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SI LA VERDAD ES CLARA, ¿POR QUÉ LA GENTE LA RECHAZA?


Por el Dr. Spahic Omer





No hay nada tan claro y lógico como la verdad. Al mismo tiempo, no hay nada tan poco claro e ilógico como la falsedad.





Esto es así porque la verdad es objetiva y real. Es un conjunto de cosas, eventos, sentimientos y experiencias que son genuinas y creíbles, por lo tanto, satisfactorias.





Por el contrario, la falsedad es irreal y engañosa. Es un conjunto de ideas, acontecimientos y emociones que son inapropiadas, falsas y engañosas, por lo tanto, finalmente decepcionantes.





El hombre mismo es una manifestación de la verdad. Por lo tanto, anhela y solo busca la verdad. Su ser es incompatible con la falsedad. El matrimonio, o empresa conjunta, entre el hombre y la falsedad es de conveniencia. Hay poco amor entre ellos.





Además, por razones obvias, no hay nada más fácil y franco que vivir, invitar y promover la verdad. Al mismo tiempo, no hay nada más difícil y más deshonesto que vivir, propagar y difundir falsedades.





Por ejemplo, nada podría ser más fácil que decirle al mundo que dos más dos son cuatro; o que el sol es el objeto más brillante (estrella) en nuestro cielo; o que una cosa que fue creada debe tener un creador; o que el hombre está compuesto de cuerpo y alma y que existe para un noble propósito.





Sin embargo, el problema será decirle al mundo que dos más dos son cualquier cosa excepto cuatro; o que hay en el cielo un objeto más brillante (estrella) que el sol; o que una cosa que fue creada surgió por accidente o por sí sola; o que el hombre está compuesto únicamente de materia y que su existencia no tiene sentido y vive solo para la autocomplacencia.





El primer conjunto de ideas denota realidades evidentes. Por lo tanto, pertenecen al orbe de la verdad. El segundo denota mentiras evidentes. Por lo tanto, pertenecen al orbe de la falsedad. No hace falta decir que intentar refutar lo primero y aceptar lo último es una aberración.





Del mismo modo, no debería haber nada más sensato y convincente para el hombre, quien obviamente es una creación mortal, que el hecho de que haya un Creador y Diseñador eterno. El Creador ilumina, guía y da poder al hombre. Protege su bienestar y cordura.





Además, no debería haber nada más repugnante para el hombre que negar lo obvio, es decir, afirmar en medio de su creación que no hay Creador y que todo existe sin un objetivo; afirmar en medio de sus debilidades terrestres que no hay una autoridad y un gobierno celestiales absolutos; y reclamar en medio de su caos y locura terrenales que no hay paz, justicia y dicha celestiales.





Los profetas solían exclamar ante la obstinación de sus pueblos rebeldes: “¿Acaso tienen dudas acerca de Dios, Creador de los cielos y de la Tierra? (Sura Ibrahim, 10).





Los ángeles guardianes del infierno, también quedarán algo desconcertados viendo a las multitudes entrando al infierno. Se preguntarán qué hizo que toda esta gente se rebelara contra sus profetas y se volviera sin sentido y se desviara de la verdad, la belleza y el propósito manifiestos, para ir hacia el abismo del error, el vicio, la fealdad y la vanidad. Como una forma de reprobarlos, los ángeles preguntarán a esas multitudes cuando lleguen a las puertas del Infierno: “¿Acaso no se les presentaron Mensajeros que les transmitieron los signos de su Señor, y les advirtieron sobre la comparecencia de este día?» (Sura Al-Zumar, 71).





Una vez dentro del Infierno, sus habitantes admitirán cuán imprudentes e irreflexivos han sido: «Si hubiéramos oído o reflexionado, no estaríamos ahora con los condenados al Fuego» (Sura Al-Mulk, 10). Todo el asunto gira en torno al uso apropiado, o al uso indebido, de los dones divinos del oído, vista, corazón e inteligencia.





FUNDAMENTOS VERSUS INCONSECUENCIA


Es por eso que predicar la verdad es un instinto, mientras que predicar la mentira, de una forma u otra, es algo que se aprende. El primero es innato y personal, el segundo adquirido e institucional. El primero dura poco tiempo, y se siente agradable, el segundo es largo, extenuante y adormecedor. El que habla y propaga la verdad es honesto, valiente y simpático.





Mientras que el que habla y propaga la mentira, la mayoría de las veces es fraudulento, cobarde y desagradable.





Así, el Profeta Muhammad (la paz y las bendiciones sean con él) era conocido como el individuo más valiente, más elocuente y más querido. Como solo decía la verdad, no hablaba innecesariamente. El avisó que todos deberían hacer lo mismo. La gente debería estar en silencio, meditando. Sus sermones eran muy breves, pero llenos de esencia.





