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No cabe duda de que verdadera mujer musulmana se distingue por su carácter y está orgullosa de su elevado estatus que el Islam le otorgó desde una etapa muy temprana, antes de que las mujeres en otras naciones consiguieran algo semejante. Hace catorce siglos atrás, el Islam proclamó todos los derechos de las mujeres por primera vez en la historia, y así las mujeres musulmanas disfrutaron de los derechos humanos varios siglos antes de que el mundo siquiera escuchara sobre organizaciones de derechos humanos o fuera testigo de alguna “Declaración de los Derechos Humanos”.





En aquella temprana época, el Islam declaró que las mujeres eran las mitades gemelas de los hombres, como se sostiene en el hadiz narrado por Abu Dawud, Trimidhi, Ad-Darimi y Ahmad. En un tiempo en que el mundo cristiano ponía en duda la humanidad de la mujer y la naturaleza de su alma, el Corán declaró (lo que se interpreta en español): {Su Señor les respondió sus súplicas y dijo: No Dejaré de recompensar ninguna de vuestras obras, seáis hombres o mujeres. Procedéis unos de otros…} [Corán 3:195]





El Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, aceptó el juramento de lealtad al Islam y obediencia de las mujeres, tal como aceptó el de los hombres. El bai’ah de las mujeres era independiente y separado del de los hombres, y no era realizado como un acto de obediencia ciega. Esta es una confirmación de la independencia de la identidad de la mujer musulmana, y de su competencia para asumir la responsabilidad de dar el juramento de lealtad y hacer el compromiso de obedecer a Al-lah, Glorificado y Exaltado sea, y ser leal a Él y a Su Mensajero. Todo esto ocurrió siglos antes de que el mundo moderno reconociera los derechos de libertad de expresión y el derecho a votar independientemente. Esto además de otros derechos importantes, como su derecho a poseer riqueza de forma independiente y su libertad de la responsabilidad de gastar en otros, incluso si ella es rica, y su igualdad con los hombres en cuanto a su valor como ser humano, a recibir educación y en cuanto a los deberes religiosos y legales en general. No es posible realizar, en este pequeño espacio, una completa discusión sobre los derechos que el Islam ha dado a las mujeres y es respeto que les ha otorgado.





El nivel de respeto, derechos y competencia alcanzados por la mujer musulmana es sorprendente para las mujeres occidentales. Recuerdo el comentario de una mujer norteamericana sobre una conferencia dada en los Estados Unidos por un erudito sirio, el Shaij Bahyat Al Bitar, respecto los derechos de la mujer en el Islam. Esta mujer estaba sorprendida por los derechos que la mujer musulmana había obtenido hacía 15 siglos atrás; ella se levantó y preguntó: “Lo que usted dice sobre la mujer musulmana y sus derechos, ¿es verdad o es solo propaganda? Si es verdad, entonces lléveme a vivir con usted por lo menos hasta que muera". Muchas otras mujeres occidentales también han expresado su asombro ante el estatus y respeto otorgados a la mujer en el Islam.





La mujer musulmana moderna, si ella comprende todo esto, también se llena de admiración por su religión; su fe se profundiza y su convicción de la grandeza y perfección de este plan divino para la felicidad humana, el bienestar del hombre y la mujer por igual, se hace más fuerte. Es suficiente para ella saber que hace 15 siglos el Islam alcanzó para la mujer, de una sola vez, lo que ninguna otra nación ha alcanzado en 20 siglos.





La Revolución Francesa en el siglo 18 produjo un documento de los derechos humanos titulado “Declaración de los derechos del hombre y los ciudadanos”. La primera cláusula de este documento sostenía: “Los hombres nacen libres e iguales ante las leyes”. Hubo un intento de agregar las palabras “y las mujeres”, pero fue rechazado, y la cláusula permaneció confinada únicamente a los hombres: “El hombre nace libre y no debe ser esclavizado”. Un siglo más tarde, el gran erudito francés Gustav Le Bon, a finales del siglo 19 y principios del 20, sostuvo en su libro La Psicología de las Personas que la mujer nunca ha sido igual al hombre excepto en periodos de decadencia; este comentario vino en su refutación de las demandas de que las mujeres debían ser iguales a los hombres en cuanto a tener el mismo derecho al voto.





