La oración, la concentración en
Primer Jutba:
Las alabanzas son para Al-lah, Aquel que prescribió las oraciones a Sus siervos con unos propósitos y objetivos muy sabios, y estableció que estas oraciones fueran la expiación de todos los pecados pequeños y errores que se cometan entre ellas. Atestiguo que no hay nada ni nadie con derecho a ser adorado excepto Al-lah, Único, sin socio alguno, Aquel que posee la Inmensidad, la Gloria y el Poder; y atestiguo que Muhammad es Su siervo y Mensajero, el ejemplo de los piadosos y temerosos, que la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, con su familia y sus honorables compañeros.
Procediendo:
¡Hermanos musulmanes! Teman a Al-lah, Alabado sea, y reflexionen en la gran sabiduría que estableció en todos los actos de adoración que nos ordenó, y en todos los males y pecados que nos prohibió; y sepan que Él no prescribió los actos de adoración porque estaba necesitado de nosotros, al contrario, Él prescinde de todas las criaturas, pero nos ha ordenado todos estos actos de adoración porque somos nosotros quienes estamos necesitados de Él
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y porque todos nuestros asuntos –religiosos y mundanos– dependen de Él.
Todos los actos de adoración son un bien para los cuerpos, los corazones, los individuos y las naciones; por ello, si se purifican los corazones se purifican también los cuerpos. Dijo el Profeta, que la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él: “Por cierto que en el cuerpo existe un órgano que si se encuentra sano, todo el cuerpo lo estará también; y si se corrompe, todo el cuerpo se corromperá. Este es el corazón”.
¡Hermanos musulmanes! Ciertamente estamos necesitados de nuestro Señor, lo necesitamos en todo momento, no podemos prescindir de Él ni un solo instante; por lo tanto, debemos adorarlo, agradecerle y recordarlo continuamente. Y sepan que Él ha legislado diversos actos de adoración que nos acercan a Él y nos traen una gran recompensa, como las cinco oraciones, las cuales purifican el corazón de los pecados y hacen llegar al siervo a su objetivo, son un lazo de unión entre él y su Creador, pues antes de realizar la oración tiene que purificar su interior y exterior, y se presenta ante su Señor completamente limpio, concentrado y sometido ante Él; no distrae su rostro ni su corazón, su rostro está en dirección al recinto sagrado
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de la Meca y su corazón con Al-lah, es decir, se ha dirigido a su Señor interna y externamente.
Al rezar, el siervo recita el Corán reflexionando en sus significados, acata las órdenes de su Señor y Sus prohibiciones, reflexiona en todo lo que les sucedió a los pueblos anteriores y extrae lecciones de ello. Si recita un versículo que habla de la Misericordia de Al-lah lo ves anhelando el favor de Al-lah, pidiéndole a Al-lah, Glorificado sea, que le otorgue parte de ello. Si recita un versículo que habla del castigo y el Infierno lo ves atemorizado, buscando refugio en Al-lah de Su castigo. Después, inclina su espalda y cabeza (ruku’) exaltando a Al-lah, el Señor Grandioso, y dice: “Glorificado sea mi Señor, el Grandioso” (Subhana Rabbi Al ‘Adhim); a la vez que tiene presente el Poder de Aquel al que se someten todas las personas y todos los asuntos difíciles, se somete ante Su Poderío e Inmensidad, de esta forma estará exaltando a Al-lah con su lengua, su corazón y su cuerpo –internamente y externamente– y estará obedeciendo la orden de su Señor y Su Mensajero. Dijo Al-lah, Alabado sea: {¡Oh, creyentes! Inclinaos y prosternaos [en oración], adorad a vuestro Señor y haced el bien para que triunféis} [Corán 22:77]; y dijo también: {Glorifica, pues, el nombre de tu Señor, el Grandioso} [Corán 69:52]. Dijo el Profeta, que la paz y las bendiciones
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de Al-lah sean con él: “Dilo (Glorifica el nombre de tu Señor, el Grandioso) cuando estés inclinado (en la oración)”. Después de exaltar todo lo que quiera a su Señor, levanta su cabeza elogiando a su Señor y alabándolo por Su perfecta Generosidad y por Sus sublimes atributos, pues ciertamente Él es el Alabado en toda situación y el Agradecido en todo idioma.
