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En la primera parte aprendimos que la religión del Islam defiende los derechos de los muertos y de los moribundos. La muerte no debe ser una extraña para nosotros, y los musulmanes somos alentados a recordar la muerte incluso en medio de la vida. La muerte está siempre presente, es una parte de la vida de todos, y los procedimientos sencillos establecidos por el Islam aseguran que los moribundos y los muertos sean tratados con el mayor respeto y con gentileza.





Inmediatamente después de la muerte





Inmediatamente después de la muerte, quienes estén presentes deben cerrar los ojos del finado y decir una súplica simple para aquellos que se ven afectados por una calamidad: “A Dios pertenecemos y hacia Él es nuestro regreso”[1]. Si el fallecido no pagó todas sus deudas antes de morir, ahora es el momento de pagar sus deudas con su riqueza o la de la familia, parientes o amigos. Esto es un asunto importante. El Profeta Muhammad (Dios lo bendiga) animó a los creyentes a pagar las deudas de los fallecidos. Como se menciona en la primera parte: “El alma de un creyente permanece en suspenso hasta que todas sus deudas son pagadas”.





El cuerpo completo del finado debe ser cubierto, con excepción de quienes mueren en estado de Ihram –esto es, mientras realizan el peregrinaje (Hayy o Umrah)–, en cuyo caso la cabeza y el rostro no deben ser cubiertos. Está permitido besar al muerto. Sabemos que cuando el Profeta Muhammad murió, su mejor amigo se inclinó y lo besó en la frente, entre los ojos, diciendo: “¡Oh, mi Profeta, mi mejor amigo!”





Cuando escuchamos la noticia de la muerte de un creyente, debemos tratar de mantenernos firmes y pacientes. La pena por la pérdida de un ser querido, un amigo o un pariente, es normal, y llorar por los muertos está permitido. Sin embargo, gemir, gritar, golpearse el pecho, tirarse del pelo, rasgarse la ropa o arrojarse tierra en la cara, son actos que no son permisibles.





Finalmente, inmediatamente después de la muerte, los que se encuentren presentes deben apresurarse a preparar el cuerpo para el lavado, el amortajamiento y el entierro. El Islam ha establecido instrucciones estrictas y exhaustivas para estos procedimientos, y en la actualidad estos suelen ser realizados por musulmanes calificados en el área mortuoria de un centro islámico, mezquita o morgue pública. Preparar al finado para el entierro es la responsabilidad de la comunidad musulmana. El cadáver debe manejarse con respeto, con mucho cuidado y gentileza. Lavar y preparar el cuerpo para el entierro suelen ser tareas realizadas por personas del mismo sexo que la persona fallecida.





La oración fúnebre





Debe realizarse un servicio de oración por cada musulmán fallecido, joven o viejo, incluso los bebés que mueren antes de nacer. Las mujeres pueden asistir a la oración fúnebre del mismo modo que les está permitido realizar cualquier otra oración no obligatoria. A fin de mantener el tiempo entre la muerte y el entierro al mínimo, esto debe realizarse en la misma ciudad o área en que la persona murió. No es necesario que el cuerpo sea enviado a otro país.





La oración fúnebre debe ser realizada en congregación, es un acto gratificante y los creyentes no deben dudar en participar de cualquier oración fúnebre, incluso de aquellas personas que les son desconocidas. El Profeta Muhammad alentó a esto diciendo que quien asiste a la oración fúnebre hasta que esta termina, ganará una recompensa tan grande como las montañas[2]. El número de asistentes a la oración fúnebre también trae una gran recompensa al muerto. El Profeta Muhammad dijo que si un musulmán muere y cuarenta musulmanes piadosos rezan por él en la oración fúnebre, Dios aceptará sus súplicas[3].





Después de la oración fúnebre, el muerto debe ser llevado al cementerio musulmán o a la sección musulmana del cementerio local. Cargar un ataúd y acompañarlo al cementerio es también un acto recomendado y gratificante.





