¿Quiénes fueron los Banu Quraizah? ¿Qué sucedió con ellos?

Pregunta
¿Quiénes fueron los Banu Quraizah? ¿Qué sucedió con ellos? Leí un párrafo sobre ellos en la respuesta que usted dio sobre los signos de que un niño ha alcanzado la pubertad.

 

Cuando el Profeta Muhámmad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) emigró de La Meca a Medina, había varias tribus judías asentadas en Medina. Tales eran los Banu Qainuqa’, los Banu Nadir, y los Bano Quraizah. El Profeta Muhámmad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) los invitó al Islam, pero solamente unos pocos aceptaron. En consecuencia, él firmó pactos y convenios de cooperación con ellos, sin embargo con el tiempo y ante la agresión inminente de los idólatras mecanos, muchos de ellos traicionaron estos pactos y se coaligaron con el agresor. Ibn al-Qayím (que Allah tenga misericordia de él) dijo:

“Las tres tribus se coaligaron en contra de él. Cuando lo traicionaron, él dejó que los Banu Qainuqa’ se fueran, expulsó a los Banu Nadir, y los Banu Quraizah fueron ejecutados. El capítulo Al-Hashr fue revelado acerca de los Banu Nadir, y el capítulo Al-Ahzáb fue revelado sobre los Banu Quraizah”. Fin de la cita de Zaad al-Ma’ád, 3/59. 

En segundo lugar, para resumir lo que los eruditos han escrito acerca de los Banu Quraizah: 

“Cuando el Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) terminó de cavar la trinchera ante el inminente ataque de los idólatras de La Meca, la tribu de Quraizh llegó con 10000 mercenarios, junto con la tribu de Banu Kinánah, la tribu de Tihámah, la tribu de Gatafán y algunos de la gente de Náchd. El Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) y los musulmanes salieron hasta que tuvieron la montaña de Sal’ a sus espaldas, con 3000 musulmanes. Estableció su campamento allí, teniendo la trinchera entre ellos y sus enemigos. Emitió órdenes de que las mujeres y los niños fueran llevados a resguardo dentro de la ciudad, y designó a Ibn Umm Maktum a cargo del cuidado de Medina. 

Huyach Ibn Ajtab an-Nadari salió y fue a ver a Ka’b Ibn Asad al-Qurazi, que era uno de los que había hecho un convenio con el Profeta Muhámmad a nombre de la tribu judía de Quraizah. Cuando Ka’b oyó que Huyach venía, le cerró la puerta de la fortaleza en la cara. Huyach le pidió permiso para entrar, pero Ka’b se rehusó a abrirle la puerta y entonces Huyach le gritó: “Pobre de ti, oh Ka’b, abre la puerta”. Y Ka’b le respondió: “Pobre de ti, oh Huyach, eres un hombre de mal augurio y yo he hecho un tratado con Muhámmad, no romperé el pacto que hicimos él y yo, porque no he visto de él nada excepto confianza y veracidad”. Huyach le dijo: “Pobre de ti, abre la puerta para que podamos hablar”, y siguió insistiendo hasta que se le abrió la puerta, y luego continuó rogándole a Ka’b, hasta que estuvo de acuerdo con romper el convenio que habían firmado con el Mensajero de Dios, con la condición de que Huyach le hiciera un solemne juramento por Dios que si las tribus de Quraish y Gatafán volvían sin haber ejecutado a Muhámmed, él ingresaría a su fortaleza con él y compartiría su destino. Así Ka’b Ibn Asad rompió el tratado que había firmado con el Profeta Muhámmad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él). 

Cuando le llegaron noticias de esto al Profeta Muhámmad y a los musulmanes, envió a Sa’d Ibn Mu’ad, que era el jefe de Al-Aus en ese tiempo, y a Sa’d Ibn ‘Ubádah, que era el jefe de la tribu de Al-Jazrach, junto con ‘Abdullah Ibn Rawahah y Kawwat Ibn Yubair, para convencerlos de que vuelvan al tratado de paz y renuevan la alianza. Ellos respondieron: “¿Venís ahora que nos habías debilitado, expulsando a los Banu Nadir?”, y hablaron e hicieron algunos comentarios despectivos sobre el Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él). Sa’d Ibn ‘Ubádah estuvo a punto de intercambiar insultos con ellos, pero entonces Sa’d Ibn Mu’ad les dijo: “Ustedes saben el tratado que hay entre ustedes y nosotros, oh, Banu Quraizah, cumplidlo porque temo para ustedes un destino como el de los Banu Nadir o aún peor”. Pero le respondieron con insultos, y dijeron: “¿Quién es ese Mensajero de Dios? No hay convenio entre nosotros y Muhámmad”. Entonces Sa’d Ibn Mu’ad volvió a intercambiar insultos con ellos, pues tenía un temperamento fuerte. 