Así es como permaneció la situación hasta la aparición de la “Liga de las Naciones”, siguiendo a la Primera Guerra Mundial; y la Organización de las Naciones Unidas siguió a la Segunda Guerra Mundial. Los abogados de los derechos de las mujeres consiguieron establecer la igualdad de las mujeres con los hombres solo después de un enorme trabajo, porque se enfrentaron con el obstáculo de tradiciones y costumbres casi religiosas; ellas no tenían acceso a ningún texto de leyes nacionales o internacionales que tratara a la mujer con algún grado de justicia, del cual pudieran hacer uso para derribar esos obstáculos y liberar a las mujeres del legado de opresión del pasado. Mientras que 15 siglos atrás el Islam demostró definitivamente, en el Corán y la Sunnah, que el hombre y la mujer eran iguales en términos de recompensa, castigo, responsabilidad, adoración, valor y derechos humanos.  





Cuando el Islam hizo a los hombres y mujeres iguales en términos de derechos humanos, también los hizo iguales en términos de deberes humanos, ya que a ambos se les asignó el rol de califas (vicerregentes) sobre la tierra y se les ordenó poblarla y cultivarla, y adorar a Al-lah, Exaltado y Glorificado sea. El Islam les dio a cada uno de ellos un rol único para establecer una sociedad humana virtuosa; estos roles son complementarios, no contradictorios, y se aplican a todo hombre y mujer. Cada sexo debe desempeñar su rol para el cual está más capacitado y calificado, para así poder generar individuos, familias y sociedades fuertes y alcanzar la solidaridad, asistencia mutua y cooperación entre ambos sexos, sin impedir a nadie realizar cualquier acto permitido que desee hacer. Los hombres y las mujeres son igualmente regulados por cualesquiera que sean los intereses de la humanidad, y ambos serán recompensados de acuerdo a sus acciones en esta vida, como Dice Al-lah (lo que se interpreta en español): {Al creyente que obre rectamente, sea varón o mujer, le Concederemos una vida buena y le Multiplicaremos la recompensa de sus obras.} [Corán 16:97]





Tanto los hombres como las mujeres son considerados “pastores” que son responsables por sus “rebaños”, como afirma el famoso hadiz del Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam.





La mujer musulmana que comprende el elevado estatus que el Islam le dio hace 15 siglos, sabe bien que la posición de las mujeres en toda nación gobernada por leyes antiguas era terrible, especialmente en India y Roma, en Europa durante la Edad Media, y en Arabia antes del advenimiento del Islam. Por eso ella se enorgullece de su identidad islámica, su religión verdadera y su elevado estatus como ser humano.





El lugar de las mujeres bajo las antiguas leyes puede ser resumido en el cometario del líder indio Jawarharlal Nehru, en su libro The Discovery of India (El Descubrimiento de la India): “La posición legal de las mujeres de acuerdo con Manu, era sin duda muy mala. Ellas eran siempre dependientes ya sea de un padre, un esposo o un hijo”. Se sabe que la herencia en la India siempre pasaba de hombre a hombre, y excluía completamente a las mujeres.





Nehru comentó sobre esto: “En todo caso, la posición de las mujeres en la antigua India era mejor que la de la antigua Grecia o Roma, o durante los comienzos del periodo cristiano”





El lugar de la mujer en la antigua ley romana estaba basada en una completa negación de sus derechos civiles, y sobre la necesidad de que esté constantemente bajo la tutela de un tutor, ya sea menor o haya alcanzado la mayoría de edad, simplemente porque era mujer. Por tanto, ella estaba siempre bajo la tutela de su padre o su esposo, y no tenía ninguna libertad para hacer lo que quisiera. En general, ella podía heredar, pero no tenía ningún derecho sobre la herencia.





Bajo la ley romana, la mujer era simplemente una de las posesiones de su esposo, privada de su propia identidad y libertad de actuar. Los efectos de esta ley aún son visibles en la actualidad en los estados más modernos, cuyas leyes aún siguen siendo influenciadas por el derecho romano.





Como resultado de la influencia de la ley romana, la posición de las mujeres durante los inicios del periodo cristiano era tan mala como Nehru sugiere. Algunos concilios religiosos arrojaron dudas sobre la humanidad de la mujer y la naturaleza de su alma; se realizaron conferencias en roma para debatir estos asuntos y discutir sobre si la mujer poseía alma igual que el hombre, o su alma era como la de animales tales como la serpiente o el perro. Incluso, una de esas reuniones en Roma decidió que las mujeres no poseían alma después de todo, y que nunca serían resucitadas en la otra vida.





En la Península Arábiga, la mayoría de las tribus antes del advenimiento del Islam consideraban a las mujeres como algo despreciable y aborrecible. Eran vistas como una fuente de vergüenza, que muchos trataban de evitar enterrando a las niñas vivas tan pronto como nacían.





