Cualquier mensaje serio que surja en la sociedad por primera vez, parecerá extraño y desconocido. En consecuencia, encontrará hostilidad y desaprobación, o al menos se dudará de él y será visto con sospecha. En muchos casos, será condenado y rechazado con violencia.
El grado de aversión y hostilidad que un mensaje nuevo recibe será directamente proporcional a la disparidad entre los contenidos de dicho mensaje, por un lado, y las creencias, ética y leyes de la sociedad en cuestión, por el otro.
Podemos ver cómo fue la situación para el mensaje que Muhammad (la paz y las bendiciones de Dios sean con él) trajo, si lo comparamos con el estado de la sociedad árabe durante la era de la ignorancia. Era una sociedad impregnada de corrupción, decadencia, creencias desviadas e inmoralidad. La gente estaba acostumbrada a la idolatría, y todos los aspectos de sus vidas se centraban en ella.
Si prestamos atención al mensaje que el Profeta trajo de su Señor, vemos que las fricciones eran inevitables. No solo llamó al monoteísmo puro, sino que este se apegaba a las enseñanzas éticas del más alto calibre, y exigía no solo justicia social sino una reforma social masiva.
El Islam rechazó los cientos de falsos dioses que los mecanos adoraban, y exigió que todos los asuntos fueran devueltos a Dios. Declaró que la adoración de los ídolos es una necedad abyecta, y describió a sus "dioses" como las rocas, árboles y estatuas que eran en realidad, cosas que no pueden escuchar ni ver, ni hacer bien o mal a nadie. El Islam también rechazó las falsas creencias que los paganos de La Meca sostenían acerca de los ángeles y los yinn, creencias que estaban profundamente arraigadas en la mentalidad árabe. Cuando llegó este mensaje, trajo cambios a las creencias religiosas de las personas, así como a sus rituales, ceremonias, leyes y costumbres; de hecho, a casi todo aspecto de su entorno cultural.
Cuando miramos estas dos conceptualizaciones tan distintas, siendo que ambas cubren cada aspecto de la vida humana y cada principio de la creencia, podemos ver la inevitabilidad de la confrontación que se produjo entre ambas. Por una parte, estaba el orden establecido que se había transmitido de generación en generación. Por otra, estaba el nuevo mensaje del Islam, que vino a rectificar y cambiar todas sus creencias.
Solo este factor, esta gran disparidad entre las ideas desgastadas de la era de la ignorancia y las enseñanzas prístinas y poderosas del Islam, es suficiente para explicar el distanciamiento inicial que experimentó el Islam, y que el Profeta tuvo que enfrentar durante un período considerable de tiempo después de embarcarse en su misión.
Él no fue el primer Profeta en enfrentar tal resistencia. Es común que las personas reverencien las tradiciones de sus ancestros y que vean como tabú cualquier violación a las mismas. Ellos consideran tales tradiciones como una gran ley sagrada y como el mejor código de conducta posible. Cualquier muestra de duda con respecto a una de dichas tradiciones, por no mencionar rechazo a ellas, se constituye en un insulto a las tradiciones de la sociedad y a la civilización en su conjunto. Ello es considerado como desprecio hacia los ancestros, hacia su sabiduría, y como mera arrogancia. La persona que trae un mensaje nuevo es vista como alguien que no da a esas tradiciones la reverencia debida. Por dicha razón, el mayor dios falso que los profetas y mensajeros tuvieron que enfrentar, fue el de la tradición a la que el pueblo se apegaba ciegamente.
El pueblo de Moisés (la paz sea con él) rechazó su llamado, debido a que los alejaba del camino de sus antepasados y los hacía seguir un mensaje nuevo. "Dijeron: ‘¿Han venido para alejarnos de la religión de nuestros padres, y así ser ustedes dos quienes tengan el dominio en la tierra? Nosotros no les creeremos’" (Corán 10:78).
