
Oh musulmán... este mensaje es para ti!”
No fue escrito al azar.
No cayó del cielo sin propósito.
Esta carta...
es tuya.
Para ti que diste un paso que muy pocos se atreven.
Para ti que elegiste a Allah…
aun cuando tu entorno no lo hizo.
No fue una decisión fácil.
Pero tampoco fue cualquier decisión.
Fue un salto al vacío…
con la certeza de que Dios te sostendría en el aire.
Dejaste atrás lo cómodo, lo conocido,
el idioma que entiendes,
la mirada de los que te rodean,
los “¿por qué hiciste eso?”
los “te estás volviendo loco…”
Y aun así, con todo ese ruido alrededor…
escuchaste la voz más suave: la del Creador.
Pronunciaste palabras que aún se te escapan.
Luchaste con letras nuevas, sonidos extraños…
Te equivocaste mil veces.
Pero ¿sabes qué?
Cada intento fue una victoria.
Porque mientras tú aprendías a decir “Bismillah”…
los ángeles ya decían tu nombre en voz alta.
Mientras tropezabas en una sura…
el cielo celebraba que estabas ahí.
Mientras llorabas sin entender por qué te sentías diferente…
Allah sonreía.
Porque tú no solo entraste al Islam…
el Islam entró en ti.
Tal vez nadie lo entiende.
Tu familia no sabe qué decir.
Tus amigos ya no te miran igual.
El idioma pesa.
La cultura abruma.
Y a veces... el silencio duele.
Pero escucha esto, y guárdalo muy dentro:
No estás solo.
Nunca lo estuviste.
Desde el primer “Allahu Akbar” que salió de tus labios…
la distancia entre tú y el cielo se hizo cero.
Esta nueva vida no es fácil, lo sabemos.
Pero es tuya.
Y es real.
Y cada paso que das…
te está llevando al Dueño de la paz.
Tú no estás aprendiendo una religión.
Tú estás recordando quién eres.
Tú no estás cambiando de camino…
estás volviendo al origen.
Y cuando el alma encuentra su casa…
ya no quiere salir.
Así que, aunque nadie aplauda…
aunque a veces te duela el pecho sin saber por qué…
aunque pronuncies mal, aunque olvides, aunque llores…
Dios lo ve TODO.
Cada intento, cada lágrima, cada oración a medias…
vale más de lo que imaginas.
No corras.
Solo camina con Él.
Y verás cómo las sombras desaparecen,
cómo la lengua se suelta,
cómo el miedo se convierte en paz…
cómo tú…
renaces.
Y cuando te preguntes si valió la pena…
recuerda esto:
Has sido elegido.
Has sido guiado.
Y ahora, has sido abrazado por el más Grande.
Querido/a musulmán/a…
Este mensaje es para ti.
Para ti que un día dijiste “La ilaha illa Allah”…
y desde entonces, nunca volviste a ser el mismo.
¿Te cuesta a veces?
¿Duele el silencio?
¿Pesan las miradas, las dudas, las diferencias?
Escucha esto… y guárdalo en el alma:
Tú no estás perdido…
Estás en camino.
Y al final de este camino…
hay un lugar que ni la mente puede imaginar.
El Paraíso…
Allah lo prometió a los creyentes sinceros.
No solo es un jardín con ríos y sombra…
Es un hogar eterno donde no existe la tristeza.
Donde no hay enfermedad, ni cansancio, ni miedo.
Donde cada deseo tuyo es concedido…
antes incluso de que lo pronuncies.
Y lo más grande…
Verás a los profetas…
Verás a Musa hablar con calma.
Verás a Isa sonreír con ternura.
Verás a Ibrahim abrirte los brazos…
Y verás a Muhammad ﷺ
mirarte con orgullo…
como diciendo:
"Lo lograste. Aguantaste. Valió la pena."
Y más allá de todo eso…
verás a Allah.
No con la imaginación.
No en sueños.
Sino con tus propios ojos…
Y en ese instante…
sabrás que cada prueba, cada lágrima, cada oración olvidada…
todo valió la pena.
Porque cada "Bismillah" tartamudeado…
cada sujud tembloroso…
cada día que dijiste "no entiendo pero confío"…
estaba escribiendo tu camino al Paraíso.
“Ningún alma sabe la alegría que le espera como recompensa por lo que solía hacer…” (Corán 32:17)
Así que no te rindas.
No te compares.
No corras.
Camina con Allah.
Y deja que cada paso te acerque…
a esa promesa que fue escrita para ti,
desde antes de nacer.
Hermano/a…
La eternidad te espera.
Y el dueño de los cielos…
te está esperando también.