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TAMARA GRAY





CONTRIBUYENTE INVITADA | La Dra. Tamara Gray es la fundadora de Rabata, una organización dedicada a promover un cambio cultural positivo a través de experiencias educativas creativas. Ella es una erudita islámica y tiene múltiples ijazas en textos sagrados islámicos y temas. La shaykha Dra. Tamara completó su doctorado en el programa de Liderazgo, Política y Administración de la Universidad de St. Thomas en St. Paul, Minnesota. Ella tiene una maestría en Teoría e Instrucción Curricular y trabajó durante veinticinco años en el campo de la educación, antes de mudarse al mundo sin fines de lucro.





 





INTRODUCCIÓN




El término «femenino» evoca imágenes de flores y telas rosadas suaves, sonrisas dulces y palabras habladas con ternura. Hace años, a las niñas en Minnesota que preferían el fútbol a la costura se las llamaban «marimachos» porque sus pasatiempos no eran femeninos o «para niñas». Hoy en día, los niños cuestionan su propio sexo biológico porque se identifican o no con las normas culturales sobre «ser una niña» o «ser un niño». Los musulmanes a menudo van de la mano con esta perturbadora tendencia al aferrarse a una definición binaria de comportamiento femenino y masculino, aplicando estas normas a todas las mujeres y hombres, y afirman que lo hacen basándose en la religión.





Además de este problema, el «estatus de las mujeres musulmanas» y «el papel de las mujeres en el Islam» son temas que han sido lanzados de un orador a otro como un gran pedazo de masa de pizza. Cada uno lanza la masa al aire, haciendo declaraciones sobre los roles y responsabilidades de las mujeres musulmanas como esposas y madres; algunos les dicen a las mujeres que no vayan a la mezquita, mientras que otros piden que las mujeres renuncien a sus derechos de independencia financiera y autonomía personal que Dios les ha dado. Otros oradores pueden alejarse de los valores tradicionales; por ejemplo, negando la necesidad del hijab y pidiendo a las mujeres musulmanas que desafíen la religión y el fiqh tradicional. Este pensamiento binario ha causado confusión y desconcierto, especialmente entre las mujeres de fe. ¿Quién soy yo como mujer musulmana? ¿Qué significa ser mujer y qué papel juega la feminidad en mi vida? Estas son preguntas resonando en la mente de mujeres jóvenes y ancianas por igual.





Para responder a estas preguntas, debemos encontrar una manera de romper con las ideas preconcebidas sobre la feminidad y la masculinidad que hemos adoptado de manera subconsciente. En las siguientes páginas, primero discuto los mitos occidentales sobre la feminidad. Luego miro a las mujeres mencionadas en el Corán y las mujeres musulmanas a lo largo de los siglos, en un intento de proponer un modelo de feminidad musulmana que está arraigado en las mismas mujeres musulmanas.





LA JUNE CLEAVER GLOBAL




Durante el gobierno colonialista, los gobiernos occidentales y las escuelas misioneras introdujeron sus propias creencias sobre la feminidad en las tierras musulmanas. Su concepto de la mujer delicada y desfalleciente chocó fuertemente con el ejemplo de la valentía en la batalla de Safiyya bint Abdul Muttalib رضي الله عنها pero, sin embargo, comenzó a impregnar las culturas locales. Finalmente, la «mujer ideal» que cocina, limpia, sirve dócilmente a su esposo y educa a sus hijos se convirtió en parte integral de las khutbas y halaqas—todo sin cuestionar de dónde procedía ese ideal en primer lugar.





La sexualización de las mujeres, y especialmente de las mujeres musulmanas, también se convirtió en parte del espíritu femenino. El harén se convirtió en un tropo orientalista mientras que, en realidad, siguió siendo el haram—el lugar donde las mujeres se reunían para lavar la ropa y cocinar sin la necesidad de un hijab en un espacio donde no se permitía a los hombres.





