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Soy un periodista y escritor estadounidense. En 1997, a los 49 años de edad, después de más de 30 años de investigación, estudio y experiencias de vida, ingresé al Islam. Esta decisión afectó muchos aspectos de mi vida.





Crecí en un ambiente que sería tremendamente extraño para la mayoría de los estadounidenses. Mi padre era judío, mi madre era hija de un famoso ministro protestante fundamentalista. Mi padre fue un estudiante religioso, o Yeshiva-bocher, en su juventud. Mi madre fue criada en una atmósfera de mucha lectura bíblica, y conocía muy bien el Antiguo y el Nuevo Testamento.





La fe de cada uno de mis padres fue puesta a prueba por los eventos de la década de 1930. Mi madre abandonó el cristianismo en protesta por los ataques nazis contra los judíos, a quienes ella había llegado a ver como "el pueblo original de Dios". Más tarde, se convirtió al judaísmo.





Mis padres pasaron mucho tiempo bajo la influencia del Partido Comunista, aunque seguían creyendo en la fe judía. Esa fue la paradoja trágica de sus vidas, decepcionados por los fracasos de sus religiones. Sin embargo, mientras vacilaban entre el radicalismo liberal y Dios, nunca apoyaron el sionismo.





De hecho, yo siempre sentí dolor por el conflicto en Oriente Medio y siempre anhelé la justicia y la amistad entre árabes e israelíes.





Yo era un izquierdista radical cuando joven; sin embargo, también escribía poesía y, aunque estaba alejado de la religión y sentía amargura hacia ella debido a la confusión de mis padres, creía en Dios. Trataba de poner esos asuntos por separado.





Mi primera búsqueda de la verdad me llevó a la Iglesia Católica. Aunque no me convertí, quedé profundamente impresionado por la literatura mística católica.





Muy pronto aprendí que detrás de las obras gloriosas de los místicos católicos españoles estaba la historia del Islam en España, y que una hermosa inspiración islámica había sobrevivido en esa tradición. Finalmente, viajé a España varias veces, buscando las huellas de la larga permanencia del Islam en la Península Ibérica. Como escritor, investigué este fenómeno durante muchos años. Estudié a los poetas trovadores que mostraban una profunda influencia islámica.





A partir de 1979, estudié Cábala, la tradición del misticismo judío. Allí también encontré un enorme reflejo islámico filtrado a través del judaísmo.





Sin embargo, el evento decisivo en mi viaje al Islam llegó en 1990, cuando comencé a viajar a los Balcanes como periodista. Visité Sarajevo y reporté la guerra bosnia.





En Sarajevo descubrí algunas cosas sorprendentes. Hallé un puesto avanzado del Islam en Europa, en un ambiente donde no me sentí como turista, donde podía tener encuentros simples y directos con creyentes y eruditos musulmanes. Encontré poesía y música hermosas que expresaban los valores de la gracia y el amor islámicos.





Había descubierto "el jardín del viejo Imam" —para citar una línea de una famosa canción bosnia—, el remanente del gran período del Imperio Otomano en los Balcanes, y su tremenda contribución a la civilización islámica.





Leí pasajes del Corán y visité monumentos islámicos en mis viajes a los Balcanes. Seguí regresando al jardín y, finalmente, entré en él.





Desde que acepté el Islam he sido cuidadoso al informárselo a mis amigos, vecinos, compañeros de trabajo y demás. No quiero provocar conflictos ni controversias, y no quiero que esta experiencia sea vista como algo superficial o como una moda pasajera. No se trata de mí, se trata de Al‑lah. Quiero seguir por un camino que sea lo mejor para el bienestar de la Ummah y para las relaciones entre todos los creyentes en la ilaha il-la Al-lah.





Hasta ahora, no he tenido más problemas que algunos comentarios agresivos ocasionales. La gente en la redacción de noticias donde trabajo parece estar contenta con tener a su alrededor a alguien que pueda reportar con gran exactitud sobre temas relacionados con los musulmanes. Otros están sorprendidos, pero son respetuosos; parecen entender que esto no tiene que ver con política ni con un anhelo publicitario, sino que refleja una larga búsqueda personal.





También creo, para ser completamente honesto, que los no musulmanes me ven como alguien profundamente afectado por mi experiencia en los Balcanes, así que esta decisión les parece que tiene sentido en ese contexto.





Sin embargo, siempre aclaro con prontitud que no soy musulmán por razones políticas ni humanitarias, sino porque el mensaje del Profeta Muhammad (que la paz y las bendiciones de Dios sean con él) es la evidencia más clara de los deseos de Al‑lah.





Como afirmé en un comienzo, veo que mucho de lo que tienen de positivo el judaísmo y el cristianismo hoy día es un reflejo de la influencia islámica.





Mencioné el catolicismo español. Hay una razón por la cual los católicos españoles sienten su fe más intensamente que otros católicos, y eso es debido al legado islámico en su cultura. Las Cruzadas y la Inquisición no extinguieron esta luz, a algunos les puede parecer que se atenuó.





Creo sinceramente que sin la tolerancia de los gobernantes árabes en España y, particularmente, sin la protección generosa que extendieron los califas otomanos, el judaísmo hubiera desaparecido del mundo. Seguramente los historiadores religiosos judíos admiten en la actualidad que el judaísmo hoy día sería muy diferente sin los aportes positivos de haber vivido en un ambiente musulmán.





El aspecto del Islam que más me impresionó es el énfasis en la paz interior permitida por la sumisión a la voluntad de Al‑lah. Esto lo veo reflejado en la cortesía, la amabilidad, la sencillez y la sinceridad (ijlas) de los musulmanes bosnios que han pasado por los peores tormentos y, sin embargo, no han abandonado su serenidad básica.





Esa serenidad ha facilitado mucho mi vida. Siempre que me siento preocupado y atribulado por la vida diaria, o ansioso y temeroso acerca del futuro, o frustrado en mis ambiciones literarias, mi mente ahora salta automáticamente al recuerdo de los musulmanes que conocí en Bosnia, a la calma y la unidad de las oraciones comunitarias y, por encima de todo, a las palabras limpias y relajantes del Corán.





Mi único problema ha estado en superar mis temores acerca de los conflictos con los judíos y los cristianos. Busco la conciliación, pero no a través de concesiones al laicismo.





Creo que las contribuciones más importantes que hará el Islam en los Estados Unidos tienen que ver con la justicia racial y la moralidad pública. Todos reconocemos la verdad de la declaración del hermano Malcolm X respecto a que la solución al problema racial de los Estados Unidos es el Islam. Creo que el Islam también ofrece la solución al problema moral de los Estados Unidos.





Antes de hacerme musulmán estaba impresionado con los valores de los musulmanes que conocía en Estados Unidos y con la fortaleza moral de los musulmanes de los Balcanes de cara a sus dificultades. Hoy día estoy, debo decirlo, bastante triste al hallar que la Ummah está tan profundamente dividida, y al ver cómo los musulmanes se pelean entre sí. También me preocupa el fracaso de los musulmanes en hacer algo por las víctimas del imperialismo cristiano ortodoxo en los Balcanes. El Islam ha traído gran paz y belleza a mi vida. Como les he dicho a otros, el resto de mis años estará dedicado al servicio de Al‑lah. He prometido personalmente hacer todo lo que pueda para ayudar a reconstruir las mezquitas de Bosnia y de Kosovo.



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