Cuando la honestidad desaparezca, entonces esperen la llegada de la Hora (el Día del Juicio). Estas son las palabras del Profeta Muhammad. Ellas pintan una escena del tiempo que lleva al Día del Juicio, cuando la gente de bien estará triste debido a la falta de honestidad a su alrededor. En el siglo XXI, vivimos en un mundo en donde la honestidad es valorada y, sin embargo, rechazada al mismo tiempo. Esperamos que la gente sea honesta en sus tratos con nosotros, sin embargo, vemos y aplaudimos los programas de televisión y las películas que promueven y alientan la mentira y el engaño.
Sin pensarlo les enseñamos a nuestros hijos que la deshonestidad es aceptable. Cuando dejamos que nuestros hijos le digan a la persona que llama al teléfono que no estamos en casa, esta es una lección de engaño. Cuando rechazamos invitaciones y pretendemos que estamos ocupados, esto es mentir. Nosotros reprendemos a nuestros hijos por mentir, pero la realidad es que hemos sido sus maestros. Ya sea que nosotros digamos mentiras o no o ya sea que permitamos que nuestros hijos vivan en un mundo rodeado por el engaño, la lección es aprendida y la honestidad empieza a desaparecer del corazón de la siguiente generación.
La honestidad incorpora los conceptos de veracidad y confiabilidad, y reside en todos los pensamientos, palabras, acciones y relaciones humanas. Ella es más que tan solo exactitud, es más que tan solo veracidad; ella denota integridad y firmeza moral. El Islam ordena la veracidad y prohíbe mentir. Dios ordena que el musulmán sea honesto.
“¡Oh, creyentes! Temed a Dios, y contaos entre los veraces”. (Corán 9:119)
Ibn Kazir, el renombrado experto del Corán, explicó el significado de este verso. Él dijo: “Ser veraz y adherirse a la veracidad, significa que usted estará entre la gente de la verdad y será salvado de la calamidad, y que ella le hará un camino para salir de sus problemas”.
Un verdadero creyente, uno que de verdad esté sometido a Dios, tiene muchas características por las que puede ser identificado. Las más obvias de estas nobles características son la honestidad de carácter y la veracidad al hablar. El Profeta Muhammad fue un perfecto ejemplo de honestidad. Incluso antes de su Profecía, él se ganó los títulos de Al-Amin (el digno de confianza) y As-Sadiq (el veraz).
El Profeta Muhammad una vez reunió a toda la gente de La Meca y les preguntó: “¡Oh gente de La Meca! Si les digo que un ejército está avanzando hacia ustedes por detrás de las montañas, ¿me creerían?” Todos dijeron a una sola voz, “Sí, porque nunca te hemos oído decir una mentira”. Toda la gente, sin excepción, juró por su veracidad y honestidad porque él había vivido una vida sin mancha y extremadamente piadosa entre ellos por 40 años.
Abu Sufyan describió su honestidad. Cuando el Profeta Muhammad envió una carta al Emperador de Bizancio invitándolo al Islam, el Emperador, Heraclio, envió por el mercader de La Meca, Abu Sufyan. A pesar de que él era, en ese momento, un acérrimo enemigo del Islam, habló la verdad acerca del Profeta Muhammad cuando dijo: “Él ni dice mentiras ni traiciona a otros, le ordena a la gente adorar solo a Dios y nos ordena observar la oración, la honestidad y la abstinencia”.[1]
Esta honestidad, un ingrediente esencial del carácter musulmán, incluye ser veraz hacia Dios al adorarlo solamente a Él con sinceridad, siendo veraz con uno mismo, adhiriéndose a las leyes de Dios, y siendo veraz con otros al hablar la verdad y siendo honestos en todos los tratos, tales como comprar, vender y el matrimonio. No debe haber ningún engaño, trampa, falsificación o retención de información, de esta forma una persona debe ser la misma en el interior y en el exterior.