El entierro





El Islam tiene un estilo único para la construcción de tumbas y cementerios, que se caracteriza por la sencillez y la humildad. Todos los musulmanes, ricos y pobres, reyes y plebeyos, están enterrados siguiendo el mismo procedimiento. Enterrar a los muertos en el ataúd no está permitido a menos que sea un requisito exigido en un área o país en particular.





El entierro debe hacerse tan pronto como sea posible después de la muerte. Sin embargo, hay momentos específicos en los que está prohibido enterrar a los muertos. Estos son: desde el alba hasta que el sol se ha levantado, cuando el sol está en su cenit, y desde que el sol comienza a palidecer hasta que se haya ocultado por completo. Después del entierro, está permitido que los creyentes permanezcan en el cementerio haciendo súplicas, ya que ese es el momento en que el muerto es interrogado por los ángeles.





En la tercera parte hablaremos de lo que ocurre después del entierro, en particular el período de luto y las condolencias. También le daremos un vistazo a los rituales y prácticas fúnebres de otras religiones, y los compararemos con los métodos y procedimientos simples pero hermosos del Islam.





 





Una de las prácticas prevalecientes antes del Islam era gemir y lamentarse en exceso por los muertos.  Esto fue denunciado y prohibido estrictamente por el Islam. El Profeta Muhammad (Dios lo bendiga) dejó esto muy claro cuando le dijo a sus compañeros y, por tanto, a los creyentes hasta el final de los tiempos: “El difundo sufre cuando alguien se lamenta en voz alta”[1]. Ninguna cantidad de lamentos ni de duelo van a cambiar la situación ni van a devolverle la vida al finado, por lo que el Islam insiste en que la muerte sea manejada con dignidad y con aceptación del decreto de Dios.





El luto





Una mujer puede llorar la muerte de un ser querido durante tres días. Este período se considera suficiente para que una persona se sumerja en el dolor y la tristeza. El Islam subraya que la muerte no es el final de una persona, sino que es el comienzo de un viaje, de una parada transitoria hacia la vida eterna. La única excepción a esta duración es por la muerte del marido de una mujer.





Le está prohibido a la mujer que cree en Dios y en el Último Día guardar luto por una persona fallecida durante más de tres noches, a excepción de su esposo[2].





Una esposa debe respetar un período de luto conocido en el Islam como iddah, de cuatro meses y diez días a partir de la muerte del marido. Este periodo se considera una extensión de su matrimonio, y a ella no le está permitido recibir ninguna propuesta nueva de matrimonio durante este tiempo. Este período se prescribe a las viudas a fin de que lloren la muerte de sus maridos, satisfagan cualquier obligación requerida, y sepan si la viuda está embarazada. Si se confirma el embarazo, entonces el período de luto se prolonga hasta el parto.





Condolencias





Ofrecerles condolencias a los parientes y amigos del finado es un acto importante de bondad. No está limitado a tres días, y puede extenderse tanto como sea necesario. Ofrecer condolencias significa compartir el dolor y ayudar a aliviar los sentimientos de tristeza y desgracia, pero significa también recordar con gentileza al doliente que debe ser paciente y aceptar la voluntad de Dios. Las palabras deben ser cuidadosamente escogidas y ofrecidas con simpatía. Entre los actos recomendados al momento de ofrecer condolencias están: no alargar la visita de condolencias –a menos que la familia requiera y solicite ayuda– y preparar comida para la familia en duelo.





Hasta ahora hemos aprendido mucho acerca de la actitud del Islam hacia la muerte, los moribundos y los funerales. Todo el tema abarca la completa sumisión a la voluntad de Dios, ser paciente de cara a la adversidad, y la sencillez que implica una falta distintiva de rituales y procedimientos. Los procedimientos básicos de lavar, amortajar, rezar y enterrar, son exactamente los mismos para cada creyente, sea rico, pobre, blanco, negro, rey o plebeyo, joven o viejo. Ahora, démosle un breve vistazo a los rituales fúnebres de otras religiones, a fin de enfatizar la sencillez inherente de los rituales islámicos.





