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La humanidad ha recibido la guía divina sólo a través de dos canales: primero la palabra de Dios, segundo los Profetas que fueron elegidos por Dios para comunicar Su voluntad a los seres humanos. Estas dos cosas siempre han estado juntas, y tratar de conocer la voluntad de Dios negando cualquiera de las dos siempre ha conducido al engaño. Los hindús rechazaron a sus profetas y pusieron atención a sus libros, que resultaron ser sólo un rompecabezas de palabras que en última instancia perdieron. Del mismo modo, los cristianos, en total desprecio por el libro de Dios, le dieron toda la importancia a Jesús y por lo tanto, no sólo lo elevaron al estatus de divinidad, sino que también perdieron la esencia misma del Tawhid (monoteísmo) contenida en la Biblia.





Es un hecho que las principales escrituras reveladas antes del Corán, es decir, el Antiguo Testamento y el Evangelio, tomaron la forma de libros mucho tiempo después de los días de los Profetas, y lo hicieron como traducciones. Esto debido a que los seguidores de Moisés y de Jesús no hicieron un esfuerzo considerable para preservar estas revelaciones durante la vida de sus Profetas. En su lugar, estas fueron escritas mucho después de sus muertes. Así, lo que ahora tenemos en forma de Biblia (tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento) es una traducción de versiones individuales de las revelaciones originales, que contienen adiciones y supresiones hechas por los seguidores de los Profetas mencionados. Por el contrario, el último libro revelado, el Corán, aún se mantiene en su forma original. Dios mismo garantizó su preservación y el Corán entero fue escrito durante la vida del Profeta Muhammad, que la paz y las bendiciones de Dios sean con él, en piezas separadas de hojas de palmera, pergaminos, huesos, etc. Más aún, hubo más de 100.000 compañeros que memorizaron el Corán por completo o partes de él. El propio Profeta solía recitarlo al ángel Gabriel una vez al año y dos veces el año en que murió. El primer Califa, Abu Bakr, confió la recopilación de todo el Corán en un volumen al escriba del profeta, Zaid ibn Zabit. Este volumen permaneció con Abu Bakr hasta su muerte. Entonces pasó a manos del segundo califa, Omar, y luego fue con Hafsa, la esposa del Profeta. Fue de esta copia original que el tercer Califa, Uzmán, preparó varias copias y las envió a diferentes territorios musulmanes.





El Corán fue preservado tan meticulosamente porque es el Libro de Guía para la humanidad hasta el final de los tiempos. Es por esto que no se ocupa sólo de los árabes, en cuyo lenguaje fue revelado, sino que le habla al hombre como ser humano:





 “¡Oh, hombres! ¿Qué os sedujo para que os apartaseis de vuestro Generoso Señor?” (Corán 82:6)





El sentido práctico de las enseñanzas del Corán está establecido por los ejemplos del Profeta Muhammad y de los buenos musulmanes a través de los tiempos. El enfoque distintivo del Corán es que sus instrucciones tienen por objetivo el bienestar general del hombre y están basados en las posibilidades a su alcance. En todas sus dimensiones la sabiduría del Corán es concluyente. No condena ni tortura la carne, y tampoco descuida el alma. No humaniza a Dios ni deifica al hombre. Todo está cuidadosamente puesto donde corresponde.





De hecho, los académicos que alegan que Muhammad fue el autor del Corán afirman algo que es humanamente imposible. ¿Cómo podría cualquier persona del siglo VI d.C. proferir las verdades científicas que contiene el Corán? ¿Cómo podría describir el desarrollo del embrión dentro del útero de forma tan precisa como la encontramos en la ciencia moderna?





En segundo lugar, ¿acaso es lógico creer Muhammad, que hasta la edad de 40 años fue reconocido sólo por su honestidad e integridad, de repente comenzara a crear un libro sin igual en mérito literario y el equivalente a lo que la legión entera de poetas y oradores árabes de mayor calibre no pudo producir? Finalmente, ¿acaso es lógico que Muhammad, que era conocido como Al Amín (el confiable) en su sociedad y que sigue siendo admirado incluso por eruditos no musulmanes por su honestidad e integridad, fuera capaz de hacer una falsa proclama y sobre ella entrenar a miles de hombres que fueron hombres íntegros, para establecer la mejor sociedad humana en la tierra?





De seguro, cualquier investigador sincero e imparcial de la verdad, llegará a creer que el Corán es el Libro revelado por Dios.





Sin estar necesariamente de acuerdo con todo lo que ellos dicen, presentamos aquí algunas opiniones de importantes estudiosos no musulmanes respecto al Corán. Los lectores pueden fácilmente ver cómo el mundo moderno se acerca a la realidad en relación al Corán. Hacemos un llamado a todos los estudiosos de mente abierta para que estudien el Corán a la luz de los puntos mencionados. Estamos seguros de que ello convencerá al lector de que el Corán no pudo haber sido escrito por ningún ser humano.





Goethe, citado en el Diccionario del Islam de T. P. Hughes, p. 526:


“A pesar de que a menudo nos volvemos hacia él [el Corán] primero con desagrado cada vez, pronto nos atrae, sorprende, y al final refuerza nuestra reverencia... Su estilo, de acuerdo a sus contenidos y objetivo es severo, enorme, tremendo —ocasionalmente, realmente sublime—. Por lo tanto, este libro seguirá ejerciendo a través de todas las épocas, la más poderosa influencia”.