Imágenes de familias tradicionales nos llegan desde programas de televisión. Se nos enseña que mamá y papá y dos hijos y medio conforman una familia ideal. Después de la Segunda Guerra Mundial, los EE. UU. inventó el suburbio y los trabajadores sociales comenzaron a respaldar “la separación de la familia nuclear y miraron con recelo a las redes activas de familias extensas”.[1] Para la mayoría de las mujeres, este paso a familias nucleares separadas de otros miembros de la familia que los apoyan significó más tareas domésticas y menos sistemas de apoyo. Las comedias en la década de 1950 mostraban a hombres apodados como «étnicos» como incapaces de «controlar» a sus esposas, mientras que la ama de casa blanca de clase media se portaba bien. Una imagen de la feminidad ideal unida a una ama de casa dócil y dulce nació y luego se exportó a todo el mundo a través de películas y televisión para que la gente de cada cultura la absorbiera. De repente, en las sociedades musulmanas, había trabajo de mujeres (trabajo doméstico) y trabajo de hombres (trabajo de oficina), aunque nuestro mismo Profeta ﷺ nunca había respaldado esta distinción.





Los musulmanes se preocupan mucho por la familia, y éramos particularmente susceptibles a la imagen de la felicidad perfecta, la sumisión y la «luz» femenina. Sin embargo, era solo una imagen. La ruptura de la familia amplia y el establecimiento de una definición de feminidad han tenido consecuencias trágicas. Las necesidades emocionales no pueden ser satisfechas por tan pocas personas, las redes de personas del mismo sexo se han disuelto, y el éxito fuera de la familia se ha definido como individual, estratégico e inteligente, mientras que el éxito dentro de las familias es descrito como abnegado, desinteresado e implica un desprecio intencional por la racionalidad.[2] El resultado ha sido la infelicidad. En los años sesenta, muchas mujeres intentaron rectificar su vacío lanzándose al mercado laboral y exigiendo igualdad de acceso e igualdad de trato. «Los valores competitivos y adquisitivos que adoptaron las mujeres cuando abandonaron la vida doméstica las llevaron a convertirse en ‘clones «de los hombres’”.[3] Las cualidades femeninas entonces, sin examinarlas, fueron asociadas con debilidad y fracaso. La nostalgia creció por «la familia tradicional», pero la mayoría de la gente ya había olvidado lo que realmente era (la versión ampliada original).





Si la imagen de la mujer domesticada es un falso ideal, ¿cuál es la versión musulmana de feminidad? Debemos tener cuidado de no adoptar tropos que no definimos originalmente y que no se ejemplifican en nuestra historia. En su lugar, debemos mirar al Corán y la Sunna para descubrir las características de la mujer y la feminidad. El Corán no está vacío de mujeres; de hecho, hay varios ejemplos de mujeres en el Corán, creyentes y no creyentes. A continuación, veremos algunos de estos ejemplos.





LAS MUJERES EN EL CORÁN




Las mujeres mencionadas o referidas en el Corán abarcan toda la gama de roles sociales. Madre soltera, mujer estéril, mujer fértil, esposa de un gran hombre, esposa de un hombre detestable, mujer sin evidencia de un cónyuge, mujer casada que busca tener una aventura, y una divorciada son ejemplos de mujeres encontradas en el Corán. Su estatus social no es la historia principal, pero es interesante saber que casi todas las posibilidades están representadas.





LA MADRE SOLTERA




La madre soltera es, por supuesto, Maryam, Madre de Jesús عليهما السلام. Su feminidad se expresa en la historia de una mujer con gran confianza en su Señor. Ella le dio una lección a su tío, un profeta, cuando él le preguntó de dónde sacaba las frutas que eran fuera de estación respondiendo: «Proviene de Dios, porque Dios sustenta sin medida a quien quiere».[4] Y su tío escuchó con cuidado, volvió a su Señor, y pidió descendencia. Su oración fue contestada cuando su esposa, una mujer que había pasado sus años fértiles, quedó embarazada del Profeta Yahya عليه السلام. La madre de Jesús era muy joven (13 o 14 según los eruditos cristianos) y la madre de Yahya era muy vieja (en sus 80 según las fuentes cristianas y Dios sabe mejor): el Corán las presenta a ambas como mujeres de fe y confianza en su Señor.





