creencia de Ibn Arabi y otros sufis que vinieron después de él.
La creencia en el Paraíso y el Infierno
En resumen, los musulmanes creen que tanto el Infierno y el Paraíso existen ahora, y que son dos moradas reales. El Infierno es donde una persona pecadora será castigada y el Paraíso es donde una persona piadosa será recompensada.
Los sufis, en general, creen que uno no debe pedirle a Dios que le conceda el Paraíso; ellos incluso afirman que el Wali (guardián, santo) no debe buscarlo, pues es un signo de la carencia de intelecto. Para ellos el “Paraíso” contiene un significado inmaterial, lo cual es recibir la sabiduría de lo oculto de parte de Dios y enamorarse de Él.
En lo que tiene que ver con el Infierno, un sufi cree que uno no debe tratar de escapar de él. De acuerdo con ellos, un verdadero sufi no debe ser temeroso del Fuego. Algunos incluso creen que si un anciano sufi escupiera en el Fuego, este se apagaría, como afirmó Abu Yazid Al-Bustami.
Principios del Sufismo
“Voluntaria y total sumisión al Sheij”, es probablemente la consigna del Sufismo. Dando un vistazo, es claro que un vínculo especial y completo se forma entre la cabeza de la orden sufi (el “Sheij”) y el Murid (seguidor); entender los principios del Sufismo yace en entender su estructura básica. Entonces, ¿de qué se trata todo esto?
Básicamente, el seguidor hace un juramento de lealtad, en el que se compromete a obedecer al Sheij y, a su vez, el Sheij promete librar al seguidor de todo problema o calamidad que pueda caer sobre él. El Sheij también ofrece al sincero seguidor lucrativos beneficios adicionales. Una vez el seguidor accede, él es bendecido y le es asignado un conjunto de Dhikr (canticos, alabanzas). El seguidor también debe llevar su vida de la manera estipulada por la orden sufi. Si un conflicto surge entre sus deberes dentro de la orden y sus deberes externos, el seguidor debe actuar de acuerdo a las instrucciones del Sheij. De esta manera, el control del Sheij sobre el seguidor se vuelve absoluto.
En general, el seguidor es separado del mundo exterior y es explotado en muchas formas. Como musulmanes creemos que ningún humano tiene poder o habilidad especial para librarnos de las calamidades de la tumba o el Más Allá. Cada uno de nosotros se presentará delante de Dios y será juzgado individualmente.
Dios nos dice:
“Quien siga la guía será en beneficio propio, y quien se descarríe sólo se perjudicará a sí mismo. Nadie cargará con los pecados ajenos”. (Corán 17:15)
Nosotros también creemos como musulmanes que no debemos someternos o rendirnos ante nadie sino solamente a Dios, Todopoderoso. Excepto del Creador, todo lo demás es propenso a cometer errores. El Profeta, que la paz y las bendiciones de Dios sean con él, dijo:
“Todos los hijos de Adán cometen errores, y los mejores de ellos son los que se arrepienten”. (Tirmidhi)
El Sheij
Él es la “autoridad suprema”, la cabeza de la distribución del “trabajo” dentro de la orden y da a cada uno de los seguidores su Dhikr necesario. Es a este individuo a quien el seguidor promete completa y total obediencia; de allí en adelante, las dos leyes universales del vínculo seguidor-Sheij entrarán en efecto:
a. El seguidor nunca debe discutir con el Sheij ni pedirle una prueba en relación con las acciones que él hace.
b. Quien sea que se oponga al Sheij habrá roto el “pacto” y queda excluido de todos los beneficios adicionales ofrecidos por el Sheij, incluso si se mantiene como un amigo cercano a él.
Como musulmanes creemos que todos los actos de adoración son Tawqifiyah, es decir, no son sujetos a opinión, sino que deben ser sostenidos con evidencias textuales que sean tanto auténticas como decisivas. Dios, el Todopoderoso, nos dice:
“Y dicen [la Gente del Libro]: Sólo entrará al Paraíso quien sea judío o cristiano. Esos son sus deseos. Diles: Traed vuestro fundamento si es que decís la verdad”. (Corán 2:111)
Nosotros creemos que no hay hombre intermediario entre Dios y Sus siervos. Debemos invocarlo a Él directamente. Dios nos dice:
“Vuestro Señor dice: Invocadme, que responderé [vuestras súplicas]. Por cierto que quienes actuando con soberbia se niegan a adorarme, ingresarán al Infierno humillados”. (Corán 40:60)
En el Sufismo, el Sheij es considerado “el hombre inspirado ante cuyos ojos los misterios de lo oculto son develados, pues los Sheijs ven con la luz de Dios y conocen qué pensamientos y confusiones hay en los corazones de los hombres. Nada puede ser escondido de ellos”.[1] Ibn Arabi afirmaba que él solía recibir revelación directa de Dios, similar a la forma en que lo hacía el Profeta Muhammad, y fue citado diciendo: “Algunos trabajos yo los escribí por mandamiento de Dios, enviado a mí en mi sueño o a través de revelaciones místicas”. (M. Ibn Arabi. The Bezels of Wisdom. pp.3)
Nosotros creemos que el conocimiento de lo oculto está restringido sólo a Dios. Cualquiera que diga que tiene conocimiento de lo oculto ha dicho una mentira. Dios nos dice:
“No hay nadie más injusto que quien inventa mentiras acerca de Dios y dice: ‘He recibido una revelación’, cuando en realidad no se le ha revelado nada; o dice: ‘Revelaré algo similar a lo que Dios ha revelado’”. (Corán 6:93)
El Profeta, que la paz y las bendiciones de Dios sean con él, dijo:
“No forjen mentiras sobre mí, porque aquel que así lo hace entra al Fuego”. (Sahih Muslim)
El Pacto
Esta es una interesante ceremonia, que por mucho es el principio más importante del Sufismo dado que es común entre todas las órdenes sufis. Aquí, el Sheij y el seguidor se toman de las manos y cierran sus ojos en solemne meditación. El seguidor, voluntariamente y de todo corazón, se compromete a respetar al Sheij como su líder y guía en el camino hacia Dios. También se compromete a adherirse a los ritos de la orden a lo largo de su vida y promete nunca abandonarla; al mismo tiempo, el seguidor se compromete a la completa e incondicional fidelidad, obediencia y lealtad al Sheij. Luego de esto, el Sheij recita:
“En verdad quienes te juran fidelidad están jurando fidelidad a Dios, pues la mano de Dios está sobre sus manos. Quien no cumpla con el juramento sólo se perjudicará a sí mismo; en cambio, quien respete lo pactado con Dios recibirá una recompensa grandiosa”. (Corán 48:10)
Luego se le da al seguidor su Dhikr específico. El Sheij le pregunta al seguidor: “¿Me has aceptado como tu Sheij y guía espiritual ante Dios, Todopoderoso?” En respuesta, el seguidor debe decir: “Yo he aceptado”, y el Sheij responde diciendo: “Y nosotros hemos aceptado”. Ambos recitan el Testimonio de Fe y la ceremonia se termina con el seguidor besando la mano del Sheij.
