Si bien la ira es un sentimiento natural, puede tener efectos negativos en aquellos que permiten que los controle, y efectos adversos en quienes los rodean. La ira puede destruir relaciones, salud, propiedad y sustento. La ira sin control es una de las herramientas de Satanás y puede llevar a muchos males y tragedias. Por esta razón, el Islam tiene mucho qué decir acerca de esta emoción.
Debido a que la ira a menudo es asociada con "lucha o respuestas repentinas", a menudo es difícil separar un acto que se hace como autodefensa (o para proteger propiedades o familias) de otro que es resultado de la ira descontrolada. Está bien sentir ira, pero no es aceptable que una persona permita que esta la supere y la lleve a actuar de manera inaceptable, llevándola a veces al asesinato y el caos. La historia de un evento en la vida de uno de los compañeros del Profeta Muhammad, su yerno Ali, demuestra la diferencia.
Ali ibn Abi Tálib estaba luchando en una guerra, cuando el líder del ejército no musulmán lo atacó. Durante la confrontación, Ali logró vencerlo y estaba a punto de matarlo, cuando su oponente lo escupió en la cara. Ali retrocedió de inmediato y dejó en paz al hombre. Este le dijo: "Pudiste haberme matado, ¿qué te detuvo?". Ali le respondió: "No tengo nada personal en tu contra. Estaba combatiéndote por tu incredulidad y tu rebelión contra Dios. Pero si te hubiera matado después de que me escupiste la cara, habría sido por ira y deseo de venganza, y no quiero hacer eso".
El Profeta les preguntó una vez a sus compañeros: "¿A quién de ustedes consideran un hombre fuerte?" Le respondieron: "A aquel que pueda derrotar a Fulano en una competencia de lucha". Él les dijo: "Eso no es cierto, un hombre fuerte es el que puede controlarse cuando está enojado"[1].
Como siempre, si una persona tiene dudas sobre cómo actuar en una situación, solo debe recordar al Profeta Muhammad o a nuestros predecesores virtuosos para encontrar la mejor manera de actuar. El Profeta Muhammad era conocido como un hombre que podía controlar su ira, incluso bajo circunstancias extremas. Un día, el Profeta fue atacado por un beduino, quien lo detuvo jalándolo fuertemente de su capa, dejándole marcas en el cuello que eran visibles. El beduino demandaba que el Profeta Muhammad le diera algo. El Profeta (que tenía todo el derecho a enojarse) se volvió hacia él y le sonrió, luego ordenó que le dieran (al beduino) algo que fuera de su agrado[2].
También podemos seguir el ejemplo del Profeta encausando nuestra ira por la causa de Dios, cuando Sus derechos son violados. Ese es el tipo de ira controlada que es digna de elogio. El Profeta Muhammad se enojó cuando le dijeron acerca del imam que alejaba a la gente de la oración al hacerla demasiado larga, cuando vio una cortina con pinturas de criaturas animadas, y cuando se le hacían preguntas que le desagradaban. Sin embargo, su ira era puramente por la causa de Dios, él no se salía de sus casillas, no echaba chispas ni hacía que la gente temiera estar en su presencia.
Cuando el Profeta Muhammad se enojaba debido a los actos o palabras incorrectos de alguien, nunca lo expresaba con su mano y solo utilizaba palabras suaves. De hecho, aquellos que no lo conocían bien, ni siquiera sospechaban que estaba enojado. Sus compañeros, sin embargo, sabían cuando estaba enojado con solo mirarlo, su rostro se ponía rojo y su frente se perlaba de sudor. Sin embargo, en lugar de expresar su ira abiertamente, se mantenía calmado, utilizando aquellos primeros momentos para controlarse.
El control de la ira es una señal de rectitud. Una persona recta tiene prometido el Paraíso, y una de las características de la rectitud es ser capaz de controlar la ira.
"Y apresúrense a buscar el perdón de su Señor y un Paraíso tan vasto como los cielos y la Tierra, que ha sido reservado para los que tienen consciencia de Dios [y cumplen la ley], [que son] aquellos que hacen caridad, tanto en momentos de holgura como de estrechez, controlan su enojo y perdonan a las personas, y Dios ama a los que hacen el bien" (Corán 3:133-134).
"Lo que se les ha concedido [de bienes materiales] es parte de los placeres transitorios de esta vida mundanal. Pero la recompensa que Dios tiene reservada [en el Paraíso] será mejor y más duradera, para quienes crean y se encomienden a su Señor, para quienes evitan los pecados graves y las obscenidades, y cuando se enojan saben perdonar" (Corán 42:36-37).
La ira es una emoción humana muy natural, también es muy poderosa y puede variar en intensidad, desde la irritación leve a la furia y rabia intensas. Lo último puede ser destructivo, puede rugir a través de una persona creando deseos de venganza y empujando a la persona a golpear el objeto de su ira. Debido a que es algo natural, es imposible para una persona evitarla completamente. Sin embargo, es posible entender la ira y así controlarla.
Cando una persona se enoja, ya sea como resultado de una provocación o no, tiene la posibilidad de controlar su ira respondiendo a ella en una forma acorde al Corán y las tradiciones del Profeta Muhammad, o puede ceder a la ola de emociones y comportarse de una forma que desagrada a Dios pero deleita a Satanás.
En esta época, en que parece que el Islam está siendo denigrado por todo el mundo, muchos musulmanes están permitiendo que su ira les arrebate lo mejor de ellos. Sí, es doloroso tener a nuestra religión y a nuestro amado Profeta abusados y vilipendiados, pero como creyentes no debemos permitir que nuestras emociones dicten nuestros actos. Los actos deben estar basados en el conocimiento divino y la sabiduría. No podemos detener por completo a quienes empañan al Islam con sus mentiras y engaños, pero podemos controlarnos a nosotros mismos, educar a las masas, y tomar otras medidas positivas legisladas por el Islam.