Después de esto, cae postrado (suyud), apoyándose sobre las partes de su cuerpo más importantes y más honradas: las palmas de las manos, las rodillas, la punta de los pies y la frente incluyendo la nariz –todas estas partes bien asentadas sobre el suelo–. En esta situación tiene presente en su mente a Aquel que está siempre por encima de todos y nunca por debajo, es decir, la Elevación del Señor Altísimo, y dice: “Glorificado sea mi Señor, el Altísimo” (Subhana Rabbi Al A’la), es decir, niega cualquier imperfección de su Señor –tal como estar debajo de alguien– y lo describe con la Elevación sobre todas las cosas. Puesto que Él es Sublime en sí mismo y Sublime con Sus atributos, Él está por encima de todas las cosas y Sus atributos son los más sublimes y más perfectos; y debido a esta sumisión del siervo al postrarse exaltando a su Señor es que está más próximo a Él. Luego de glorificar cuanto desee a su Señor, el Altísimo, le pide todo lo que quiera;
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dijo el Profeta, que la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él: “Y cuando estén postrados aprovechen para hacer muchas súplicas, porque es más propicio que les sean contestadas”.
Luego de esta postración y sumisión ante Al-lah, se incorpora y toma asiento humildemente sobre el suelo, colocando sus manos sobre sus muslos, suplicándole a su Señor el perdón, la misericordia y la salud.
Y termina su oración exaltando a Al-lah, Elevado sea, y describiéndolo tal como Él merece: “At tahiatu Lil-lahi wa as salawatu wa at taibatu” (Las salutaciones, las oraciones y las buenas obras son para Al-lah); pide a Al-lah que elogie a Su Profeta y haga descender sobre él Su misericordia y bendiciones (As-Salamu ‘alaika aiuha an nabiu wa rahmatul-lahi wa barakatuh), después pide a Al-lah que descienda la Misericordia sobre él como siervo y sobre quienes están junto a él, y sobre el resto de siervos piadosos de Al-lah –ya sea en los cielos o en la tierra–, luego vuelve a pedirle a Al-lah que elogie y bendiga a Su Profeta, que la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, y finalmente busca refugio en Al-lah de los males de esta vida y la otra, diciendo: “Al-lahuma inni a’udhu bika min ‘adhabi yahannama wa min ‘adhabi al qabr wa min fitnati al mahia
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wal mamati wa min sharri fitnati al masihi ad dayyal” (¡Oh Al-lah! En Ti me refugio del castigo del Infierno, del castigo de la tumba, de la tribulación de la vida y de la muerte, y del mal de la tribulación del Falso Mesías), luego pide lo que quiera.
Hermanos musulmanes, el orante se va moviendo entre los diversos jardines de la adoración: de pie, sentado, inclinado, postrado, recitando el Corán, recordando y suplicando a Al-lah; es decir, su corazón está con su Señor en todas estas situaciones. ¡¿Acaso hay alguna bendición mayor que esta?! ¿Existe situación mejor que esta? De ahí que la oración sea la alegría y el deleite de los creyentes, el jardín que calma sus corazones y la vida para aquellos que recuerdan a Al-lah. Sus frutos son grandiosos: el orante terminación su oración con un corazón diferente al que tenía cuando entró en ella, con un corazón repleto de luz y felicidad, abierto para todas las bendiciones del Islam; por ello encuentra que ama el bien y detesta el mal, confirmándose de esta forma las Palabras de Al-lah: {Recita lo que se te ha revelado del Libro [el Corán] y haz la oración, que ciertamente la oración preserva de cometer actos inmorales y reprobables. Y sabe que tener presente a Al-lah en el corazón durante la oración es lo importante, y Al-lah sabe lo que hacéis} [Corán 29:45].
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¡Siervos de Al-lah! Un acto de adoración cuyas consecuencias son estas, una obra cuyos frutos son estos, es digna de cumplirla y aferrarse a ella, y establecerla como nuestra mayor preocupación; y a Al-lah Le pedimos que nos asista para poder recordarlo, agradecerle y adorarlo correctamente. Nos refugiamos en Él de las tretas y del desvío de Satanás, y que nos haga de aquellos sobre los que Al-lah, Elevado sea, dijo: {Observad la oración prescrita, y especialmente la oración intermedia [Salat Al ‘Aser], y cumplidla con sometimiento a Al-lah} [Corán 2:238].
Que Al-lah, Glorificado sea, nos bendiga con lo que leamos y entendamos del Corán, y nos beneficie con la compresión de Sus sabios signos.
Le pido a Al-lah, Glorificado sea, perdón por nuestras faltas. Háganlo ustedes también.
Segundo Jutba:
Las alabanzas son para Al-lah, alabanzas numerosas, puras y benditas, que la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él con nuestro Mensajero Muhammad, su familia y todos sus compañeros.
