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{¡Oh, humanos! Os Hemos creado a partir de un hombre [Adán] y una mujer [Eva], y [de su descendencia] os congregamos en pueblos y tribus para que os conozcáis unos a otros. En verdad, el más honrado de vosotros ante Al-lah es el más piadoso. Ciertamente Al-lah es Omnisciente y está bien informado de lo que hacéis.} [Corán 49:13]





La comunidad musulmana es una de las sociedades con más diversidad cultural en el mundo. Esto es especialmente evidente en América, donde los musulmanes emigrantes, de diferentes lugares como el Medio Oriente y Asia, entre otros, están viviendo sus vidas como extraños en países ajenos a ellos y, más importante aún, donde la población mayormente no musulmana generalmente desconfía de los musulmanes. Es lamentable que la bandera del Islam a menudo no es suficiente para unir a los musulmanes de diferentes orígenes culturales.





El adormecido suburbio de Dayton, Ohio, es solo una ciudad en Norteamérica donde muchos musulmanes viven, pero solo unos cuantos tienen contacto con sus hermanos musulmanes quienes se mezclan en exactamente la misma sociedad que ellos. Ellos se cruzan en el camino con frecuencia, pero conocen muy poco de afuera de sus propias subcomunidades establecidas en base a sus culturas. “Nuestra comunidad está claramente dividida en pequeñas comunidades internacionales”, dice Soumy Ana, una profesora musulmana residente en Dayton. “Marroquíes se reúnen con marroquíes, egipcios se reúnen con egipcios y pakistaníes con pakistaníes. Los musulmanas aquí claramente se sienten más cómodos con gente de sus países de origen, que hablan el mismo idioma, tienen la misma profesión y siguen la misma creencia”.





La brecha cultural





Los musulmanes de diferentes culturas usualmente buscan dentro de sus propias fronteras “mentales” cuando se trata de socializar con otros y hacer amigos en la comunidad. Por ejemplo, un musulmán pakistaní se sentirá más unido a uno de sus compatriotas que a un musulmán de otro país que tal vez ni siquiera hable el mismo idioma que ellos. Este escenario se repite en comunidades alrededor del mundo, y prevalece en las mezquitas, donde incluso los fieles durante la oración congregacional, se alinean de acuerdo con sus lugares de nacimiento. Como resultado de esta división cultural, no es viable la unidad en la Ummah, la cual es aún un sueño irrealizado en la fe islámica. “Comprenderse unos a otros es a veces difícil debido a las diferencias culturales. La cultura y la educación juegan un papel muy importante en la comunicación”, dice Ana, “por ejemplo, a mí me gusta compartir mis sentimientos, mientras que mi vecina árabe esconde mucho los suyos. Ella piensa que soy demasiado osada y que me enojo cuando no sé lo que está pasando con su vida. He notado que la gente de su mismo país se cuentan casi todo unos a otros. Ellos me cuentan poco porque no se sienten conectados conmigo, mientras que sí se sienten conectados con alguien de su mismo país”.





 





 





Construyendo puentes multiculturales





Con el Islam constantemente bajo fuego por parte de los medios de comunicación masiva, ahora más que nunca los musulmanes se deben unir bajo el mismo lema de “La ilaha il-la Al-lah”, sin importar la raza o el nivel socioeconómico. Estar juntos como musulmanes es la mejor forma en que las comunidades pueden crear un sentido de hermandad, el cual se traducirá en una sociedad mejorada al establecer vínculos y metas futuras comunes. Esto empieza contigo. Hay tres formas de abrazar la diversidad de los musulmanes en tu comunidad y reunirlos a todos:





-          El autodescubrimiento. Examinar tus propios pensamientos y sentimientos hacia los musulmanes de diferentes culturas te ayudará mucho a sentar las bases para la aceptación y el entendimiento. ¿Te sientes intimidado o temeroso de otras culturas? ¿Te sientes confundido por sus costumbres o vestimenta tradicional? ¿Es el miedo al rechazo lo único que hace que te desanimes a extender tu mano en señal de amistad? Todas estas son preguntas que primero debes formularte a ti mismo para así descubrir cualquier idea preconcebida que exista en tu mente.





