José hubiera olvidado buscar la ayuda de Dios, y por ello el compañero olvidó mencionarlo. En cualquier caso, José permaneció en prisión y continuó confiando en Dios con paciencia y fortaleza.





El sueño del Rey





El rey soñó que estaba de pie a orillas del Nilo viendo siete vacas gordas que salían del río seguidas por siete vacas flacas. Las siete vacas flacas devoraron a las gordas. Después, el sueño cambió y vio siete espigas verdes de cereales creciendo a orillas del Nilo. Estas desaparecieron en el lodo y en su lugar crecieron siete espigas secas. El rey se despertó conmocionado y asustado, e hizo llamar a sus brujos, sacerdotes y ministros. Ellos no pudieron interpretar el sueño y llegaron a la conclusión unánime de que se había tratado de una pesadilla. El compañero de prisión de José se enteró del sueño y recordó a José. Con el permiso del rey, corrió a la prisión y pidió a José que interpretara el sueño.





“Dijo [José]: Sembraréis siete años como de costumbre, y lo que cosechéis dejadlo en las espigas [para conservarlo] excepto una parte, de la que comeréis. Luego de esto, se sucederán siete años de sequía en los que comeréis lo que hayáis acopiado para ellos, salvo una parte de lo que reservasteis [para volver a sembrar]. Luego vendrá un año en que la gente será agraciada con la lluvia, y en él prensarán [las uvas y las aceitunas]’”. (Corán 12:47-49)





El rey quedó atónito con esta interpretación, pues José no sólo le dio su significado sino que también le recomendó un curso de acción. El rey exigió que José fuera presentado ante él. Sin embargo, José se rehusó a dejar la prisión e insistió en que el mensajero volviera donde el rey y le preguntara: “pregúntale cuál era la intención de las mujeres que se cortaron las manos” (Corán 12:50). José no quería salir de prisión hasta que su inocencia no fuera establecida.





El Profeta Muhammad dijo: “Cada Profeta fue enviado exclusivamente a su nación, pero yo he sido enviado a toda la humanidad”[1]. Dios envió a José, hijo de Jacob, para el pueblo de Egipto, y lo apoyó con habilidades que eran tan evidentes, que se hizo claro para la gente que José había sido enviado para guiar. En la época de José, los sueños y su interpretación eran muy importantes, y esto queda claro a lo largo de la historia de José. El Profeta Jacob (padre de José), los compañeros de prisión y el rey de Egipto tuvieron sueños todos ellos.





Cuando el rey escuchó la interpretación de su sueño, quedó atónito y liberó a José. Sin embargo, José se rehusó a abandonar la prisión sin que primero se limpiara su nombre y se aclarara cualquier malentendido. Él quería que su amo, Al Aziz, estuviera completamente seguro de que él (José) no había traicionado su confianza. José exigió respetuosamente que el rey investigara el asunto de las mujeres que se habían cortado las manos. El rey sintió curiosidad y llamó a la esposa de Al Aziz y a sus camaradas.





 “[Las mujeres fueron reunidas ante el rey y] les dijo: ¿Qué sucedió cuando pretendisteis seducir a José [acaso él se comportó incorrectamente]? Dijeron: ¡Que Dios nos proteja! No sabemos nada malo de él. Entonces la mujer del administrador exclamó: Ahora se aclaró la verdad. Yo soy la que pretendió seducirlo, y ciertamente él dice la verdad”. (Corán 12:51)





Una vez se estableció su inocencia, José se presentó ante el rey. Después de escuchar las palabras de José, el rey quedó aún más impresionado y le confió una posición de alto rango. José dijo: “Nombradme administrador de los almacenes [de semillas] del país, que yo en verdad soy un guardián conocedor” (Corán 12:55). En la religión del Islam, no es permisible para uno pedir una posición de autoridad ni referirse a sí mismo de manera jactanciosa. Sin embargo, cuando José le pidió al rey que lo pusiera a cargo de los depósitos, hizo ambas cosas.