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Procediendo:
¡Hermanos musulmanes! Teman a Al-lah, Glorificado sea, observen la oración prescrita, y especialmente la oración intermedia (oración Al ‘Aser), y cúmplanla con sometimiento a Al-lah; obsérvenla cumpliendo con sus pilares, condiciones y obligaciones, y perfecciónenla realizando todos sus actos recomendables, pues la oración es el pilar de esta religión, y quien no observe la oración no tiene religión.
¡Hermanos musulmanes! Al-lah, Alabado sea, le prescribió la oración a nuestro Profeta sin intermediario alguno, se la prescribió por encima de los siete cielos. En un primer momento se le encomendó realizar cincuenta oraciones, pero después fueron rebajadas hasta quedar en cinco; es decir, cinco en la práctica pero obteniendo la recompensa de haber realizado cincuenta. ¿Acaso esto no es una gran prueba que nos evidencia su gran excelencia para así darle la importancia que merece?
La oración es un lazo de unión entre el siervo y su Señor. El siervo se para frente a su Señor engrandeciéndolo y exaltándolo, recita Su Libro, Lo glorifica y exalta pidiéndole todas por sus necesidades mundanas y religiosas. De ahí que quien está cerca de su Señor tienda a olvidar todo lo que no sea Él, y en esos momentos de oración se encuentra en una actitud de sumisión,
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humillación, exaltación y tranquilidad; por eso la oración es la alegría y el deleite de los que conocen a Al-lah –mediante Sus Nombres y Atributos–, por eso les otorga sosiego en sus corazones, debido a la dulzura y apego que sienten al estar cerca de su amado Señor.
Quienes están cerca de Su señor tienden a finalizar su oración con un corazón diferente del principio, es decir, con un corazón repleto de alegría, felicidad, arrepentimiento y fe; por ello la oración los preserva de cometer actos inmorales y reprobables, debido a toda la luz, fe y arrepentimiento que les otorga.
Es muy apropiado para todo aquel que conoció la realidad de la oración, sus frutos y sus beneficios, que la tome como su mayor preocupación, que la espere con mucho anhelo, espere la llegada de esa hora para así conseguir todos sus frutos y estar completamente cerca de su amado.
¡Siervos de Al-lah! Muchos orantes desconocen el gran beneficio que tiene la oración, no le dan su merecida importancia y por ello la sienten como una carga sobre ellos, no es alegría ni deleite para ellos, ni sosiego para sus almas, como tampoco es luz para sus corazones; vemos que la mayoría de ellos la realiza apresuradamente en vez realizarla con serenidad y sosiego, no recuerdan a Al-lah sino muy poco. Estas personas tienen que saber que su
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oración es inválida, aunque la realicen mil veces, puesto que la serenidad y sosiego a la hora de realizarla es uno de sus pilares. De ahí que el Profeta, que la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, le dijera a aquel que no realizaba la oración serenamente: “Vuelve y repite de nuevo tu oración, ya que no has rezado”; y así estuvo repitiéndola varias veces, y cada vez que terminaba le decía el Profeta, que la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él: “Vuelve y repite de nuevo tu oración, ya que no has rezado”; hasta que el Profeta, que la paz y las bendiciones de Al-lah sean con él, le enseñó a realizarla correctamente y le ordenó estar sereno y sosegado en cada uno de los movimientos de la oración.
Vemos también que la mayoría de las personas restringen la oración a simples movimientos físicos, sin sentir nada en sus corazones; su cuerpo está en el lugar de la oración pero su corazón en otro sitio, su corazón en vez de estar concentrado anda pensando en cosas que no le traerán ningún beneficio, y esto disminuye muchísimo la recompensa de la oración y hace que su corazón no se beneficie de ella: termina y su corazón sigue siendo el mismo, es decir, no le ha incrementado fe ni luz.
Desgraciadamente, este problema está muy extendido entre los orantes, pero lo que ayuda a erradicarlo es que el siervo se someta y se humille ante su Señor, que Le suplique continuamente Su ayuda para perfeccionar sus
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obras, que tenga presente en el momento de empezar la oración que se va a parar frente a su Señor, su Creador, Aquel que conoce sus secretos y sus cosas manifiestas y Sabe todo lo que le susurra su alma. Y que sepa que si se entrega completamente a su Señor y está concentrado, Al-lah también le ayudará y acudirá a él; pero si se aparta de Él, Al-lah lo abandonará. Que sepa que la concentración y la presencia del corazón es el alma y la medula de la oración, una oración sin concentración es como un cuerpo sin alma o una fruta sin pulpa.