-          Conciencia social. Explorar tu comunidad para descubrir exactamente qué culturas forman o están inmersas en tu sociedad es un paso esencial que puedes dar para encontrar más información sobre sus orígenes. Realiza una lista de todas las culturas representadas en tu comunidad así como de todas las organizaciones sociales específicamente creadas por ellas. Luego, utiliza el poder del Internet para aprender más sobre sus costumbres y tradiciones.





 





 





-          La inclusión. Es fácil quejarse de que una cierta camarilla de musulmanes te está excluyendo de sus reuniones por cualquier razón. Pero lo que es un poco más difícil es que tú puedas lograr incluir a los musulmanes de diferentes orígenes en tus propias actividades sociales. Nadie dijo que esto sería fácil y siempre existe un riesgo de rechazo. Sin embargo, a menos que los musulmanes se pongan a la tarea de superar esto, la división cultural de los musulmanes nunca será salvada.





Esto no se trata únicamente de reunir a las personas, sino más bien se trata de dar a las personas un sentido de valía y valor social que plantará la semilla de la confianza que puede ser cultivada durante los años venideros. Anima a tus hijos a seguir los mismos principios de diversidad cultural en la escuela o en el parque. “Se debe inculcar en los niños el orgullo de ser musulmanes y no el orgullo de ser malayos o pakistanís o sauditas, etc.”, agrega Ana, “los padres deben enseñar a los niños que ellos no tienen ninguna nacionalidad. Su nacionalidad es el Islam. De este modo, ellos se sentirán conectados con todos los musulmanes”.





 





En un diálogo socrático, Platón menciona la legendaria civilización de la isla de la Atlántida. En el diálogo, Critias, un personaje que conversa con Platón, habla del original dominio de esta civilización sobre partes del mundo, incluyendo Libia en África del norte y Tirrenia en Europa, su grandeza y su poder civil y político general: “Ahora, en esta isla de Atlántida, había un gran y maravilloso imperio que gobernaba sobre toda la isla y muchas otras”. Y a pesar de toda su gloria pasada, su poder original, la Atlántida fue doblegada por las turbulentas aguas del mar, su anterior poder se apagó, su espíritu quedó anegado, y sus tierras sumergidas bajo las crecientes olas del Atlántico. De igual forma desapareció la Atlántida en las profundidades del mar. Por esta razón el mar en esas partes es intransitable e impenetrable, porque allí hay un banco de lodo en el camino, y esto fue causado por el hundimiento de la isla”.




 




Pero, ¿a quién le importa realmente una legendaria civilización, su supuesta existencia y su fantástico final, verdad? Como musulmanes viviendo en la era moderna (o esta es la “post-moderna”, o incluso la “post-post-moderna”), nos hemos adaptado a las rigurosas exigencias de la población. Hemos adoptado exitosamente las costumbres modernas. Hemos enviado a nuestros hijos a estudiar lejos. Nos hemos mudado lejos de nuestras familias. Hemos llegado a nuestros 18 años convirtiéndonos en “legalmente” independientes y deseando estar por siempre solteros o solteras. Nos hemos casado con el divorcio perpetuo. Estamos solos. A diferencia del trágico destino de la Atlántida, somos nosotros quienes controlamos las olas, ¿cierto?




 




Falso. Pero, para explicarme mejor, ¿puedo molestarte con la precisión de algunas grandes palabras alemanas? Centrándose en la evolución de la moderna sociedad, el sociólogo alemán Ferdinand Tonnies, distinguió entre dos tipos de agrupaciones sociales a los que llamó Gemeinschaft y Gesellschaft, los cuales literalmente se traducen como “comunidad” y “sociedad” respectivamente. Gemeinschaft, de acuerdo con Tonnies, se refiere a una clase de agrupación basada en sentimientos de unidad, de afecto; mientras que Gesellschaft, siendo una sociedad, describe un conjunto humano que se mantiene unido por razones materialistas o instrumentales.