Los eruditos del Islam explican que cuando eres una persona idónea para una posición, entonces es permisible que la solicites, y si eres nuevo en una comunidad, te es permitido presentarte con todas tus credenciales. José conocía los retos que debería enfrentar Egipto, y sabía que era capaz de evitar el peligro inherente a una hambruna. Para José, no pedir esta posición habría sido irresponsable. El joven traicionado y arrojado a un pozo, ahora era establecido como Ministro de Finanzas de Egipto. Su paciencia y perseverancia, y sobre todo su total sumisión a la voluntad de Dios, resultaron en una gran recompensa. José sabía, sin embargo, que la mejor recompensa a la paciencia y la rectitud estaría en la otra vida.





José se reúne con sus hermanos





El tiempo pasó. Durante los siete años buenos, José hizo los preparativos para la época de hambruna que se avecinaba. La sequía y el hambre correctamente profetizados por José no afectaron sólo a Egipto, sino también a las tierras a su alrededor, incluyendo el lugar donde vivían Jacob y sus hijos. José manejó los asuntos de Egipto tan bien, que había grano suficiente para alimentar a la gente de Egipto y de aquellas áreas circundantes. A medida que la vida se hacía más difícil y la comida escaseaba, la gente comenzó a acudir a Egipto para comprar el grano que José estaba vendiendo a un precio justo.





Entre aquellos que buscaban provisiones estaban los diez hermanos mayores de José. Cuando fueron llevados ante la presencia de José, no lo reconocieron. José miró a sus hermanos y su corazón se llenó de anhelos de ver a su padre y a su hermano menor, Benjamín. Los saludó con respeto, les preguntó sobre la familia y el hogar, y les explicó que las raciones de grano serían distribuidas por cabeza, por lo tanto, si hubieran llevado al hermano menor con ellos, habrían recibido más raciones. José esperaba animarlos a llevar a Benjamín, de hecho, José fue más allá, al punto de decir que sin su hermano menor no recibirían provisión alguna.





“Y si no me lo traéis, no obtendréis más provisiones de mi parte, ni recibiréis mi hospitalidad”. (Corán 12:60)





Cuando volvieron donde su padre, el Profeta Jacob, le explicaron que no se les brindaría más grano hasta que viajaran con su hermano menor. Benjamín se había hecho muy cercano de su padre, especialmente después de la desaparición de José. Recordando su pérdida anterior, Jacob no quería separarse de su hijo. Una vez más, los hermanos prometieron proteger a su hermano menor, y de nuevo Jacob sintió que su corazón se encogía de miedo. Los hermanos encontraron entonces que el dinero que habían pagado por el grano, había regresado a ellos en secreto.





Jacob tenía completa confianza en Dios y les dio permiso de llevar a Benjamín sólo después que hicieron un juramento ante Dios de protegerlo. Aunque el Profeta Jacob era particularmente cercano a sus hijos José y Benjamín, amaba entrañablemente a todos sus hijos. Eran fuertes, capaces, y Jacob tenía miedo de que les pudiera ocurrir algún daño en su viaje a Egipto. Para minimizar los riesgos, les hizo prometer que entrarían a la ciudad por puertas distintas. Jacob les dijo:





“¡Oh, hijos míos! No entréis por una sola puerta, sino hacedlo por puertas diferentes [pues temo que os alcance el mal de ojo por envidia a vuestro hermoso aspecto], y sabed que no puedo hacer nada contra el designio de Allah, pues ciertamente Él es Quien decreta todos los asuntos. A Él me encomiendo, y que también lo hagan quiénes en Él confían”. (Corán 12:67)





Los hermanos regresaron a Egipto, entraron por diferentes puertas y fueron ante José por las provisiones prometidas. Durante esta reunión, José llevó a un lado a Benjamín y le reveló que era su hermano perdido hacía mucho tiempo. Los dos se abrazaron y sus corazones se llenaron de alegría. José, sin embargo, le pidió a Benjamín que mantuviera su reunión en secreto por el momento. Después de darle sus raciones de grano a los hermanos, José se las arregló para que una copa de oro fuera colocada en la bolsa de Benjamín, y luego, de acuerdo a lo que había dispuesto José, alguien gritó: “¡Oh, caravaneros! Ciertamente sois unos ladrones”. (Corán 12:70)





Los hermanos quedaron estupefactos puesto que no eran ladrones. Se les preguntó acerca del artículo robado y se asombraron al escuchar que era la copa de oro del rey. Quien la devolviera, se les dijo, sería recompensado con una carga de camello de grano. Los hermanos de José afirmaron no tener conocimiento de este robo. Aseguraron que no eran ladrones y que no habían ido a Egipto a hacer daño. Uno de los hombres de José preguntó: “¿Cuál es el castigo en su pueblo para el que roba?” Los hermanos respondieron que bajo la ley del Profeta Jacob, el que robaba era tomado como esclavo. José no quería que su hermano fuera castigado bajo las leyes de Egipto, sino que buscaba la oportunidad de mantener con él a su hermano mientras los otros regresaban a buscar a su padre Jacob. Las bolsas fueron revisadas y la copa de oro fue encontrada entre las posesiones de Benjamín.