La historia de Maryam (que Dios esté complacido con ella) es una de lucha y dificultad. Estamos con ella cuando ella da a luz al profeta ‘Isa/Jesús عليه السلام. La observamos mientras, sola y en agonía, le es enviado por Dios un consuelo en forma de ángeles y un árbol lleno de frutos. La vemos regresar a su gente que, como es lógico, está sorprendida. Ella no huye ni se esconde, sino que confía en un milagro de Aquel que le dio este regalo: el niño en sus brazos habla. Ella posee una gran valentía en cada paso de este viaje, y también vemos su compromiso con el camino que Dios le dio. Vemos a una mujer valiente, confiada y comprometida.





CASADA




Āsiyya estaba casada con uno de los peores hombres de todos los tiempos: el Faraón. Era un narcisista arrogante que le dijo a su pueblo: “Yo soy su Señor supremo”[5]. Assiyya es representada como una mujer de fe que pudo sacar a un niño judío del río y salvarle la vida al mismo momento en que el faraón estaba matando bebés varones judíos. Ella no se acobarda ante los deseos de un marido, ni su confianza en el Señor es influenciada por la crueldad de su esposo. Aprendemos que las mujeres tienen autonomía y deben obedecer y adorar a Dios, independientemente de quién sea su esposo. Luego nos encontramos con las esposas de Noé y Lot عليهما السلام que se negaron a creer y fueron castigadas. Estas historias también son importantes porque, sin ellas, podríamos haber llegado a la conclusión de que la vida de mujer por sí sola es piadosa. Pero en realidad, las mujeres (como los hombres) deben elegir la bondad y la creencia por sí mismas, independientemente de las buenas o malas decisiones de su cónyuge. En los ejemplos de Āsiyya y las esposas de Lot y Noé, la feminidad no es especial. Todos, hombres y mujeres, participamos en la misma lucha humana de creer o no creer, en la que todos desde el principio de los tiempos hasta el final de los tiempos, nos hemos comprometido y continuaremos participando.





SIN EVIDENCIA DE UN MARIDO         




La reina de Saba, Bilqis, es presentada en el Corán como una líder justa que consultaba a sus asesores. El profeta Suleiman/Salomón عليه السلام la probó alterando su trono. Él le preguntó si era su trono y ella dijo: «Pareciera que fuera él».[6] Ibn Kathir dice que esta respuesta demuestra su inteligencia, su fuerte determinación y su sabiduría. La representación de Bilqis en estos versos es una de una líder capaz y una mujer que tomaba sus propias decisiones. El Corán no dice nada sobre su estado civil. Es irrelevante para los aspectos importantes de su persona: la creencia y el buen liderazgo. Ella fue valiente en sus interacciones con el Profeta Suleiman عليه السلام y confiada en su discusión con sus consejeros. Cuando se convierte en creyente, es con gran compromiso y trae consigo a sus ciudadanos.





BUSCANDO UNA AVENTURA




Luego nos presentan a la esposa de Aziz, que es una mujer casada, pero se ve tentada por la buena apariencia de su esclavo Yusuf/José عليه السلام. Intentó seducirlo y luego invitó a otras mujeres a su casa para poder demostrarles su naturaleza irresistible. Ellas también lo desean y él va a la cárcel. Más adelante en la historia, ella se arrepiente e identifica la fuente de sus problemas: “No pretendo excusarme, porque el alma suele ordenar el mal, y solo están a salvo de ello aquellos a quienes mi Señor los protege. Mi Señor es Absolvedor, Misericordioso».[7] La Reina de Saba se presenta como un ejemplo de una mujer que toma decisiones lentamente pero estas son profundamente inteligentes. Zulaikha (la esposa de Aziz) es apasionada, empujada a cometer errores debido a su deseo, pero al final de la historia también ella es llevada al arrepentimiento y la claridad. Aprendemos que la personalidad puede influir en la forma en que actuamos, pero no determina nuestra capacidad para creer y hacer buenas obras. De hecho, Zulaikha demuestra ser valiente en el arrepentimiento y el compromiso con su Señor, ya que finalmente elige a Dios por encima de una vida de pecado y seguir sus deseos.