Volvieron todos con el Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) y le dijeron lo que había sucedido, y la situación se puso muy seria, y cundió el temor. El enemigo de los musulmanes venía a asediarlos desde afuera y desde adentro, hasta que los musulmanes pensaron toda clase de cosas y en los rostros de algunos se hizo evidente la hipocresía. 

El Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) se mantuvo en guardia, y los idólatras continuaron asediándolo por veintitantos días, casi un mes, pero no hubo ningún enfrentamiento entre ellos con excepción de algunos disparos de flechas. 

El Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) y sus compañeros quedaron tal como Dios los describió, en un estado de temor y dificultad, porque sus enemigos se habían reunido contra ellos, y se sentían agredidos tanto desde afuera de la ciudad como desde adentro. Entonces Nu’aim Ibn Mas’ud llegó al Mensajero de Dios y le dijo: “Oh, Mensajero de Dios, yo me he convertido al Islam y mi gente no lo sabe. Enséñame y ordéname para mí lo que quieras. El Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) le dijo: “Tú eres uno de los nuestros, intenta disuadirlos y agitar las disputas entre ellos para que se debiliten y no nos ataquen. Recuerda que esto es una guerra, y en la guerra es lícito el engaño”. Nu’aim Ibn Mas’ud salió entonces a ver a los Banu Quraizah, pues él había sido amigo de ellos durante la época preislámica, y les dijo: “Las tribus de Quraish y Gatafán han llegado a combatir a Muhámmed y sus compañeros, y ustedes los han ayudado contra él. Sin embargo, las tierras de ellos, sus mujeres y sus riquezas están a salvo bien lejos de aquí, la situación de ellos no es la misma que la de ustedes. Si ellos ven una oportunidad, la tomarán, de otra forma, volverán a su propia ciudad y los dejarán solos con Muhámmad en lustra ciudad, y ustedes no serán capaces de enfrentarse a él solos. Por lo tanto, no peleen al lado de esta gente hasta que hayan tomado rehenes de entre sus líderes, que queden en vuestras manos para garantizarles que cuando combatan juntos a Muhámmad, ellos no se irán hasta haberlo derrotarlo”. Ellos respondieron: “Nos has dado un buen consejo”. 

Entonces, Nu’aim fue a ver a la tribu de Quraish y le dijo a Abu Sufián Ibn Hárb y los hombres de Quraish que estaban con él: “Ustedes saben que los judíos lamentan lo que ha sucedido entre ellos y Muhámmad, y ellos le han enviado una carta diciéndole: “Lamentamos nuestra actitud, ¿estarían complacidos con nosotros si capturamos algunos de los líderes de las dos tribus, Quraish y Gatafán, y se los entregamos como rehenes para que podáis ejecutarlos si queréis, y luego nos uniremos a vosotros para participar en la defensa de la ciudad?”. Y Muhámmad les envió una carta diciendo que estaba de acuerdo. Por lo tanto, si los judíos vienen pidiéndoles rehenes de entre ustedes, tengan cuidado y no les dejen partir siquiera con uno solo de los vuestros”. 

Luego, fue a ver a la tribu de Gatafán y les dijo algo similar. 

Luego de esto, Dios quiso que el disenso surgiera entre ellos. Posteriormente un intenso viento frío llegó en esas noches de invierno, que dio vuelta las tiendas y hasta los recipientes con comida. Y entonces, Dios, glorificado y exaltado sea, reveló las siguientes palabras (traducción del significado): 

“¡Oh, creyentes! Recordad las mercedes con las que Allah os agració, cuando [en la batalla de Al Jandaq] os cercó un ejército [de incrédulos], y enviamos contra ellos un fuerte viento y un ejército [de Ángeles] que no veíais, y Allah bien sabía cuanto hacíais…

…Allah frustró a los incrédulos, que llenos de ira no alcanzaron lo que se proponían, e hizo que los creyentes no entraran en combate [enviándoles un fuerte viento que desanimó a los incrédulos]. Allah es Fuerte, Poderoso.