La copa de oro fue hallada entre las pertenencias de Benjamín, y sus hermanos quedaron estupefactos. Rápidamente se dieron cuenta que el Primer Ministro (José) seguiría las leyes de ellos y mantendría a Benjamín como esclavo. Esto les molestó mucho. Tenían miedo de regresar con su padre sin su amado hijo menor. Uno de los hermanos se ofreció a aceptar el castigo en reemplazo de Benjamín, pero su oferta fue rechazada. Otro hermano, probablemente el mayor, decidió quedarse en Egipto mientras los otros regresaban a su tierra a darle la cara a su padre Jacob. Cuando los hermanos llegaron a casa, fueron de inmediato ante su padre y dijeron:





“¡Oh, padre! En realidad tu hijo ha robado, y sólo atestiguamos lo que sabemos, y no tenemos acceso a lo oculto [para saber si realmente lo hizo o no]. Y pregunta en la ciudad donde estuvimos y a la caravana con la cual vinimos, pues nosotros decimos la verdad”. (Corán 12:81-82)





El Profeta Jacob ya había escuchado esto antes. Cuando los hermanos traicionaron a José y lo lanzaron al pozo, fueron a su padre suplicando y llorando, sin embargo sus palabras no eran más que mentiras. Esta vez, Jacob se negó a creerles. Se apartó de ellos diciendo: “Vosotros sois quienes sugeristeis hacer todo esto. Tendré paciencia; es posible que Allah me los devuelva todos” (Corán 12:83). Jacob había pasado años de duelo por José y confiando en Dios. Cuando esta nueva tristeza lo abrumó, su primera reacción fue ser paciente. Él sabía, sin ápice de duda, que los asuntos de sus amados hijos menores eran controlados por Dios.





A pesar de que confió completamente en Dios, Jacob se comportó como cualquier padre en las mismas circunstancias. Fue vencido por el dolor y lloró inconsolable. Recordó a José y lloró hasta que enfermó, y debido a su enfermedad perdió la vista. Los hermanos estaban preocupados por su dolor y tristeza, y cuestionaron su constante dolor. Le preguntaron: “¿Llorarás hasta el día de tu muerte?” Jacob respondió que sólo se quejaba de su dolor y sufrimiento a Dios y que sabía, por Dios, cosas que ellos no. (Corán 12:86)





Aunque han pasado muchos años, Jacob no olvidó a su hijo José. Jacob reflexionó sobre el sueño de José y entendió que el plan de Dios llegaría a buen término. Jacob estaba profundamente herido por la pérdida de sus hijos, pero su fe en Dios lo sostuvo, y les ordenó a sus hijos que regresaran a Egipto en búsqueda de José y Benjamín.





José se revela





Una vez más, los hermanos emprendieron el largo viaje a Egipto. El hambre se había cobrado su precio en los alrededores y la gente estaba pobre y enferma. Cuando los hermanos se presentaron ante José, se encontraban también entre los pobres. Su nivel de debilidad los obligó a pedir limosna. Dijeron:





“¡Oh, administrador! Hemos sido alcanzados por la desgracia [de la sequía], nosotros y nuestra familia, y trajimos una mercadería de escaso valor, danos la justa medida y sé caritativo con nosotros; ciertamente Allah recompensa a los generosos”. (Corán 12:88)





José no podía soportar ver a su familia en esa situación, a pesar que esos eran los hombres que lo habían traicionado. Miró a sus familiares y no pudo mantener más su secreto, les dijo:





“¿Acaso no sabéis lo que hicisteis con José y su hermano, inducidos por la ignorancia [cuando erais jóvenes]?” (Corán 12:89)





Los hermanos reconocieron de inmediato a José, no por su aspecto, pues lo habían visto muchas veces antes, sino porque, ¿quién más podía conocer la verdadera historia de José, sino José mismo?