En la segunda parte, miraremos ejemplos de cómo comportarnos cuando estamos enojados, tomados del Corán y de las tradiciones del Profeta Muhammad.
Regularmente lavamos nuestras manos antes de tocar la comida porque nuestras manos entran en contacto con tantos objetos que pueden recoger gérmenes nocivos de otros que tocan los mismos objetos. Lavamos nuestras ropas cuando acumulan sudor y suciedad de nuestro propio cuerpo y nuestro entorno. Nos bañamos para mantener nuestros cuerpos limpios a fin de asegurarnos que estemos en buena salud física. Lo mismo aplica para nuestra mente, debemos trabajar para para asegurarnos que se mantenga en buena salud también. Hay muchas cosas con las que entramos en contacto que pueden corromper nuestra mente. Podemos ver a una persona obteniendo satisfacción al golpear y humillar a otra. Eso deja una impresión en nuestra mente y puede llevarnos a hacer lo mismo. Vemos gente que obtiene éxito al mentir y engañar, y nuestra mente puede que perciba esto como un comportamiento aceptable, en particular si estos mentirosos y embaucadores están siendo propagados como modelos de conducta. Un niño puede ser abusado por sus padres, quienes son considerados respetables en la sociedad, y eso puede influenciarlo para que se comporte de esa forma disfuncional en su vida.
Tanto la vista como el oído son indispensables para el aprendizaje y el desarrollo humano. Ellos nos pueden impulsar a alturas inimaginables de la excelencia humana. Sin embargo, debemos aprender a utilizarlos apropiadamente. De otro modo, lo que vemos y oímos puede influenciarnos a una regresión y a llevar una vida subhumana.
¿Cómo nos purificamos de las influencias corruptoras que nos rodean? Debemos distinguir entre lo que es deseable y lo que es indeseable a la luz de ciertos principios rectores. Podemos llamarlo ejercitar la mente y, similar a otras formas de ejercicio, el ejercicio de la mente requiere un enfoque bien balanceado.
El proceso de purificación de la mente es conocido en el Islam como tazkiah. Un prerrequisito para realizar la tazkiah es saber que la mente humana es propensa a corromperse. La corrupción puede ser atribuida a elementos adquiridos dentro de uno mismo o a influencias externas, o a ambos. Sin embargo, la responsabilidad de todo comportamiento indeseable reposa en la persona que lo comete, y no en la persona ni en el entorno que lo causan. Todos tenemos la responsabilidad directa de nuestros actos. El sistema legal nos hará responsables si quebrantamos la ley, y Dios nos hará responsables si desafiamos la guía divina. Uno no puede utilizar la excusa de que "el demonio me hizo hacerlo" o "mi jefe me hizo hacerlo", etc. Si somos atrapados excediendo la velocidad en la autopista, no podemos ser absueltos simplemente porque otros también excedían la velocidad y no fueron atrapados. Dios lo ve y lo escucha todo. Así como las normas de tránsito están hechas para salvarnos de herirnos y herir a otros, la guía divina está hecha para nuestro propio beneficio. El concepto de responsabilidad por los actos propios es denominado mas’uliah. El éxito en la purificación de la mente, el alma o la psique requiere reconocer que el mundo puede contaminar la mente, el alma puede corromperse a través de la instigación, y los deseos pueden conspirar para abrumar la mente de uno y llevarlo al capricho o la excentricidad. Consideremos la siguiente afirmación del Corán:
"El alma suele inclinarse hacia el mal". (Corán 12:53)
Todo el mundo nace con un alma que es pura, libre de corrupción o mácula. El instinto natural o la disposición de toda alma humana es hacia lo que es correcto. A medida que uno crece, los mensajes nocivos a través de los ojos, los oídos, el tacto, el olfato y otros sentidos, afectan la pureza del alma humana. Por lo tanto, cada experiencia humana debe ser analizada por sus potenciales influencias corruptoras. Reformar estas influencias corruptoras dentro de la mente humana es lo que se denomina el proceso de purificación o tazkiah. Las siguientes afirmaciones en el Corán iluminan este concepto:
"Por el alma y su armonía, [Dios] le enseñó [al ser humano] a distinguir entre el pecado y la conciencia de Dios. ¡Será bienaventurado quien purifique su alma [apartándola de los pecados], pero será un desventurado quien la abandone a sus pasiones!". (Corán 91:7-10)
"En cambio, quien haya tenido conciencia de que comparecerá ante su Señor y haya preservado su alma de seguir sus pasiones, su morada será el Paraíso". (Corán 79:40-41)
A pesar de los mejores esfuerzos que uno puede hacer para purificar la mente, las desviaciones siguen siendo posibles. Podemos cometer errores o pecados. ¿Qué pasa entonces? Una mente humana apropiadamente entrenada posee lo que se denomina un alma que se autorreprocha (nafs al lawama). Esta reaccionará admitiendo que algo está mal, aceptará el error con humildad, y como consecuencia comprometerá a la mente en reformarse. Por otro lado, alguien que tiene un alma testaruda (nafs al ammara) verá tal admisión de culpa como indigna, y con el tiempo será más propensa a desviaciones mayores en el futuro. Un acto ilícito, si es reconocido con un compromiso serio para evitar su repetición, es un acto de autopurificación y de desarrollo humano apropiado. Por el contrario, una indiferencia imprudente de tales actos conlleva a una mayor corrupción del alma y a la autodegeneración.