Sin embargo, como tal, cambiaron el mundo. Alteraron para siempre el curso de la historia humana. Después de casi quince siglos, el Profeta todavía es considerado por la mayoría de la gente como la mayor personalidad y maestro en la historia de la humanidad.





Toda persona verdaderamente sabia y conocedora trata de seguir los pasos del Profeta tanto como sea posible. La gente sabe que solo esta orientación puede dar valor a su sabiduría y conocimiento.





En oposición, una gran cantidad de filósofos, pensadores, académicos, escritores y artistas, que operaban lejos de la brújula de la verdad, e igualmente la desafiaban, eran conocidos como excéntricos, inmorales, y erráticos. Hablaron, teorizaron y pensaron mucho, pero en gran medida no lograron tener un impacto masivo y generalizado en la sociedad.





Ellos mismos vivían estilos de vida caóticos, decadentes y confusos, entonces, ¿cómo podrían proporcionar a otros una guía y un plan para el bien? Conservaron sus pensamientos ostensiblemente sofisticados y complejos en numerosas obras maestras a menudo de varios volúmenes. Sin embargo, no muchas personas siguen siendo serias con respecto a ellos, y menos se dejan influenciar por ellos. En su mayor parte, a las personas simplemente no les importa.





No hay nada mejor que el poder – y las leyes – del tiempo cuando se trata de honrar la verdad, y desacreditar la falsedad y sus propios cómplices. Se dice con razón a este respecto que solo «el tiempo dirá» quién es quién y qué es qué en el gran esquema de las cosas.





Hoy en la era de la comunicación, la gente habla más que nunca, pero lo último que hacen es comunicarse y entenderse. Han dominado muchas disciplinas científicas complejas, pero no han logrado responderse a sí mismos las preguntas más básicas de la vida. La verdad es descartada, y también lo son el conocimiento y la sabiduría auténticos. La civilización moderna no es realmente lo que las generaciones anteriores soñaban. La situación generalmente se reduce al rechazo deliberado de la verdad y la adopción de propósitos y estilos de vida basura. La falsedad con todas sus manifestaciones se convirtió en una razón de ser.





LA RAZÓN PARA RECHAZAR LA VERDAD


Sin embargo, ¿por qué mucha gente todavía rechaza la verdad clara y sensata, y acepta la falsedad errada e irracional? ¿Cómo se puede repudiar algo que tiene sentido a favor de un sinsentido?





¿Cómo puede una persona normal, por ejemplo, ser conscientemente un hedonista (creyendo que el propósito de la vida no es más que la búsqueda del placer físico), un nihilista (creyendo que la vida no tiene sentido), un agnóstico (creyendo que la verdad no es conocida ni conocible), un evolucionista (creyendo que la vida es un accidente y es el resultado de una selección y evolución natural), un politeísta, etc.





Ciertamente, se necesita mucho valor engañoso y arrogancia para estar de acuerdo con algo así.





La situación podría explicarse de la siguiente manera.





Una persona en realidad nunca rechaza la verdad. No puede hacerlo, porque él es parte de ella, y también lo es todo a su alrededor, conocido y desconocido.





El hombre es un microcosmos de la verdad. El universo es su teatro.





Además, en la vida solo hay una cosa: la verdad. No hay falsedad; Es una ficción. Lo que normalmente se llama falsedad es una ausencia de la verdad.





Cuando se dice que una persona rechaza la verdad, en realidad esta persona está mal orientada y abusa de la libertad que Dios le dio. Lo hace como resultado de sus muchas prioridades artificiales, obsesiones e intereses personales, los cuales ha elegido para sí misma y ha colocado en un pedestal. Coloca esas cosas entre sí misma y su relación con la verdad, causando a su vez una rebeldía intelectual y emocional, así como un descuido espiritual y laxitud.





La verdad, entonces, no es rechazada. Solo está siendo desafiada y enfrentada. Está siendo distorsionada y tergiversada.





Al hacer esto, la persona piensa que sabe, pero es totalmente ignorante; cree que percibe cosas, pero no es más que alguien ciego; y piensa que está en lo correcto, pero es simplemente arrogante y se está haciendo un gran daño.





En lugar de mantener su relación intrínseca con la verdad clara y sostenida, esa persona la torna distorsionada, confusa y abarrotada.





Antes de ver la verdad, ve todo lo demás. Antes de atenderla, él se ocupa de todo lo demás. Como su vida es corta y sus capacidades extremadamente limitadas, solo tiene tiempo para sus necesidades inmediatas.





Bajo tales condiciones, la verdad siempre queda relegada al asiento trasero. Debe conformarse a estar en segundo plano. Está oscurecida y queda inactiva.