DIVORCIADA




El Corán también se refiere a la divorciada, Zaynab bint Jahsh رضي الله عنها, a quien Dios le otorgó el gran regalo del matrimonio con el Profeta. La historia de Zaynab es uno de los casos de una mujer cuya vida se usa como un ejemplo para otros creyentes. La lección fue que el divorcio no es un signo de una mala musulmana, ni de una mujer fallida. De hecho, Dios dijo: «te la concederé en matrimonio».[8]





Y MÁS…




Hay otras mujeres mencionadas en el Corán: la mujer que se quejó a Dios por su esposo y fue respondida en Sura al Mujadila; Hawa (o Eva) que fue la primera mujer (20: 117, 2: 30-38); las hijas de Lot que estaban dispuestas a estar junto a su padre contra los caminos pecaminosos de la gente de Sodoma (15:71); Sarah, la esposa creyente de Ibrahim que se menciona como complacida por el nacimiento de su hijo Isaac (11: 71-72); la madre de Moisés que recibió instrucciones directas de Dios que ella obedeció (Dios envió una inspiración a la madre de Moisés para que pusiera a Moisés en un cesto de mimbre y lo arrojara al río, que finalmente llegó en la orilla del enemigo de Dios y él sería admitido; Corán 28: 7); y la hermana de Moisés, que lo trajo de vuelta con su madre para que lo amamantara (28: 12-13). Tanto su madre como su hermana fueron parte del proyecto divino para salvar a Moisés. Más tarde, la esposa de Moisés y su hermana se mencionan en el Corán (28: 26-27). La madre de Maryam, la esposa de Imran, también se menciona en el Corán como una mujer dedicada a Dios.[9] Las madres de los creyentes se mencionan como grupo (33: 28-29; 32-34) al igual que las hijas del Profeta ﷺ con el resto de las mujeres creyentes (33:59). Y finalmente, la esposa de Abu Lahab fue mencionada en el Corán (111: 4-4) como merecedora de un castigo por su hostigamiento y abuso del Profeta ﷺ.





DEFINICIONES CORÁNICAS DE LA FEMINIDAD




Si definiéramos la feminidad de acuerdo con el Corán, podríamos usar palabras como confianza, valor y compromiso con las promesas. Esa confianza, valor y compromiso se demostraron en la dedicación de la madre de Maryam de su hijo para el templo, en la respuesta de Maryam al Ángel (¿Cómo voy a tener un hijo si no me ha tocado ningún hombre ni he fornicado?),[10] y en la respuesta de Āsiyya a Faraón (Dijo la mujer del Faraón: «[Este niño] será una alegría para mis ojos y los tuyos. No lo mates. Puede que nos beneficie. ¡Adoptémoslo!» Ellos no presentían [en qué se convertiría]).[11] Las historias de las mujeres en el Corán narran la valentía y la creencia desconectadas de su estatus social o familiar.





El ejemplo de nuestros ancestros femeninos no fue el del mito occidental de «Déjaselo a Beaver», ni un deseo moderno de deshacerse de la vestimenta tradicional o los rituales de adoración. Más bien, encontramos mujeres con un sentido de propósito, un compromiso con la mejora de la sociedad y una relación devota con Dios y su profeta ﷺ. Lo «femenino» comienza a verse diferente en esta luz. De hecho, comienza a verse fuerte y poderoso en su conexión con Dios.





ROLES HISTÓRICOS        




Las realidades vividas de las mujeres musulmanas históricas son complicadas y valiosas. Dan riqueza y ejemplos pragmáticos a los conceptos teóricos y teológicos de la mujer y la persona. El pasado es una fuerza legitimadora y el presente es un ejemplo disipativo del fractal de nuestra historia temprana. Aun cuando el caos de la «civilización» occidental intenta borrarnos, las mujeres musulmanas demostramos nuestra fuerza regenerativa y una y otra vez entramos en nuestro propio espacio de fe y poder.