El Islam condenó esta terrible situación de las mujeres en más de un lugar en el Corán. Con respecto a la baja estima en que se tenía a las mujeres en la época de la yahiliah, Dice Al-la (lo que se interpreta en español): {Cuando se le anuncia a uno de ellos [el nacimiento de] una niña, se refleja en su rostro la aflicción y la angustia. Por lo que se le ha anunciado, se esconde de la gente avergonzado y duda si la dejará vivir a pesar de su deshonra o la enterrará viva. ¡Qué pésimo lo que hacen!} [Corán 16:58-59]





Explicando la gravedad del crimen de enterrar vida a una niña inocente que jamás ha cometido ningún pecado, Dice Al-lah (lo que se interpreta en español): {Se pregunte a las niñas que fueron enterradas vivas por qué pecado las mataron.} [Corán 16:58-59] 





Las mujeres se encontraban en las más horrorosas y humillantes situaciones, en las cuales hasta su misma humanidad estaba en duda –especialmente en el mudo árabe antes de la llegada del Islam, y en la mayor parte del mundo civilizado de esa época, en Roma y durante el inicio del periodo cristiano–. La mayoría de las naciones y estados modernos aún están influenciados por la ley romana, como es bien sabido por los eruditos de las leyes.





Las mujeres musulmanas comprenden la gran bendición que Al-lah, Glorificado y Exaltado sea, les Concedió cuando la luz del Islam brilló sobre el mundo árabe. Dice el Corán (lo que se interpreta en español): {…Hoy os He Perfeccionado vuestra religión, He Completado Mi gracia sobre vosotros y He Dispuesto que el Islam sea vuestra religión…} [Corán 5:3]





El alma de la mujer musulmana está llena de felicidad, alegría y orgullo, y su estatus y posición son elevados por el hecho de que el Islam otorga a la madre un lugar más elevado que el del padre. Vino un hombre ante el Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, y dijo: “Oh, Mensajero de Al-lah, ¿quién de entre las personas es más merecedor de mi buena compañía?” Él, sallallahu ‘alaihi wa sallam, dijo: “Tu madre”. Él (hombre) preguntó: “Luego, ¿quién?”. Él, sallallahu ‘alaihi wa sallam, dijo: “Tu madre”. Él (hombre) preguntó: “Luego, ‘¿quién?” El Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, dijo: “Tu madre”. Él (hombre) preguntó: “Luego, ¿quién?” El Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, dijo: “Luego tu padre”. [Bujari y Muslim]





Debida la forma en que fue creada, la mujer es única en su habilidad de concebir un niño, amamantarlo y cuidar de él, un rol difícil y que involucra un trabajo muy duro, como señala el Corán: {Le Hemos Ordenado al hombre ser benevolente con sus padres. Su madre le lleva [en el vientre] soportando molestia tras molestia, y su destete es a los dos años. Sed agradecidos Conmigo y con vuestros padres; y sabed que ante Mí compareceréis.} [Corán 31:14]


 


Debido a que esta pesada carga es puesta sobre los hombres de la mujer, al hombre se he ha dado el rol de mantener y proteger a la familia (qawwamun); ellos tienen el deber de conseguir el sustento para la familia. Sin embargo, muchos hombres aún no comprenden el estatus de la madre en el Islam como se refleja en el hadiz citado anteriormente, en el cual un hombre le preguntó al Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, quién era más merecedor de su buena compañía.





El Islam elevó el estatus de la mujer al poner el lugar de la madre por encima del padre, y también le dio a la mujer el derecho de mantener su propio apellido después de casarse, pudiendo así mantener su propia identidad al no tener que adoptar el apellido de su esposo después del matrimonio, como ocurre en Occidente, donde la mujer casada debe cambiar su apellido por el de su esposo. Así, el Islam preserva la identidad de la mujer luego del matrimonio; aunque la mujer musulmana es alentada a ser una buena esposa, obedecer y respetar a su esposo, su identidad no es engullida por la de él.





Si agregamos a esto el hecho de que el Islam ha dado a la mujer el derecho a la completa libertad en cuanto a disponer de su propia riqueza y que no espera que gaste en la manutención de nadie, el estatus al que el Islam ha elevado a la mujer se hace claro como el agua. Por lo tanto, podemos comprender cuánto busca el Islam que la  mujer sea libre, orgullosa, respetada, y capaz de cumplir su gran misión en la vida



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