De aquí viene por lo tanto, uno de los significados de la palabra kufr (no creer) que es «esconder» o «cubrir algo». El shirk, en esta misma línea, tampoco es negar o rechazar a Dios. Son los actos de asociar cosas e ideas con el Todopoderoso, colocándolas en el mismo nivel de legitimidad y autoridad que Él.





Para una persona así, habiéndose vuelto ciega o miope, la verdad se vuelve demasiado distante para ser vista, demasiado irrelevante para prestarsele atención y demasiado apagada para ser escuchada. No renuncia a la verdad como tal. Solo la neutraliza. También esta persona no es capaz de reconocerla e internalizarla. Esta persona crea un universo de impedimentos entre la verdad y él mismo. Se torna en uno de los desatentos (ghafilun).





Debido a todo esto, se dice correctamente que llamar a la verdad en realidad significa eliminar esos impedimentos. También es una tarea de deshacer la verdad de sus falsos mantos, hacerla visible y atractiva nuevamente, y al mismo tiempo permitir que las personas la vean. Quien llama a la verdad es alguien que hace recordar, revivir y restaurar, todo a la vez. En consecuencia, una persona se revierte, en lugar de convertirse, a la verdad.





Nadie es invitado a la verdad como si esta fuera algo novedoso y extraño. Tanto la gente como la verdad estuvieron allí todo el tiempo. Solo necesitaban ser liberados de sus de grilletes y banalidades. Necesitaban encontrarse de nuevo.





Por lo tanto, cada vez que una persona muere, es decir, cuando se caigan todas las máscaras y se levanten todos los velos, lo primero que verá una persona es la verdad en sus colores puros. Él volverá a sus sentidos. Lo próximo que deseará es regresar a este mundo, tener otra oportunidad y arreglar las cosas. Se habrá dado cuenta entonces de que lo que había hecho era completamente imprudente y tonto.





TRES EJEMPLOS


Por ejemplo, Satanás, como el mayor rebelde contra el Cielo y siendo la encarnación perfecta de la mentira, nunca negó o rechazó realmente la verdad. ¿Cómo pudo él rebelarse, teniendo la capacidad de comunicarse directamente con Dios Todopoderoso (la Verdad Absoluta) y siendo testigo inequívoco de las dimensiones más importantes de la vida y la verdad?





Sin embargo, él es tan arrogante, egoísta y egocéntrico que se cegó por completo. Nada importó, y así lo aceptó, que el Infierno será su última morada. Satanás fue víctima de su propia «reputación» y «estatus» autoproclamados.





El Faraón también fue un enemigo declarado de la verdad. Él era Satanás encarnado por derecho propio. Sin embargo, el Profeta Musa (Moisés) le hizo notar, en un momento, que él estaba completamente consciente de que las señales que le había traído eran del Dios Todopoderoso. Como si Musa le dijera que los efectos de ese mismo conocimiento que tenía Faraón deberían haberse extendido al ámbito de su conciencia total y, por supuesto, al de la acción.





Musa le dijo a Faraón: «Tú sabes bien que solo el Señor de los cielos y de la Tierra ha enviado estos milagros claros. ¡Oh, Faraón! Creo que estás perdido». (Sura Al-Isra’, 102).





En general, personificando a todas las personas que actúan de la misma manera, Faraón cuando se estaba muriendo reunió sus facultades y atestiguó la verdad: Cuando [el Faraón] sintió que se ahogaba y no tenía salvación, dijo: «Creo en una única divinidad como lo hace el pueblo de Israel, y a Él me entrego» (Sura Yunus, 90).





Sin embargo, el testimonio fue muy poco, y demasiado tarde. Al Faraón le dijeron: ¿Ahora crees? Mientras que antes eras de los rebeldes [a Dios] y de los que sembraban la corrupción. (Yunus, 91). Faraón no fue acusado directamente de rechazar o negar la verdad. En cambio, fue llamado a rendir cuentas por rebelarse contra ella y su fuente celestial, lo que resultó en que la desobedeciera y se convirtiera en un malvado y un instigador del mal. Incluso intentó rivalizar y superar la verdad.





Hasta los que eran considerados ejemplos en comportamiento de los miembros más firmes de los jefes de la meca y otros líderes de los Quraysh encajan en el mismo molde.





Sé muy bien que te apena lo que dicen [sobre ti]. Pero no es a ti a quien niegan, sino que lo que los injustos rechazan es la palabra de Dios. (Sura Al-An’am, 33).





No querían que esas revelaciones dictaran sus vidas, poniéndose así en contra de la guía revelada y su origen celestial.





Una vez, Abu Jahl le confesó al Profeta: «No te llamamos mentiroso, sino que consideramos falso (inadecuado y no autorizado) lo que estás presentando».





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