Luego hizo salir de sus fortalezas a la gente del Libro [los judíos de Banu Quraidhah] que les habían ayudado [a los idólatras], e infundió el terror en sus corazones, para un grupo decretó que se le diera muerte y para otro que fuera hecho prisionero.

Y os hizo heredar sus tierras, sus hogares y sus bienes, y también [os hará heredar] otras tierras que todavía no habéis pisado; y Allah tiene poder sobre todas las cosas” (Al-Ahzáb, 33:9-27). Es decir, Dios distrajo a los enemigos de los musulmanes con ese viento, y enviándoles contra ellos tropas de ángeles. “llenos de ira no alcanzaron lo que se proponían, e hizo que los creyentes no entraran en combate” significa que ellos no necesitaron involucrarse en la batalla, sino que más bien el Todopoderoso los disuadió de atacar. 

Al-Bujari (4114) y Muslim (2724) narraron de Abu Hurairah que el Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) dijo: “No hay más divinidad que Dios solamente, y Él garantiza la victoria a Sus tropas, apoya a Sus servidores y derrota a los confederados Él solo, y no hay nada después de Él”. 

Cuando el Profeta Muhámmad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) volvió a la batalla en la trinchera, dejó sus armas y realizó la ablución mayor (tal como narró Al-Bujari [4117]), Gabriel (la paz sea con él) llegó y le dijo: “¿Has dejado tus armas? Por Dios, nosotros no hemos dejado las nuestras, por lo tanto, tomad las vuestras”. El Profeta Muhámmad le preguntó: “¿Dónde están?”, y Gabriel le respondió: “Por allí”, y señaló en dirección a los Banu Quraizah”. Entonces el Profeta Muhámmad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) salió al encuentro de ellos, y los asedió con destacamentos de musulmanes por varios días. Dios hizo que los Banu Quraizah entraran en pánico, y el asedio se volvió intenso, hasta que estuvieron de acuerdo en aceptar como juez a Sa’d Ibn Mu’ad, pues había sido aliado de ellos. Sin embargo, el veredicto de Sa’d Ibn Mu’ad fue severo: sus guerreros debían ser ejecutados y sus mujeres e hijos quedarían bajo la protección de los musulmanes. 

El Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) los detuvo en Medina, y luego salió a los mercados de Medina y cavó trincheras allí, donde fueron traídos en tandas y ejecutados. Muchos de ellos le preguntaron a Ka’b Ibn Asad cuando estaban siendo llevados hacia aquel lugar por orden del Mensajero de Dios: “Oh, Ka’b, ¿qué piensas que nos harán?”. Él respondió: “¿Es que acaso nunca entenderán? ¿No se dan cuenta que la diana no cesará, y que entre ustedes todo el que es llevado no volverá? Por Dios, que lo que les espera es la muerte”. Y ellos siguieron siendo llevados en grupos hasta que se había cumplido el veredicto de Sa’d Ibn Mu’ad.

El Mensajero de Dios (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) había dado instrucciones de ejecutar a todo varón de la tribu al cual le hubiera crecido vello púbico, y dispensar de la pena a todos aquellos que no les hubiera crecido vello púbico, como signo de que todavía no habían alcanzado la pubertad, y por ende la capacidad de tomar decisiones por sí mismos. Abu Dawúd (4404) narró con una cadena auténtica de transmisión de ‘Atiyah al-Qurazi (que Dios esté complacido con él) que él dijo: “Yo estaba entre los prisioneros de Banu Quraizah, y llegaron los musulmanes y me examinaron. Aquellos cuyo vello púbico había comenzado a crecer fueron ejecutados, y quienes no tenían vello púbico fueron dispensados. Y yo estaba entre aquellos que no tenían vello púbico”.

De acuerdo a otro reporte habría dicho: “Dejaron al descubierto mis partes privadas y vieron que mi vello púbico no había comenzado a crecer, entonces me vistieron nuevamente y me llevaron con las mujeres y los niños”. Ver: Al-Bidáyah wa an-Niháyah, 6/34-94; Siar A’lam an-Nubala', 1/470-480; Tarij al-Islam, 2/307-318; Ar-Raud al-Unuf, 6/262-294. 

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