EL CASO DE AISHA  رضي الله عنها




Aisha رضي الله عنها fue una anomalía histórica. Su contribución a la ley y al pensamiento islámico se convirtió en parte del canon fundacional de la epistemología islámica y la tradición legal. Ella vivió casi 50 años después de la muerte del Profeta ﷺ y dejó un legado de liderazgo y enseñanza a su paso. Tal papel para una mujer como fundadora intelectual era inaudito en otras creencias, filosofías y teorías sociales. Pero Aisha, conocida por su franqueza abierta y su compromiso de continuar y llevar adelante las enseñanzas del Profeta Muhammad ﷺ, rompió con las tendencias históricas y comenzó una nueva línea de erudición y liderazgo entre las mujeres musulmanas.





A ella, junto con las otras esposas del Profeta ﷺ, Dios le concedió el estatus de ummahat al muminin: «El Profeta es más digno de los creyentes que ellos mismos, y las esposas del Profeta son sus madres…»[12] La palabra umm o madre en árabe se relaciona con las palabras ummah (comunidad) e imam (líder). Como tal, contiene los significados de liderazgo y comunidad. En el pensamiento occidental, la Gran Madre es un arquetipo para los individuos y las sociedades.[13] Ella es una dadora y una clave para los misterios transformadores. Ella es fundamental para la transformación espiritual. El arquetipo de la madre es un símbolo del crecimiento, el cambio y el desarrollo. Está profundamente conectado con la religión porque es una fuerza direccional. De hecho, el término árabe imam significa pararse enfrente y  ummahat—o madres—pararse frente a la siguiente generación en el liderazgo.





Así como nuestras madres tempranas nos llevaron a una buena acción, liderazgo y una comprensión profunda de nuestro papel en la sociedad, también lo hicieron sus descendientes. A lo largo de la historia, ha habido mujeres, como individuos y como grupos, que han asumido el liderazgo en la fe y la comunidad mientras vivían el legado de liderazgo en sus vidas.





LAS PRIMERAS LÍDERES ESPIRITUALES Y RELIGIOSAS




En el primer siglo después de la hégira, ‘Amra bint Abdur Rahman comenzó la cadena de erudición femenina. Ella fue estudiante directa de nuestra Madre Aisha, que Dios esté complacido con ella, y una jurista respetada. En un momento dado, al enterarse de un fallo injusto, envió un mensajero a objetar. Su opinión fue considerada más fuerte que la del juez y la decisión fue corregida.[14]





En el siglo II, Nafisa al-Tahira, hafitha (memorizó el Corán), jurista, mufassira (autora de tafsir del Corán), muhadditha (erudita en la ciencia del hadiz), vivió en Egipto. Ella puso un ejemplo de la condición de mujer musulmana en sus vigilias de adoración, su enseñanza y su compromiso con su fe. El Imam Shafi’ fue alumno de Nafisa al Tahira, al igual que muchos, muchos otros. Ella era descendiente del Profeta ﷺ y vivió su ejemplo. El pueblo de Egipto la amaba profundamente. Se apiñaban en su casa para aprender de ella y recibir su bendición.[15]





El tercer siglo nos trajo una mujer que dedicó su dinero a la comunidad musulmana. Fatima al-Fihri (800-880 dC), utilizando su herencia, fundó la institución académica más antigua que aún otorga títulos académicos: la Universidad de Qarawiyyin en Fez, Marruecos. Comenzó el proyecto en ayunas, y así continuó ayunando durante los tres años enteros hasta que fue culminado. Ella demostró iniciativa, confianza en su capacidad para contribuir y dedicación a las prácticas de adoración en su decisión de ayunar durante la duración del proyecto.





Malika bint Dawud ibn Muhammad al Qurtaki fue una erudita con un profundo conocimiento que vivió en Egipto durante el siglo IV. Ella le dio una ijaza al gran espiritualista y erudito Ibn Asakir.[16]





En el siglo V, Karima bint Ahmad al Marwaziyya demostró cómo la difusión del Islam incluía a mujeres devotas. Originaria de Turkmenistán, Karima se convirtió en una reconocida erudita del hadiz que era conocida por su precisión y exactitud. Ella vivió y enseñó en La Meca y fue conocida como la «Shaykha de La Meca».[17]





Fatima bint Sa’d al Khair recorrió tierras en busca de maestros y hadices. Se instaló en Damasco y luego en El Cairo, enseñando en ambas ciudades y haciendo crecer una larga lista de estudiantes devotos. En el siglo VI, nació en donde hoy es China, de padres que habían viajado desde España.[18]





EL LEGADO DE AISHA        




Seis siglos y seis mujeres. Ninguna de ellas cuestionó su condición de mujer; más bien, preguntaron cómo podrían servir mejor a su fe. Cada una encontró una manera de enseñar o trabajar para mejorar su comunidad. Esta es la herencia de nuestra Madre Aisha. Esta es la feminidad del compromiso y el coraje.