Esta ceremonia entera no se conocía durante la vida del Profeta y las mejores tres generaciones que le siguieron. El Profeta, que la paz y las bendiciones de Dios sean con él, dijo:
“Quien sea que viva después de mí verá muchas diferencias (es decir, innovaciones religiosas); entonces, adhiéranse a mi Sunnah y la Sunnah de los califas rectamente guiados”. (Abu Dawud)
El Profeta, que la paz y las bendiciones de Dios sean con él, también dijo:
“De verdad, la mejor palabra es el Libro de Dios, y la mejor guía es la guía del (Profeta) Muhammad y la peor obra son las innovaciones. Toda innovación (en temas de religión) es una bid’ah y toda bid’ah es mala guía, y la mala guía llevará al Fuego”. (Sahih Muslim)
El Imam Malik, que Allah tenga misericordia de él, dijo: “Aquel que introduce una innovación en la religión del Islam y la considera una cosa buena, de hecho afirma con ello que Muhammad traicionó (la confianza de hacer llegar completo) el Mensaje Divino”.
El Dhikr
Es también conocido como el Wird y en el Sufismo es la práctica de repetir el nombre de Dios, y la repetición de un número fijo de invocaciones. Estas invocaciones pueden incluir suplicarle a los muertos o buscar ayuda en otro aparte de Dios por necesidades que sólo Dios, el Todopoderoso, puede satisfacer.
Ahmad At-Tiyani, una personalidad sufi, afirmó que el wird fue retenido por el Profeta Muhammad; él no lo enseñó a ninguno de sus Compañeros. At-Tiyani alegó que el Profeta conocía que llegaría un tiempo en el que el wird sería hecho público, pero la persona que lo haría no existía aún. Como resultado, los sufis creen que hay una cadena de transmisión en curso entre el Profeta Muhammad y su actual Sheij.
El Dhikr está clasificado por los sufis en tres categorías:
A. El Dhikr de los comunes, en el cual ellos deben repetir “La ilaaha illa Allah Muhammad-ur-Rasulullah” (es decir, no hay dios digno de ser adorado sino Allah, y Muhammad es el siervo de Dios).
B. El Dhikr de la clase alta, que es repetir el nombre de Dios “Allah”.
C. El Dhikr de la élite, el cual es repetir el pronombre Divino “Hu” (Él).
A veces, el Dhikr es cantado en himnos melódicos con los ojos cerrados, se puede tocar música (para algunos, esto es esencial); más aún, algunos bailan ante el Sheij mientras dicen el Dhikr. Muchas veces el Dhikr incluye politeísmo abierto (el mayor pecado en el Islam). Dios nos dice:
“Por cierto que se te ha revelado [¡Oh, Muhammad!], y también a los [Profetas] que te precedieron, que si atribuyes copartícipes [en la adoración] a Dios tus obras se malograrán y te contarás entre los perdedores”. (Corán 39:65)
Interpretación del Corán
En el Sufismo, estudiar la exegesis del Corán o ponderar los significados de sus versos es desalentado, y a veces incluso prohibido. Los sufis alegan que cada verso del Corán tiene un significado externo (aparente) y un significado interno. El significado interno es entendido solamente por los sufis. Con base en esto, los sufis han introducido conceptos y palabras que son totalmente extrañas a las enseñanzas del Islam.
En el Corán, Dios, el Todopoderoso, nos alienta a entender apropiadamente Sus palabras. Dios nos dice:
“Éste es el Libro bendito [el Sagrado Corán] que te revelamos [¡Oh, Muhammad!] para que mediten sobre sus preceptos y recapaciten los dotados de intelecto”. (Corán 38:29)
La exegesis del Corán es lograda al estudiar el Corán junto con la Sunnah; estas dos fuentes de la Ley Islámica deben ser tomadas mano a mano como una unidad integral. Nosotros debemos entender e interpretar el Corán y la Sunnah en la forma en la que ambos fueron entendidos por las primeras generaciones.
Conclusión
Como puede verse, el Sufismo varía drásticamente del verdadero espíritu del Islam. El Sufismo inculca en el seguidor el deseo de dejar de usar las facultades básicas dadas por Dios, el Creador del mundo, y a someterse a sí mismo a una forma de esclavitud.
El Islam, por otra parte, es muy simple; no hay necesidad de intermediarios o santos entre el hombre y Dios, y uno sólo debe someterse y rendirse a Dios, el Todopoderoso.