 “Yo soy José y éste [Benjamín], es mi hermano [de padre y madre], y Allah nos agració a los dos [con la fe]. Quienes teman [Su castigo] y sean pacientes [ante las adversidades] sepan que Allah no dejará de recompensar a los benefactores”. (Corán 12:90)





Los hermanos tenían miedo, sus acciones pasadas eran pecados graves, y ahora estaban en una posición de vulnerabilidad. Ellos quedaron aterrados frente al Primer Ministro de Egipto, que ya no era ese pequeño y hermoso joven llamado José. A través de sus retos y tribulaciones, José, al igual que su padre, halló consuelo en la sumisión al Único Dios. Entendió la paciencia, y las cualidades de la misericordia y la piedad están embebidas en la verdadera paciencia. Miró a sus hermanos que temblaban de miedo y dijo: “No seréis censurados en nada hoy; Allah os perdonará, y Él es el más Misericordioso”. (Corán 12:92)





De inmediato, José hizo planes para reunir a su familia. Les pidió a los hermanos que regresaran con su padre y le lanzaran a la cara una vieja camisa suya. Esto, dijo, le curaría la ceguera. Al instante, a pesar de que el anciano estaba tan lejos, volvió su rostro hacia el cielo y olió, creyendo que podía oler a José en el aire. Este es uno de los milagros, hecho posible por Dios, del Profeta José. Cuando los hermanos llegaron, le lanzaron la camisa a la cara y él recuperó la vista. Gritó: “¿No os dije que sabía de Allah lo que vosotros ignoráis?” (Corán 12: 96)





La familia del Profeta Jacob reunió sus pertenencias y viajaron todos hacia Egipto. Jacob estaba dispuesto a reunirse con sus hijos. Fueron directamente ante José y lo hallaron sentado en un trono elevado. José le habló a su familia diciendo: “Entren en Egipto en plena seguridad, si Dios quiere”.





El inicio del capítulo 12 del Corán, José, comienza con el joven muchacho José describiendo su sueño a su amado padre Jacob. Dijo: Por cierto que vi [en sueños] once astros, también al Sol y la Luna, que se prosternaban ante mí” (Corán 12:4). El Corán termina la historia de José de la misma forma que comenzó, con la interpretación del sueño. Los once astros eran sus hermanos, el sol su padre y la luna su madre.





“Y cuando se presentaron [todos] ante José, estrechó a sus padres y dijo: Ingresad en Egipto [donde estaréis] seguros, si Allah quiere. Hizo sentar a sus padres en el trono y todos [tanto sus padres como sus hermanos] hicieron una reverencia ante él, quien dijo: ¡Oh, padre mío! Esta es la interpretación del sueño que tuve antes [cuando era niño]; por cierto que mi Señor hizo que se cumpliera, y me agració haciéndome salir de la cárcel, y también al traeros ante mí del desierto, después de que Satanás había sembrado la discordia entre mis hermanos y yo. Ciertamente mi Señor es Sutil con quien quiere [agraciándolo], y Él es Omnisciente, Sabio”. (Corán 12:98-100)





La esencia de la historia de José es la paciencia ante la adversidad y el dolor. José enfrentó cada reto con paciencia y con completa confianza en Dios. Su padre, Jacob, soportó su dolor y sufrimiento con paciencia y sumisión. Todos los capítulos del Corán fueron revelados en momentos particulares, en respuesta a situaciones particulares. Este capítulo fue revelado al Profeta Muhammad en un momento de gran dolor. De hecho, el año de esta revelación es conocido como “el año de la tristeza”. El Profeta Muhammad tuvo que soportar la muerte de su amada esposa Jadiya primero y luego la de su tío Abu Talib. Ambos le proporcionaron comodidad y apoyo. Dios le estaba advirtiendo al Profeta Muhammad que el camino sería largo y difícil, pero que la victoria final le pertenece a aquellos con consciencia de Dios y con paciencia. La historia de José es una lección para todos nosotros. La verdadera paciencia, que los eruditos del Islam llaman, parafraseando al Corán, “Sabrun Yamilun”, Paciencia Hermosa, es una llave de la puerta del Paraíso.



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