 




En la teoría de Tonnies, Gemeinschaft representa a la familia y al vecindario, ambientes que engendran emociones de parentesco y un profundo sentido de conexión espiritual, que produce una invisible pero sólida unidad. Su contraparte, Gesellschaft, por otro lado, representa al individuo y su entorno económico como las unidades principales de una sociedad. En esta clase de agrupación las redes materiales son poderosas, mientras que los lazos sociales son poco profundos y a menudo hilados por intenciones egoístas.




 




Nosotros, los musulmanes, ¿estamos actualmente funcionando según el estilo de Gesellschaf –nos unimos como resultado de fuerzas coercitivas de una impersonal pero determinante red social material–? Si es así, ¿es nuestro sentido de unidad una ilusión óptica, donde la meta común de nuestra comunidad está fundada sobre una base puramente materialista, y nuestras “comunidades” compuestas de individuos escasamente vinculados, en lugar de familias fuertemente unidas?




 




Puesto de otra forma, la pregunta es: ¿realmente estamos surfeando sobre las olas o nos estamos hundiendo en el agua? ¿Está nuestra comunidad realmente llena de emocionante rigor, o es solo la rigidez de cuerpo del musulmán después de la muerte espiritual lo que estamos sintiendo, el comienzo del rigor mortis?




 




Creo que lo que me he estado preguntando a mí mismo a medida que crece mi consciencia de nuestra comunidad musulmana, es esto: ¿Somos, como comunidad, otra Atlántida condenada a perecer en el agua? ¿Habrá algún pensador, algún Platón en nuestro futuro lejano, que discuta sobre la hundida comunidad musulmana postmoderna y su hidratada estructura social?




 




Estas son preguntas que nos debemos plantear cada vez que nos vemos en un espejo, una ventana o una plácida piscina que refleje nuestra imagen. La simple aparición de nuestro propio reflejo debe hacer que reflexionemos instantáneamente en nuestro estado comunal. ¿Dónde estamos? ¿Nos estamos dejando arrastrar por las aguas que arrasaron con el fantástico paisaje de la Atlántida?




 




Siendo un miembro de la comunidad musulmana, autóctono de esta isla musulmana en el mar de este mundo material, puedo decirte que no estamos surfeando en las olas, que no somos una verdadera comunidad, y que las olas están golpeando nuestras cabezas, adormeciéndonos ante la presencia de los demás, aturdiendo nuestros sentimientos de unión, nuestro sentido de unidad.




 




Pero, dejemos de lado toda poesía y analogía; mi punto es que nuestra comunidad no está en su mejor forma. La familia, que es la estructura fundamental y absolutamente primaria de una comunidad, se está desmoronando entre nosotros a medida que se va estableciendo la idea de crecer y marcharse, a medida que se vuelven más frecuentes las cenas frente al televisor y la frase “sálvese quien pueda”, y a medida que los jóvenes, como yo, nos damos cuenta de que tenemos la tendencia de lanzarnos al camino y no volver más a nuestros hogares, a menos que ocurra un eclipse solar o algún otro evento de gran difusión.




 




Los líderes de nuestra comunidad son… bueno, y después de todo, ¿quiénes son ellos? Realmente no tenemos un buen grupo de líderes eficientes, hombres y mujeres que comprendan la esencia de nuestra fe para ser equilibrados, para ser empáticos con todo el espectro de color, para que emitan consejos flexibles y graduales, no ordenes y prohibiciones en blanco o negro que condenan a unos y aceptan a otros.




Es tiempo de reclamar la comunidad, de luchar contra la marea a la altura de la ola. Es tiempo de sacar a flote a la Atlántida.




 


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