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Pero Dios tiene mil y una maneras de encaminarnos por el buen camino. Cuando estaba a punto de dar por concluidas mis pesquisas sobre el Islam, conocí a un musulmán en la Universidad. Yo padecía en ese entonces la horrible enfermedad de los prejuicios en contra de los musulmanes, y supuse que este hombre sería, antes que nada, machista, mal educado, grosero y altanero con las mujeres, en suma, un patán que se escudaba en ideologías “venidas de Dios” para despreciar y subyugar el sexo femenino. Mi sorpresa fue mayúscula cuando encontré a un hombre de refinadas maneras, altamente educado y, sobre todo, respetuoso. Por si fuera poco, esta persona parecía protegida de las vicisitudes de la vida como por una burbuja. Poco importaban las malas noticias que le traía la vida, este hombre siempre encontraba la forma de aceptar su destino con una sonrisa. Así pues, echados por la borda los prejuicios, me dije que tenían que existir textos que explicaran el Islam desde el punto de vista de los musulmanes.





 





Gracias a Dios, por esas fechas tuve acceso al Internet y fue así como empecé a escribir “Islam” en todos los buscadores de la época: Google, Yahoo, Altavista; leyendo todo lo que pudiera, sobre todo en inglés, a falta de recursos en mi lengua materna.





 





En este proceso me topé con una nueva dificultad: muchas veces encontraba artículos empapados de términos en árabe que no sólo dificultaban la lectura, sino que la hacían casi imposible. Entonces me dije que necesitaba ayuda y empecé a entrar a grupos y chats donde se hablaba de Islam y atosigué con miles de preguntas a las personas que me quisieron responder.





 





Para mi gran sorpresa, mis preguntas siempre obtuvieron la misma respuesta. Sea que hablara con un musulmán en Arabia Saudita, otro en Egipto, otro en Inglaterra, o con musulmanas en Argentina, las respuestas a mis preguntas de quién es tu Dios, quién es tu Profeta, qué es el Corán, para qué sirve, qué pasa después de la muerte, eres musulmán por voluntad o por tradición, eran todas las mismas. 





 





Conforme fui sabiendo que había musulmanes en las grandes ciudades de Europa, supuse que tenía que haber musulmanes también en mi ciudad. Así fue como volví a los buscadores en Internet, busqué en México y escribí “Islam”.





 





Encontré en ese entonces tres resultados que llevaban a páginas de centros islámicos en México. El primer resultado estaba todo en árabe, así que no entendí nada y lo deseché de inmediato. El segundo estaba en español y tenían teléfonos de contacto y direcciones electrónicas. Así que me decidí y envié un mensaje solicitando informes. Días después obtuve una cálida invitación a que visitara las instalaciones del Centro Islámico.





 





Me tomó tres semanas decidirme ir al Centro Islámico, pero cuando finalmente llegué, me gustó mucho encontrar gente que hablaban español sin dificultad alguna, en suma, mexicanos como yo, y que tenían una disposición absoluta a responder todas mis preguntas. Sobra decir que de inmediato me apunté a todas las clases y conferencias que ofrecían. Esto ocurría en el mes de Ramadán del año 2000.





 





En febrero del año siguiente, ofrecí mi testimonio sobre la unicidad de Al-lah y el apostolado de Muhammad, que la paz y las bendiciones de Al-lah sean sobre él.





 





Desde ese entonces, ya casi siete años, soy musulmana. Han sido los años más felices y conscientes de mi vida. Por primera vez camino por el mundo con tranquilidad, con plena confianza que esté donde esté, pase lo que me pase, llegue lo que llegue, Dios existe y nos ha revelado la razón de este mundo, nos ha dicho qué sigue, qué hacer, cómo lograrlo. Sobre todo, sé que lo único que tengo que hacer es orientar mi rostro hacia la Meca, decir “Dios es Grande”, continuar con mi oración hasta el saludo, para que mi alma encuentre reposo.





 





Han sido siete años de paz espiritual, de satisfacción, de plenitud, de crecimiento, de búsqueda. Me quedan miles de cosas por aprender, millones más por mejorar de mi práctica y entendimiento del Islam, pero he comprendido que de eso se trata la vida. Cada día que amanecemos es simple y sencillamente para que lo aprovechemos mejor que el anterior.





 





Yo sólo le pido a Dios que me facilite el buen camino y sobretodo le agradezco haberme traído al Islam en mi edad adulta, hecho que estoy convencida me ha facilitado en extremo las cosas. Lo repito: yo no me puedo quejar, Dios ha sido muy Bondadoso conmigo, alabado sea.





 





Tania Tahira



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