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ASÍ ENTRÉ EN EL ISLAM








"Allah es la Luz de los cielos y la tierra. Su Luz es como una hornacina en la que hay una lámpara; la lámpara está dentro de un vidrio y el vidrio es como un astro radiante. Se enciende gracias a un árbol bendito, un olivo que no es ni oriental ni occidental, cuyo aceite casi alumbra sin que lo toque el fuego. Luz sobre luz. Al-lah guía hacia Su luz a quien quiere. Al-lah llama la atención de los hombres con ejemplos y Al-lah conoce todas las cosas".





(Corán 24:35).





"Cuando Abraham dijo a su padre Azar: ¿Tomas a unos ídolos por divinidades? En verdad que te veo a ti y a los tuyos en un claro extravío".





(Corán 6:74).





"A quien Al-lah quiere guiar, le abre el pecho al Islam, pero a quien quiere extraviar, hace que su pecho se haga estrecho y apretado como si estuviera ascendiendo al cielo…"





(Corán 6:125).





Aquí encontraréis historias de personas que buscaban encontrar la Verdad y la hallaron. A veces, conocer lo que les pasó a otros puede abrir nuestro corazón dormido. Si deseas que tu historia ayude a otras personas, puedes enviármela para publicarla aquí y compartiremos contigo la alegría de encontrar el Islam.





-KHALID-





Una noche estaba en una discoteca, como un chico cualquiera de mi edad, y me encontraba completamente solo. Miraba a mi alrededor y observaba a la gente, pensaba en mi vida, en lo vacías que estaban las personas que me rodeaban y en cuál era el objetivo de mi existencia.





Solía malgastar mi tiempo y mi dinero en las discotecas y los pubs, refugiándome a veces en el alcohol para escapar de los golpes que me había dado la vida y de mis numerosos fracasos sentimentales, así como del absurdo curso que había tomado mi vacía e inútil forma de vivir.





Me di cuenta de que tenía que ser guiado por otro camino, el camino del responsable del orden cósmico, el Creador de todo cuanto existe y Quien hizo posible que los seres humanos tuvieran consciencia e inteligencia. No es posible que la vida consista sólo en comer, dormir y realizar actos biológicos; pues entonces, ¿cuál sería la diferencia entre los seres humanos y los animales? Yo no podía seguir viviendo así.





En tanto que la existencia de la vida y la materia no puede explicarse por el simple hecho del azar, yo estaba seguro de que existía algo por encima de todos nosotros.





No podía satisfacer mis inquietudes espirituales con lo que conocía, porque no podía basarme en algo que estaba lleno de contradicciones debidas a la alteración que las Sagradas Escrituras habían sufrido a lo largo de la historia por la mano humana. No podía ser lógico que basara mi espiritualidad en un libro hecho por humanos, falibles e imperfectos. El hecho de rezar a otros que no fueran Dios, dándoles en muchos casos una importancia equivalente a la del Creador, y orar ante imágenes pintadas o talladas, me parecía algo de lo más grotesco y absurdo.





Mi vacío espiritual era tan grande que no me di cuenta sino hasta mucho tiempo después, de la tontería que era intentar llenarlo con otras cosas de la vida mundana, que no tenían sentido y que lo más que hacían era contribuir a hacerme sentir más vacío e insatisfecho y, como consecuencia, infeliz.





A lo largo de mi adolescencia conocí a muchos amigos árabes, de hecho les recuerdo como mis mejores amigos, y nunca se me ocurrió preguntarles por el Islam, seguramente porque no lo practicaban.





Busqué en el budismo, en el gnosticismo, el hinduismo, incluso en el esoterismo, pero nunca pensé en el Islam. Jamás se me ocurrió pensar en él. Tenía una serie de ideas preconcebidas que no me dejaban ni remotamente considerarlo como una posibilidad para mí.





Pero un día conocí a un musulmán y sentí curiosidad, ya que veía que su comportamiento y forma de resolver los problemas de la vida cotidiana, eran muy peculiares. Por ejemplo, cuando le acechaba una desgracia, siempre decía Alhamdulil-lah (las alabanzas a Dios). Esa vivencia continua en la alegría de Al-lah me llamaba mucho la atención y la DESEABA. Este descubrimiento supuso para mí una revolución interna y una ruptura total de todos mis esquemas.