Continuamos encontrando ejemplos de mujeres fuertes, mujeres políticas y mujeres de fe, a lo largo de los siglos, mujeres que enraizaron su trabajo y poder en su religión. Mujeres como Razia Sultan, líder del Sultanato de Delhi en el siglo séptimo, la reina Al Adar al Karima, líder de su pueblo y filántropa de Yemen en el siglo octavo, Bibi Raji, activista social que construyó mezquitas, escuelas, refugios y puentes en India en el siglo IX y la reina Aminatu de Zaria, una líder militar que gobernó su nación africana durante 34 años en el siglo X. Durante cinco siglos, las mujeres en las tierras musulmanas continuaron levantándose y asumiendo responsabilidades políticas y sociales, sin ninguna duda de que podían y debían asumir el liderazgo de sus comunidades.





En el siglo XI, Mumtaz Mahal demostró a las generaciones futuras la devoción de una esposa y una madre. Ella era profundamente religiosa y dio a luz a 14 niños, muriendo durante el nacimiento de su último hijo. Su esposo la lloró tan profundamente que construyó una de las siete maravillas del mundo para honrar su grandeza: el Taj Mahal.





El siglo XII después de la Hégira nos dio a la artista Asma Ibre, cuya primera obra importante fue una descripción del Profeta que le habían encargado, que hizo en su propio estilo artístico caligráfico. Sólo tenía quince años en ese momento. El Sultán del Imperio Otomano le pagó por su trabajo, y su último trabajo, completado cuando tenía solo 28 años, fue un mushaf del Corán escrito y decorado.[19] (Kazan, 2010).





Y en el siglo XIII, Nana Asma’u, del Califato de Sokoto, fue una erudita, poeta, activista y educadora que utilizó técnicas brillantes y creativas para garantizar la estabilidad del Islam en su país.[20] Generación tras generación ha visto mujeres que dedicaron sus vidas a la religión, la erudición, el servicio y la educación. El Islam crio a estas mujeres, pero no estaban solas ni eran la excepción a la regla.





COMUNIDADES DE MUJERES




En Uzbekistán, había una categoría poco conocida de líderes religiosas musulmanas llamadas Otines. Estas mujeres trabajaron durante siglos como eruditas, maestras y cuidadoras culturales de la fe. Las otines salvaguardaron el Islam y mantuvieron la tradición ante las políticas soviéticas destinadas a desbaratarlo. Estas mujeres vivían en un clima político que se oponía a su religión, pero su religión era la base de su trabajo. A medida que el sistema comunista se extendió y perdían espacio para enseñar e influir, buscaron nuevos lugares para enseñar y continuaron defendiendo la tradición religiosa.[21] Las otines comenzaron a aprender desde niñas, luego a los veinte años se les permitía comprometerse con una serie rigurosa de cursos y capacitación. A los cuarenta años, se les daba el estatus de maestras. Este sistema de maestras conservó los libros declarados ilegales, los conocimientos tradicionales y la autoridad moral[22]. También encarnaron el concepto de feminidad de compromiso y coraje que demostraron las mujeres en el Corán y nuestras primeras fundadoras.





La Organización Aisyiyah en Indonesia ha estado preservando el Islam por más de 100 años. Este ala del movimiento Muhammadiyah fue iniciado en 1917 por mujeres musulmanas para educar a las mujeres y luchar contra el atraso y los efectos negativos de los holandeses sobre el Islam en Indonesia. Trajo un equilibrio de piedad y actitudes contemporáneas hacia la fe. Las maestras perseveraron y aseguraron la continuación del Islam en las islas[23]. En su trabajo, nuevamente vemos la feminidad del coraje y el compromiso de servir al Islam y a los musulmanes.