El Profeta Muhammad nos advirtió acerca de los peligros inherentes a la deshonestidad y los beneficios de vivir en una forma honesta: Él dijo:
“La veracidad lleva a la corrección, y la corrección lleva al Paraíso. En adición, un hombre se mantiene diciendo la verdad hasta que se vuelve una persona veraz. (Por el contrario) la falsedad lleva al pecado y a hacer el mal, y el pecado lleva al Fuego (del Infierno), y la persona puede seguir diciendo mentiras hasta que es registrado ante Dios como un mentiroso”. (Sahih Al-Bujari)
Una sociedad islámica verdadera está basada en la honestidad y la justicia, y es intolerante con la deshonestidad en todas sus formas. La honestidad en todas las transacciones de negocios es enfatizada, y el Profeta Muhammad exhorta a los musulmanes a ser escrupulosamente honestos en todos sus tratos. Abdullah ibn Omar una vez fue descrito como el “hermano de la noche”. Él solía levantarse en la noche para hacer la oración, llorar, buscar el perdón de Dios y leer el Corán. Un día, él estaba sentando junto con algunos amigos cercanos y leyó los siguientes versos:
“¡Ay de los defraudadores! Que cuando compran exigen el peso exacto, pero cuando venden defraudan [dando un peso o medida menor al establecido en la venta]. ¿Acaso no saben que serán resucitados? En un día terrible, el día en el que comparecerán los hombres ante el Señor del Universo”. (Corán 83:1-6)
Abdullah lloró hasta que se desmayó y se mantuvo repitiendo las palabras “el día en el que comparecerán los hombres ante el Señor del Universo”. Él estaba entre los hombres más honestos y más confiables, pero siendo recordado del castigo para aquellos que están llenos de engaño, se llenó de temor.
El musulmán que esté buscando complacer a Dios y seguir el camino de la corrección, debe estar alerta de los peligros del engaño y la deshonestidad. Sin embargo, de la misma forma debe saber que Dios es Misericordioso y Compasivo, con la voluntad de perdonar incluso los más graves pecados a aquellos que se esfuerzan por Él. La Honestidad es muy importante en la vida del un creyente.
“La honestidad descendió de los cielos y se estableció en las raíces de los corazones de los hombres (creyentes), y luego el Corán fue revelado y la gente leyó el Corán, (y la aprendió de él) y también la aprendió de los dichos y las tradiciones. Tanto el Corán como las tradiciones fortalecieron su honestidad”. (Sahih Al-Bujari)
Este es uno los muchos dichos del Profeta Muhammad, muchos de los cuales prohibieron el engaño y se impusieron la honestidad. Para aquellos que quieran estar entre los veraces, el Profeta Muhammad nos ha dejado estas palabras de guía: “Quien crea en Dios y en el Último Día que hable el bien o que se mantenga en silencio”. (Sahih Muslim)
Dios creó a los seres humanos para que Lo alaben, y un musulmán practicante debe ser, en esencia, capaz de adorar a Dios a cada segundo, en cada hora de cada día. El Islam es una forma de vida y no significa nada más ni nada menos que la sumisión al Dios Único.
“Por cierto que He creado a los genios y a los hombres para que Me adoren”. (Corán 51:56)
El concepto de Dios en el Islam Lo describe como el más Misericordioso y el más Amoroso, y todo lo que Él prescribe a la humanidad está hecho en el mejor interés de la misma. La sumisión a la voluntad de Dios es un camino a la pureza, la paz y, en última instancia, al Paraíso.
La palabra que el Corán utiliza con más frecuencia para describir la adoración es Ibadah. Ibadahes la raíz de la palabra ‘ubudiiah, que significa expresar humildad o modestia, y como muchas otras palabras del árabe, esta tiene muchos matices de significados. Ibadah implica más que una toma de conciencia de la humildad. Es el sentido completo de la humildad que conquista a quien está sometido a la voluntad de Dios, el Todopoderoso. La adoración es someterse a Dios, y la parte esencial de la sumisión es la humildad.
“Pero glorifica con alabanzas a tu Señor y cuéntate entre quienes se prosternan”. (Corán 15:98)
La humildad puede guiarnos al Paraíso, así como su opuesto, la arrogancia, kibr en árabe, sólo puede llevarnos al Infierno. Fue la arrogancia de Satanás la que ocasionó su expulsión del Paraíso; cuando se negó a obedecer humildemente la orden de Dios de postrarse ante Adán, el padre de la humanidad, se condenó a sí mismo y a sus seguidores al Infierno. Satanás carece de sumisión o de humildad, lo cual dio como resultado que una de las criaturas de Dios más piadosas cayera en el abismo[1].
Todos los Ángeles hicieron la reverencia, no así Iblís, quien se negó a hacerla. Dijo [Allah]: ¡Oh, Iblís! ¿Por qué no te cuentas entre quienes hicieron la reverencia? Dijo: No he de hacerla ante un ser humano al que has creado de arcilla, de barro maleable...”. (Corán 15:30-35)
Nadie que se comporte de manera arrogante o actúe como si tuviera poder sobre los demás, es capaz de someterse realmente. Todo poder y toda fuerza provienen de Dios el Único. Todos los seres humanos somos iguales ante los ojos de Dios, y las distinciones entre naciones, tribus y familias son sólo para que nos conozcamos unos a otros y no para causar orgullo.