 





Maurice Bucaille, El Corán y la Ciencia Moderna, 1981, p. 18:





“Un examen totalmente objetivo [del Corán] a la luz del conocimiento moderno, nos lleva a reconocer el acuerdo entre ambos, como ya he dicho en repetidas ocasiones. Esto nos hace considerar lo impensable de que un hombre de la época de Muhammad hubiera sido el autor de tales declaraciones a cuenta del estado del conocimiento en su tiempo. Tales consideraciones son parte de lo que le da a la revelación coránica su lugar único, y obliga a los científicos imparciales a admitir su incapacidad para brindar cualquier explicación que llame exclusivamente al razonamiento materialista”.





Dr. Steingass, citado en el Diccionario del Islam de T. P. Hughes, pp. 526-527:


“Una obra, pues, que suscita emociones tan poderosas y aparentemente incompatibles incluso en el lector distante —distante en cuanto al tiempo, y más aún en cuanto a desarrollo mental—, una obra que no sólo conquista la repugnancia con que puede comenzar su lectura, sino que cambia este sentimiento de adversidad por asombro y admiración, tal obra debe ser una producción maravillosa de la mente humana y, de hecho, un problema del mayor interés para todo observador de los destinos de la humanidad”.





Maurice Bucaille, La Biblia, el Corán y la Ciencia, 1978, p. 125:


“La observación anterior hace que la hipótesis promovida por aquellos que ven a Muhammad como el autor del Corán sea insostenible. ¿Cómo podría un hombre, siendo analfabeta, convertirse en el autor más importante, en términos de mérito literario, de toda la literatura árabe? ¿Cómo podría entonces pronunciar verdades de naturaleza científica que ningún otro ser humano pudo haber desarrollado en aquella época, y todo esto sin cometer el más mínimo error en su pronunciamiento sobre el tema?”





Dr. Steingass, citado en el Diccionario del Islam de T. P. Hughes, p. 528:


“Aquí, por lo tanto, su mérito como producción literaria quizás no debería ser medida por algunas máximas preconcebidas de sabor subjetivo y estético, sino por los efectos que produjo en los contemporáneos y compatriotas de Muhammad. Si habla con tanta fuerza y convicción a los corazones de sus oyentes como hasta ahora, para soldar elementos centrífugos y antagonistas en un cuerpo compacto y bien organizado, animado por ideas mucho más allá de las que hasta entonces gobernaron la mentalidad árabe, entonces su elocuencia fue perfecta, simplemente porque creó una nación civilizada a partir de tribus salvajes, y disparó una nueva trama que desvió el curso de la historia”.





Arthur J. Arberry, El Corán Interpretado, Londres: Oxford University Press, 1964, p. x:


“Al hacer el presente intento de mejorar el rendimiento de mis predecesores, y para producir algo que pueda ser aceptado siquiera como eco débil de la retórica sublime del Corán en árabe, he estudiado a fondo los ritmos ricamente variados e intrincados que —además del mensaje— constituyen la afirmación indiscutible de que el Corán clasifica entre las más grandes obras maestras de la literatura universal. Este rasgo muy característico —‘esa inimitable sinfonía’, como el creyente Pickthall describió su Libro Sagrado, ‘los sonidos precisos que mueven a los hombres a las lágrimas y al éxtasis’— ha sido casi totalmente ignorado por los traductores anteriores. Por lo tanto, no es de sorprender que lo que han producido suena aburrido y plano en comparación con el original, espléndidamente decorado”.





El Corán habla sobre sí mismo


“Hemos hecho el Corán fácil de entender y de recordar. ¿Habrá alguien que reflexione?” (Corán 54:17, 22, 32, 40 [se repite])





“¿Acaso no meditan en el Corán, o es que sus corazones están cerrados con candados [y ello no les permite comprenderlo]?” (Corán 47:24)





“Por cierto que este Corán guía por el sendero más justo y firme, y albricia a los creyentes que obran rectamente que recibirán una gran recompensa”. (Corán 17:9)





“Ciertamente Nosotros hemos revelado el Corán y somos Nosotros sus custodios”. (Corán 15:9)





“¡Alabado sea Allah! Quien ha revelado a Su siervo el Libro en el que no hay contradicción alguna”. (Corán 18:1)





“Por cierto que expusimos en el Corán todo tipo de ejemplo, pero el hombre es un gran discutidor. Los hombres no creyeron ni se arrepintieron cuando se les presentó la Verdad [el Corán] porque no vieron el castigo que azotó a los pueblos que les precedieron, ni tampoco se enfrentaron con él”. (Corán 18:54-55)





“Y revelamos el Corán como cura para los corazones y misericordia para los creyentes, pero ello no hace sino aumentar a los inicuos su perdición”. (Corán 17:82)





“Si dudáis de lo que le hemos revelado a Nuestro siervo [Muhammad] traed una sura similar, y recurrid para ello a quienes tomáis por salvadores en lugar de Allah, si es que decís la verdad”. (Corán 2:23)





“Este Corán no puede provenir sino de Allah. Confirma las revelaciones anteriores y explica detalladamente Sus preceptos, no hay duda alguna que proviene del Señor del Universo”. (Corán 10:37)





“Cuando recites el Corán refúgiate en Allah del maldito Satanás”. (Corán 16:98)







 


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