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El Profeta Muhammad (la paz sea con él) y el poder de la paz





A medida que avanzamos en nuestras vidas en esta era moderna, somos constantemente bombardeados con informes de violencia y disturbios en todas partes del mundo.





A menudo parece que nuestro mundo está roto, y nada menos que un milagro lo arreglará.





Mucha gente tiene serias quejas y problemas aparentemente irresolubles.





Pero esto no es nada nuevo.





El Profeta Muhammad (la paz sea con él) nació en una sociedad que tenía muchos de los principales problemas que enfrentamos hoy.





Y restauró lazos entre vecinos, personas y hasta con sus propios enemigos.





Él nos enseñó cómo convertir esos problemas de conflicto en paz y seguridad para todos.


Un pacificador entre vecinos





En la sociedad en la que se crió el Profeta (la paz sea con él), tratar mal al prójimo se consideraba un comportamiento aceptable e incluso esperado.





No era raro que los vecinos pelearan constantemente y se insultaran unos a otros, entre otros tratos más duros.





Ja’far ibn abu Talib, primo del profeta Muḥammad, le describió a Negus, el rey de Etiopía, la práctica común de ser mal vecino.





Dijo:





“Éramos una nación de ignorancia y maldad. Solíamos romper nuestros lazos familiares y tratar mal a los vecinos”. (Informado por Ahmad)





A esta sociedad que no pensó en tratarse tan mal unos a otros, el Profeta Muhammad dijo:





    Por Dios que no es creyente, por Dios que no es creyente, por Dios que no es creyente, con quien sus vecinos no están seguros. (Al-Bujari)





El Profeta vino a establecer la paz, la justicia y la armonía social.





Y al rectificar el trato a los vecinos, estaba utilizando un enfoque de base para establecer una comunidad basada en la vecindad.





Pero no solo predicó este buen trato de los vecinos a los demás. Lo practicó.





Uno de los muchos ejemplos de esto fue cuando el Profeta se enteró de la enfermedad de su vecino judío, lo visitó y se aseguró de que lo cuidaran.


Un buscador de la paz entre los pueblos





El Profeta Muhammad (la paz sea con él) nació en un mundo lleno de confusión.





Los vecinos no solo se faltaban el respeto y se incitaban mutuamente con regularidad, sino que las tribus estaban constantemente en guerra entre sí por las infracciones más pequeñas e incluso percibidas.





La corrupción estaba a la orden del día en la política.





Los ricos vivían lujosamente a costa de los débiles y los oprimidos.





La paz y la seguridad no eran un lujo que muchos disfrutaran.





El tiempo y el lugar del Profeta Muhammad tuvieron un gran efecto en él. Antes de que le llegara la revelación, pasó mucho tiempo en reclusión, contemplando el estado caótico de su sociedad. Le pesaba mucho.





Durante la vida del Profeta, incluso antes de la revelación de Dios Todopoderoso, era conocido como un buscador de la paz.





Demostró su deseo de mantener la paz y su forma creativa mientras las tribus coraichíes reconstruían la Kaaba:





    “Las tribus de los Quraish llegaron al punto donde se colocaría la Piedra Negra en su sitio designado.





    Estalló una disputa entre las diversas tribus.





    [El Profeta] les pidió que trajeran una prenda y la colocaran en el suelo. Colocó la Piedra Negra en ella.





    Luego solicitó que cada uno de los líderes de los Quraish sostuviera la prenda por un lado y todos participaran en levantar la Piedra Negra, moviéndola a su área designada. […].” (Tafsir ibn Kathir)





Este es uno de los muchos ejemplos en los que estableció la paz entre diferentes pueblos.





Después de haber recibido la revelación de Dios y proclamar el mensaje, su papel como buscador de la paz se intensificó.





A muchas personas no les gustó el mensaje del Islam. Exigía justicia e igualdad social.





Quienes se beneficiaron de la injusta estructura social de la época no querían ver cambiar su estatus ni que les quitaran sus privilegios.