China era otro lugar del liderazgo y la acción de las mujeres. En el siglo XV, se estableció un sistema de maestras llamadas jingshis[24] y, durante los siguientes cuatrocientos años, la educación islámica para niñas ayudó a preservar y proteger el conocimiento islámico durante la dinastía Qing (1616-1911). Las escuelas se llamaban Nuxue y Nusi. Tenían orígenes diferentes pero un objetivo singular: la educación de las mujeres en las ciencias islámicas.[25] También había otras mujeres preocupadas por la preservación del Islam en sus comunidades: las ahong, un comité de mujeres mayores. Su trabajo era abordar los desafíos que enfrentaba la comunidad a manos del partido comunista y las intervenciones estatales. Obtuvieron legitimidad política y derechos legales en sus roles como líderes comunitarias.[26] Nuevamente, vemos compromiso y coraje.





LA FEMINIDAD REDEFINIDA




Las mujeres a lo largo de la historia, como individuos y como organizaciones, han participado en la perpetuación de la tradición religiosa. Devotas, exitosas y energizadas, estas mujeres estaban comprometidas con sus metas personales. ¿Cuál es el marco islámico en el que trabajaron estas mujeres y que podría ayudar a las mujeres modernas a entender nuestro papel en la vida?





En primer lugar, las mujeres mencionadas no se vieron a sí mismas como mujeres primero, sino como siervas del Misericordioso. Se vieron a sí mismas como herederas del mensaje del Profeta, con el deber de propagarlo y apoyarlo desde sus lugares geográficos y épocas históricas.





La Dra. Zainab Alwani, en su obra Muslim Women and Global Challenges (Las Mujeres Musulmanas y los Desafíos Globales), dijo: “… cuidar el papel de las mujeres en la sociedad es fundamental; son los ojos de la sociedad los que identifican el problema y ayudan a brindar soluciones efectivas… tener este entendimiento permitirá a las comunidades musulmanas darse cuenta del significado del papel de las mujeres musulmanas en el establecimiento de una cultura y sociedad humana sana y pacífica».[27] Las mujeres musulmanas en el pasado entendieron esto. Reconocieron la importancia de sus contribuciones espirituales y religiosas a la sociedad y no eludieron sus deberes. De hecho, la creación de hombres y mujeres en conjunto es un indicador de nuestro trabajo mutuo. Allah (swt) dice en el Corán: «Los creyentes y las creyentes son aliados unos de otros, ordenan el bien y prohíben el mal, cumplen con la oración prescrita, pagan el zakat y obedecen a Dios y a Su Mensajero. De ellos Dios tendrá misericordia. Dios es Poderoso, Sabio”.[28] Esta actitud de trabajar juntos para mejorar la sociedad es el marco dentro del cual las mujeres musulmanas trabajaron y tuvieron éxito en las primeras generaciones.





Pero también existe el marco de la «maternidad»: el sentimiento de obligación hacia un niño no es diferente del sentimiento que las mujeres musulmanas demostraron a su comunidad. Las mujeres en los ejemplos aquí no se detuvieron a preguntar si debían servir, sino, como madres de bebés, se despertaron por la noche y trabajaron durante el día para hacer lo necesario para mantener vivo a su hijo, el Islam. Esta definición de maternidad, coraje y compromiso, es bastante diferente de los tropos occidentales de docilidad y obediencia.





La pregunta «¿Cuál es el papel de la mujer en la sociedad?» es una pregunta que resulta de la globalización del pensamiento occidental. En cambio, las mujeres musulmanas han estado preguntando: “¿Qué necesita la sociedad de mí?” y respondieron con poder, acción y compromiso que brotaron de sus recursos espirituales y religiosos. Al observar el Corán y nuestro pasado y ver mujeres individuales en cada siglo, así como grupos de comunidades de maestras a través de las fronteras geográficas, podemos encontrar una fuente de esperanza y fortaleza. Las mujeres musulmanas de hoy deben permanecer a la sombra de su legado y mirar fuera de la mezquindad de la vida moderna. Debemos engullir a nuestras comunidades con el compromiso, el coraje y el servicio que nos pertenece.





 





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