Uno de los actos que ayudan a que el corazón esté concentrado durante la oración es reflexionar en el significado de sus palabras y sus movimientos, es decir, que se tenga presente que cuando se levantan las manos y se dice: “Al-lahu Akbar” (Al-lah es el Más Grande) esto implica que está exaltando a Al-lah; cuando se postra implica que se humilla y rebaja ante el Altísimo; cuando dice: “Al Hamdu Lilahi Rabbil ‘Alamin” (Alabado sea Al-lah, Señor del universo) Al-lah le contesta desde Su trono: “Mi siervo Me ha alabado”; cuando dice: “Ar-Rahmanir Rahim” (Clemente, Misericordioso), dice Al-lah: “Mi siervo Me ha elogiado”, cuando dice: “Maliki Iaumid Din” (Soberano absoluto del Día del Juicio), dice Al-lah: “Mi siervo Me ha glorificado”; cuando dice: “Iiaka Na’budu wa iaka Nasta‘in” (sólo a Ti adoramos y sólo a Ti imploramos ayuda), dice Al-lah: “Esto está entre Mi siervo y Yo, y para Mi siervo es lo que ha pedido”. De esta forma responde tu Señor por encima de
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los siete cielos, así que ten presente esto al realizar la oración. Que sepa que aunque dijera: “Glorificado sea mi Señor, el Grandioso, y Glorificado sea mi Señor, el Altísimo” en voz baja, Al-lah, Glorificado sea, lo escucha estando establecido sobre Su Trono; y además de eso, que crea que si él acude a Al-lah en la oración, Al-lah acudirá a él, que Escucha todas sus palabras –aunque sean pronunciadas en voz baja–, que Ve todas sus obras –aunque sean pequeñas–, que Sabe todo lo que piensa –aunque sea simple–. Cuando mires al lugar donde te vas a postrar, sabe que Al-lah, Elevado sea, te está viendo; cuando estés recordándolo en el Tashahud (testimonio de fe) moviendo ligeramente tu dedo índice, sabe que Al-lah está viendo ese movimiento, ya que Él, Alabado sea, Abarca todo con Su Conocimiento, Poder, Dominio, todo lo escucha y lo ve, y otros atributos más que evidencian Su Señorío.
Así pues, ¡hermanos musulmanes!, teman a Al-lah, establezcan la oración, realícenla en su tiempo y concéntrense en ella; pues nuestro Señor ha dicho en Su Libro: {Por cierto que triunfarán los creyentes que observen sus oraciones con sumisión, se aparten de las banalidades, paguen el Zakat, se preserven de cometer adulterio o fornicación, y sólo cohabiten con sus esposas o con sus esclavas, pues ello no es censurable. Y [sabed que] quienes lo hagan con otras mujeres serán trasgresores. [También triunfarán quienes] Devuelvan los depósitos que se les confían y respeten los acuerdos que celebran, y
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cumplan con las oraciones prescritas. Todos éstos serán quienes heredarán el Paraíso, en el que morarán eternamente} [Corán 23:1-11].
Pidan bendiciones por el Profeta Muhammad, tal como Dios se los ordena: {Ciertamente Al-lah y Sus Ángeles bendicen al Profeta. ¡Oh, creyentes! Pidan bendiciones y paz por él}; y dijo el Profeta Muhammad, sal-lahu ‘alaihi wa sal-lam: “A quien pide a Al-lah, Glorificado sea, una bendición para mí, Al-lah lo recompensa por esta acción con diez bendiciones”.
¡Oh Al-lah! Da bendiciones y paz a nuestro Profeta Muhammad, a sus familiares, a todos sus discípulos y a quienes sigan su guía de buena manera hasta el Día del Juicio. ¡Oh Al-lah! Da tu complacencia a todos los discípulos de Tu Mensajero, de quienes fueron destacados Abu Baker, Omar, ‘Uzman y ‘Ali. Complácete también con todos los seguidores de estas nobles personas, quienes siguen su guía hasta el Día del ajuste de cuentas, y con nosotros los presentes, pues Tú eres en verdad el más Clemente.
¡Oh Al-lah! Enaltece y dignifica al Islam y a los musulmanes, protégenos del mal de nuestros detractores, y líbranos de los problemas del encarecimiento de los productos, la propagación de enfermedades, de la usura y
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el interés monetario, del adulterio y la fornicación, de los terremotos, de las dificultades y las tribulaciones, y de la perversión y corrupción oculta y evidente.
¡Oh Al-lah! Perdónanos y perdona a nuestros hermanos creyentes que ya fallecieron, y no hagas que en nuestro corazón se encierre el desprecio y el odio por los que han creído en Ti como se debe. Tú eres el más Bondadoso y Misericordioso.