Estos tiranos vieron el Islam como una amenaza a su ventaja injusta en la vida sobre los débiles.





Aquellos que se opusieron al Islam buscaron destruir el mensaje por cualquier medio necesario.





Los primeros musulmanes en La Meca fueron torturados, asesinados, muertos de hambre, boicoteados por estos enemigos del Islam.





Pero durante este tiempo en La Meca, el Profeta buscó la paz y les dijo a los musulmanes que no tomaran represalias.





Dios le reveló que:





    No es lo mismo obrar el bien que obrar el mal. Responde con una buena actitud, y verás que aquel con quien tenías enemistad se convierte en un amigo ferviente. Esto no lo logran sino los que tienen paciencia; no lo logran sino los que son muy afortunados, (Corán 41:34-35).





Cuando la situación en Medina empeoró tanto que los musulmanes corrían el riesgo de la extinción, la reputación del Profeta Muhammad como buscador de la paz aseguró a los musulmanes un hogar en una nueva ciudad llamada Yathrib, ahora conocida como Medina.





En Medina en ese momento, había muchos pueblos, tribus y religiones diferentes que vivían en extrema agitación civil.





La ciudad estaba sin ley y la mayoría de las disputas se resolvían con la espada, lo que llevaba a más disputas.





Los habitantes de Medina necesitaban desesperadamente paz y estructura, por lo que le pidieron al Profeta que venga a arbitrar y estableciera la paz entre ellos.





A su llegada a Medina, el Profeta redactó la constitución de Medina. Un documento que es, hasta el día de hoy, un brillante ejemplo de cómo el pluralismo puede existir e incluso puede existir en paz.


Un creador de paz entre enemigos





El Profeta Muhammad enseñó a sus seguidores a agotar todos los caminos hacia la paz antes de luchar:





    “Oh gente, no deseen encontrarse con el enemigo, sino más bien pidan a Dios seguridad. Si se encuentran con su enemigo en la batalla, tengan paciencia y sepan que el Paraíso está bajo la sombra de las espadas”. (Sahih Bujari)





Pero incluso después de dejar La Meca, los enemigos del Islam persiguieron al Profeta y sus seguidores.





Los enemigos del Islam no aceptaron la paz, y llegó el momento de la autodefensa para que este mensaje de justicia e igualdad pudiera propagarse. Pero a pesar de que llegó al punto del derramamiento de sangre, el Profeta todavía quería la paz.





En la batalla de Uhud, cuando sus enemigos atacaron a los musulmanes, el Profeta Muhammad sufrió una herida en la cabeza.





Cuando la sangre comenzó a filtrarse de su cabeza, se la limpió diciendo:





    “‘Si una gota de mi sangre cayera sobre la tierra, esos infieles serán destruidos por Al-lah’.





Umar le dijo: ‘¡Oh Mensajero de Al-lah, maldícelos!’





El profeta respondió:





    ‘No fui enviado (por Al-lah) para maldecir. Fui enviado como una misericordia.





Entonces dijo:





    ‘¡Oh Al-lah, guía a mi pueblo!’», (Autenticado por Al-Albani).





El Profeta nos enseñó que se debe buscar la paz hasta que aquellos que desean pelear contra ti no te dejen otra opción que defenderte a ti mismo y tu derecho a adorar solo a Dios.





Pero incluso entonces, el Profeta nos mostró cómo dejar siempre abiertas las puertas a la paz.





Cuando el Profeta (la paz sea con él) regresó a La Meca victorioso y con la ventaja, no volvió a la ciudad en busca de venganza.





Regresó victorioso con una oferta de paz.





No se vengó de las personas que habían torturado, asesinado y llevado la guerra a los musulmanes.





Ofreció perdón y paz y la duaa del profeta: «¡Oh, Al-lah, guía a mi pueblo!» fue respondida.





Hasta el día de hoy, los descendientes de su pueblo son musulmanes que aman y respetan al Profeta por la paz y la misericordia que les trajo.



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