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Al-lah Creó al hombre para ser Su siervo y para implementar Su ley en la tierra. Si los humanos se alejan de este mensaje, entonces se alejan de los mandamientos de Al-lah. Es por eso que el Islam ha preparado a sus seguidores para seguir su instinto virtuoso, es una alegría para nuestro espíritu el pensar en la grandiosidad de la Justicia Islámica, ¡cuán imparcial es la Ley Islámica, tanto para los individuos como para los grupos, para los gobernantes y para los gobernados!





Veamos uno de los más grandes y sobresalientes símbolos de justicia del Islam, Shurayh Al Qadi (el juez), quien narró lo siguiente: “El Califa ‘Umar ibn Al Jattab, que Al-lah esté complacido con él, compró un caballo de un beduino, pagó su precio y se fue montado en él. Sin embargo, luego de haber recorrido una corta distancia, el Califa notó alguna clase de defecto en el caballo así que regresó donde el vendedor, pidiendo devolverlo ya que estaba defectuoso. Entonces el hombre se negó, diciéndole al Califa que el caballo estaba perfectamente saludable cuando él se lo vendió. ‘Umar, que Al-lah esté complacido con él, le dijo al hombre que escogiera un juez y el hombre sugirió a Shurayh bin Al Hariz Al Kindi, a quien ‘Umar aceptó.





 





Después de que el juez escuchó el testimonio del beduino, se dirigió a ‘Umar, que Al-lah esté complacido con él, y le preguntó: ‘¿Estaba el caballo normal y saludable cuando tú lo compraste?’ ‘Umar respondió: ‘Sí, lo estaba’. Así que Shurayh dijo: ‘Entonces quédate con lo que compraste, o regrésalo como lo tomaste’. ‘Umar, que Al-lah esté complacido con él,  miró a Shurayh con admiración y dijo: ‘Así debe ser la justicia…Te doy la posición de Jefe de Justicia en Kufa, en Iraq”.





Esta es la Justicia Islámica, un beduino ordinario llevando al Califa a la corte, decidiendo a qué juez acudir y el califa aceptando la decisión del juez voluntariamente. Sin embargo, este líder no era un hombre ordinario, sino que era aquel sobre quien el Profeta Muhammad, sallallahu ‘alayhi wa sallam, había dicho: “¡Oh Al-lah! Haz victorioso al Islam por uno de los dos ‘Umar (al convertirse en musulmán)”.





‘Umar, que Al-lah esté complacido con él, no amenazó al beduino ni abusó de su poder; sino que aceptó la decisión del juez con toda modestia.





 





‘Umar, que Al-lah esté complacido con él, admitió que el caballo estaba saludable cuando lo tomó y aceptó el veredicto, haciendo del caso un ejemplo imperecedero para la Justicia Islámica. La imparcialidad del juez hizo que ‘Umar, que Al-lah esté complacido con él, lo nombrara juez de Kufa. Él recompensó al juez por su justicia e imparcialidad, y no lo encarceló por fallar en su contra, como algunos líderes pueden haber hecho en las actuales “democracias”.





 





Otro ejemplo de la justicia de Shurayh:





 





‘Ali ibn Abi Talib, que Al-lah esté complacido con él, perdió un escudo que era muy querido para él y luego lo encontró en las manos de un ciudadano no musulmán, quien lo estaba vendiendo en uno de los mercados de Kufa. Cuando lo vio, ‘Ali, que Al-lah esté complacido con él, dijo: “Este es mi escudo que se cayó de mi camello, en tal y tal noche, en tal y tal fecha”. El hombre respondió: “No, este es mi escudo”. Entonces ‘Ali dijo: “No, es mío ya que nunca lo vendí ni se lo di a nadie”.





 





El hombre acordó dejar que un juez decida, lo cual ‘Ali aceptó. Ellos fueron donde Shurayh quien preguntó a ‘Ali su versión de la historia. ‘Ali, que Al-lah esté complacido con él, dijo que el escudo era suyo y que lo había encontrado con aquel hombre, ese escudo se le había caído del camello y el nunca se lo había vendido o dado a nadie. El juez se dirigió al otro hombre para preguntarle su versión de la historia. El hombre dijo que no acusaba a ‘Ali, que Al-lah esté complacido con él, de estar mintiendo, pero que el escudo era suyo ya que estaba en sus manos.





Así pues, Shurayh se dirigió a ‘Ali diciendo: “Te creo, pero necesitamos el testimonio de dos testigos para respaldar tu historia”. ‘Ali, que Al-lah esté complacido con él, dijo que allí estaban su ayudante, Qanbar, y su hijo, Al Hasan, que Al-lah esté complacido con él, a lo que el hombre replicó que un hijo no puede testificar a favor de su padre. ‘Ali dijo: “¡Oh Al-lah! ¿Un hombre a quien se le ha prometido el Paraíso no puede actuar como testigo? ¿No has escuchado que el Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, dijo que Al Hasan y Al Husayn, que Al-lah esté complacido con ambos, serán los amos de los jóvenes del Paraíso? Shurayh dijo: “Sí, lo he escuchado, pero un hijo no puede testificar para su padre”.





 





Entonces ‘Ali se dirigió al hombre y le dijo: “Toma el escudo, ya que no tengo ningún otro testigo”.





 





El hombre, que no era musulmán, dijo entonces: “Oh ‘Ali, el escudo es tuyo. ¡Qué religión tan grandiosa! Puedo enjuiciar a ‘Ali y conseguir que el juez tome una decisión en mi beneficio. Me declaro musulmán”. Él le dijo al juez que estaba siguiendo al ejército y vio que el escudo se cayó y lo recogió. Entonces ‘Ali, que Al-lah esté complacido con él, le dijo que conservara el escudo y además le dio un caballo. Poco tiempo después, el hombre fue visto luchando contra los apóstatas bajo el mando de ‘Ali. ¿A caso estos dos ejemplos no nos parecen suficientes para seguir a esos grandes hombres?



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