“¡Oh, humanos! Os hemos creado a partir de un hombre [Adán] y una mujer [Eva], y [de su descendencia] os congregamos en pueblos y tribus para que os conozcáis unos a otros. En verdad, el más honrado de vosotros ante Allah es el más piadoso. Ciertamente Allah es Omnisciente y está bien informado de lo que hacéis”. (Corán 49:13)
La humildad es piedad
El pilar principal de la adoración, Ibadah, es la oración. La oración en congregación se realiza en filas donde todos los hombres se presentan como iguales ante Dios[2]. No hay lugar especial para el rico o el pobre, los humildes y pobres no son relegados a las últimas filas. Cada hombre inclina su cabeza con humildad, sabiendo que sus hermanos a sus lados son igualmente importantes ante los ojos de Dios. Sólo una cosa eleva a un hombre o una mujer por encima de los demás: la piedad. La piedad o virtud verdadera no se puede lograr sin cultivar un sentido de humildad.
“No vuelvas tu rostro a la gente [con desprecio] y no andes por la Tierra con arrogancia. Ciertamente Allah no ama a quien es presumido y engreído”. (Corán 31:18)
La humildad viene de conocer acerca de Dios y reconocer Su grandeza, venerarlo, amarlo y temerle, y viene también de conocerse a sí mismo y sus propias faltas y debilidades. Dios da esta característica a aquellos que luchan por acercarse a Él a través de obras de piedad y rectitud[3]. Un compañero cercano al Profeta Muhammad lo escuchó decir:
“La riqueza no disminuye a causa de la caridad, y Dios incrementa a Su siervo en honor cuando él perdona a los demás. Y nadie se humilla ante Dios sin que Dios lo eleve (en estatus)”. (Sahih Muslim)
La humildad es una de las mayores bendiciones que Dios puede otorgar a un ser humano. Ella le permite a uno lograr la verdadera sumisión. El Profeta Muhammad estaba realmente sometido a Dios, su carácter fue uno de completa humildad y estaba basado en la confianza sincera en Dios. Él fue un modelo de bondad y de humildad. De hecho, las características mostradas por el Profeta fueron diametralmente opuestas al orgullo y la arrogancia. Cada aspecto de su vida reflejó humildad, incluso al caminar, hablar, sentarse o comer.
El Profeta no se comportaba con los demás como si fuera mejor que ellos ni tampoco desdeñaba el trabajo manual. Uno de sus compañeros reportó que el Profeta Muhammad era feliz trabajando con sirvientes u obreros. Otro compañero relató que el Profeta arreglaba su casa, ataba sus camellos, alimentaba animales, comía con sus siervos y los ayudaba a amasar y a traer las provisiones del mercado. También, está reportado que solía visitar a los enfermos, asistir a los funerales, montar en burro, disminuir la marcha por el bien de los débiles y aceptar las invitaciones de los pobres.
Los compañeros del Profeta Muhammad y las primeras generaciones de musulmanes entendían el concepto de humildad. Se comportaban con humildad hacia Dios y hacia la humanidad debido a su amor por Dios y al prójimo, y a que temían el castigo en el Más Allá.
Durante su Califato, Omar ibn Al-Jattab marchó hacia Damasco con su ejército. Abu Ubaida estaba con él. Llegaron a un lago pequeño. Omar bajó de su camello, se quitó los zapatos, los ató y se los colgó al hombro. Luego tomó el cabestro de su camello y entraron juntos al agua. Viendo esto frente al ejército, Abu Ubaida dijo: “¡Oh, Comandante de los Creyentes! ¿Cómo puedes ser tan humilde frente a tus hombres?” Omar respondió: “¡Ay de ti, Abu Ubaida! Me extraña lo que dices. Pensamientos como ese serán la causa de la caída de los musulmanes. ¿No ves que éramos un pueblo sin dignidad? Dios nos ha elevado a una posición de honor y grandeza a través del Islam. Si olvidamos lo que somos y deseamos algo distinto al Islam que nos ha elevado, Aquel que nos levantó seguramente nos degradará”.
Aquel que es humilde en verdad es quien es realmente bendecido. Cada vez que se siente superior a los demás, recuerda a Dios, el Más Grande y Omnipotente, y se humilla en verdadera sumisión.
“Y los siervos del Misericordioso son aquellos que caminan sobre la Tierra con serenidad y humildad, y cuando son increpados por los ignorantes les responden educadamente”. (Corán 25:63)