La cremación, una práctica prohibida en el Islam, se realiza en muchas partes del mundo y en muchas religiones. En el hinduismo, la cremación es la forma principal de disponer de un cadáver. Tomada de la creencia de que el alma no puede entrar en un nuevo cuerpo hasta que el anterior haya desaparecido por completo, la cremación es considerada la forma más rápida de disponer del cuerpo de manera expedita. Estos rituales fúnebres, denominados antiesti, son un importante sacramento en la sociedad hindú. A pesar de que hay textos extensos acerca de estos rituales, existe una inconsistencia amplia entre la teoría y la práctica; y los procedimientos difieren dependiendo de la ubicación, la casta, el grupo social y el estatus del difunto.





En el sijismo, el método preferido es la cremación, y se toman las cenizas para ser sumergidas en el río más cercano. En Japón, se estima que el 99.81%[3] de todos los muertos son cremados, la mayoría de ellos después de una ceremonia budista. Sin embargo, antes del siglo XX la mayoría de los cadáveres en Japón eran enterrados, y la cremación se limitaba solo a los ricos.





En un funeral budista, se lleva a cabo un velorio antes del entierro, que incluye unas oraciones especiales, y que los invitados den dinero como condolencias a los familiares, quienes a su vez entregan regalos a los invitados con base en el valor de la contribución de la condolencia. Después de la cremación, los invitados regresan a recoger los huesos del muerto, sacándolos de las cenizas con palillos, para pasarlos primero a la urna. En algunos casos, las cenizas del muerto son divididas en más de una urna para transportarlas a diferentes lugares; y dependiendo de la costumbre local, la urna puede permanecer en la casa del difunto por un número específico de días antes de ser transportada a la tumba.





Algunas ceremonias fúnebres africanas son puramente animistas, sin ningún tipo de ritual establecido. A menudo, las mujeres de los muertos se lamentan muy fuerte, y en ocasiones entran en estados de frenesí acentuados por el consumo de alcohol. El funeral puede durar toda una semana.





Los funerales y costumbres fúnebres en China están determinados por la edad del difunto, la causa de la muerte, el estado civil y el estatus y posición en la sociedad del difunto. Se cree que unos arreglos no apropiados traerán mala suerte e infortunios a la familia del finado. Una ceremonia fúnebre budista china tradicionalmente dura 49 días, pero si las finanzas son un problema, este período puede recortarse a 3 días. Es habitual que las hijas del fallecido paguen los gastos del funeral.





El zoroastrismo prohíbe estrictamente enterrar los cadáveres en el suelo, la cremación y arrojarlos a cualquier tipo de curso de agua. De acuerdo con los mandatos religiosos, las Torres del Silencio (estructuras circulares elevadas para la exposición de los muertos) son construidas con el fin de que puedan durar siglos sin la posibilidad de que los cuerpos en descomposición contaminen la tierra o a cualquier ser vivo. El difunto es llevado a la Torre del Silencio en un ataúd de hierro cargado por portadores oficiales de cadáveres, y es seguido en procesión por las plañideras, vestidas con túnicas blancas que caminan detrás de dos en dos, unidas por las manos sosteniendo un pañuelo blanco.





Una vez en la torre, el cuerpo debe ser expuesto y dejado sin ropa, de modo que las aves de rapiña puedan devorarlo por completo. Como posdata, en las grandes ciudades de la actualidad, como Mumbai, hay preocupaciones serias por las condiciones sanitarias de las Torres del Silencio, debido al hecho de que las aves de rapiña[4] ya no existen en números lo suficientemente grandes como para disponer de la cantidad de cadáveres dejados allí en descomposición.





La muerte es un momento muy doloroso y emocional, tanto para los moribundos como para los seres queridos que quedan atrás. La simplicidad de los rituales del Islam llena a los creyentes de esperanza. La esperanza de la vida eterna rodeados de sus seres queridos, y la esperanza en el perdón, la misericordia y la justicia de Dios.



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