Abraham (la paz sea con él) le habló a su pueblo diciendo: "‘¿Qué adoran?’ Respondieron: ‘Adoramos ídolos, a los que estamos consagrados’. Dijo [Abraham]: ‘¿Acaso pueden ellos oír sus súplicas? ¿Pueden concederles a ustedes algún beneficio o pueden causarles algún daño?’. Respondieron: ‘No, pero es lo que adoraban nuestros padres [y nosotros simplemente los imitamos]’" (Corán 26:70-74).
Luego, cuando los obligó a la verdad con evidencia indiscutible de que las fábulas de sus ancestros eran tontas y completamente insostenibles, y que no tenían una base ni racional ni escritural, recurrieron a justificar su posición sobre la base de la adhesión ciega a nada más que la autoridad de sus antepasados.
En este punto, quien llama a la verdad debe aclarar los hechos y explicar que la verdad no da ningún valor a las costumbres y festivales transmitidos por los ancestros de uno, cuando dichas costumbres están en conflicto tanto con la revelación como con el sentido común. Dios relata que el Profeta Abraham dijo entonces: "‘¿Acaso no han reflexionado en lo que adoran, tanto ustedes como sus ancestros? Ellos [los que adoran] son mis enemigos, no así el Señor del Universo" (Corán 42:75-77).
"Dijo (Abraham): ‘Ustedes y sus padres están en un error evidente’" (Corán 21:54).
El apego ciego a la tradición es utilizado como justificación para desviarse de los caminos de los mensajeros, rechazando todos los argumentos racionales y evitando el uso de la evidencia. Este enfoque no es único de un solo grupo, sino que es la práctica común de quienes rechazan la religión de Dios en todas partes del mundo y en todas las épocas. Si se los invita a la verdad que Dios reveló en Su Libro y envió con Su Profeta, ellos dicen: "Nos basta con lo que nos transmitieron nuestros padres" (Corán 5:104), y: "No, seguimos la tradición de nuestros padres" (Corán 2:170).
Cuando son exhortados por reformadores sinceros y condenados por revolcarse en sus deseos e ignominias, responden: "Nuestros padres lo hacían y Dios así nos lo ordenó" (Corán 7:28).
Solo responden de este modo porque no tienen argumento ni excusa, ya que sus creencias no se basan en la razón ni en un Libro Divino. Es por esto que Dios dice acerca de ellos:
"Entre la gente hay quienes discuten acerca de Dios sin conocimiento, guía ni libro revelado. [A estos] cuando se les dice: ‘Sigan lo que Dios ha revelado’, responden: ‘Nosotros seguimos la tradición de nuestros padres’" (Corán 31:20-21).
Este comportamiento, por regla general, es exhibido por todas las naciones que rechazan a sus mensajeros y el mensaje que ellos les traen, sin importar cuán llenos de guía e iluminación puedan estar dichos mensajes.
Dios describe específicamente a los árabes incrédulos de esta manera, y luego a todos los incrédulos en general cuando dice:
"¿Acaso les envié un libro [anterior al Corán] en el que se basan? [En realidad carecen de fundamento] y dicen: ‘Nosotros vimos a nuestros padres practicar una religión [en la que adoraban a los ídolos], y seguimos sus pasos imitándolos’. Cada vez que envié a un amonestador a un pueblo, los más ricos y poderosos decían: ‘Nosotros vimos a nuestros padres que practicaban una religión [politeísta], y seguimos sus pasos imitándolos’. [Decían los Mensajeros]: ‘¿Y si les propongo algo mejor que lo que practicaban sus padres?’. Respondían: ‘No creemos en tu Mensaje’" (Corán 43:21-24).
Por lo tanto, cuando se llama a la gente hacia la verdad, dicha resistencia no solo debe esperarse sino también entenderse. No debemos frustrarnos cuando las personas rechazan los argumentos más claros, o cuando responden a la lógica más sólida con respuestas irracionales o irrelevantes.
Al mismo tiempo, la gente debe levantarse de su estrechez de mente, y ser objetiva y sincera en buscar, aceptar y seguir la verdad. Le pedimos a Dios que abra las mentes y los corazones de las personas para que acepten la verdad.