Empecé preguntando las cosas típicas que suele preguntar un ignorante. Mi resistencia era muy grande y sus respuestas recibían un duro ataque por mi parte, ya que yo no era fácil de convencer por ser muy obstinado e incrédulo.





Ante mi actitud, él siempre mantuvo la calma y la serenidad. Es muy importante no darse por vencido. Yo siempre creía tener la razón y dejaba pasar un tiempo antes de volver a atacar. En realidad, mis ataques no eran más que formas de resistencia ante la Verdad, porque todos sabemos que reconocer la verdad cuesta mucho trabajo y hacer entender el Islam de modo correcto no es tarea fácil. Así que poco a poco iba interesándome más y más, pero siempre conservando mi rebeldía.





Después de algunos meses empecé a dejar de comer y de beber sustancias no saludables, porque algo dentro de mí había cambiado realmente y sentía repugnancia natural hacia esas cosas.





Sin duda alguna, porque todos nosotros nacemos musulmanes (aunque luego nuestros padres nos enseñen otro camino), cuando sentí el Islam en mi corazón lo único que sucedió es que volví a mi estado de pureza primigenio con el que nací, volví para recuperar mi Islam. Así que no me gusta decir que me convertí al Islam. La palabra conversión no puede utilizarse en ningún caso, lo más apropiado sería utilizar el término recuperación del "Din" (filosofía de vida), abrazar el Islam o entrar en el Islam.





Es por esto que, al ser consciente, mi cuerpo rechazaba de forma espontánea las sustancias y hábitos no recomendables. Muchas costumbres islámicas yo las poseía de toda la vida. No fue duro para mí cambiar, porque en el fondo yo era otro hombre. SENCILLAMENTE LO QUE SUCEDIÓ ES QUE, AL ENCONTRAR EL ISLAM ME ENCONTRÉ A MÍ MISMO. Pensaba en Dios como un ser único y no en una trinidad. Creía que Dios no tiene género ni número, que no se le podía designar con una palabra masculina ni femenina, para ello está la palabra árabe Al-lah que no puede desdoblarse en plural, dual, o en masculino o femenino, porque engloba en sí al concepto de lo absoluto. Tampoco creía que se le podía representar como un señor mayor de raza caucásica y con una gran barba blanca, como en las pinturas de algunas iglesias.





Para llegar a descubrir el verdadero y único Islam, tuve que rechazar todas esas enormes falsedades y estúpidos tópicos que se le asocian, y que desde mi más tierna infancia me habían hecho creer. Cuando me di cuenta de esto, sentí una gran tristeza dentro de mí y una gran decepción, porque la sociedad me había manipulado para no dejarme ver la realidad.





Descubrí que el Islam no era simplemente una religión, sino que era una filosofía de vida, un sistema completo para realizar al ser humano en todas sus potencialidades y hacerlo feliz. En definitiva, el Islam es una civilización. Así que, llegado a este punto y después de largas conversaciones con musulmanes, empecé a ceder ante la evidencia y a reconocer que yo estaba equivocado, como también lo estaban los míos.





Para terminar de convencerme, el día 1 de agosto de 1997 decidí entrar en una mezquita por primera vez en mi vida. Quería averiguar cómo iba a sentirme allí dentro. Ese día lo recordaré con todos los detalles hasta que muera, si Dios quiere. No puedo explicar con palabras lo que sentí sólo por el hecho de entrar.





Me enseñaron el oratorio, me presentaron al Imam, escuché “Al Adhan” (el llamado a la oración) y después entramos en el despacho. Como en aquel momento era la hora del “salat Al Dhohr” (oración del medio día) y era viernes, esperé a que todo terminara. De modo que me senté, escuché el discurso (jutba) y desde allí podía verles a todos a través de una puerta que estaba abierta, estaban rezando...





Observar la oración sin duda fue lo que terminó de consolidar mi fe.





No es posible plasmar sobre el papel lo que sucedió dentro de mí. Mi piel y mis cabellos se erizaron de profunda emoción en dos situaciones especialmente: en la llamada a la salat (“Al Adhan”) y en el momento en que todos los presentes dicen “Amín”. En esos instantes yo ya sabía que era musulmán.





Después pude conversar con el Imam. A mi lado estaba Begoña, una española que quería entrar en el Islam, y dos hermanos más. El Imam nos estaba hablando sobre el Islam y después le preguntó a Begoña si quería entrar en el Islam; ella, con los ojos al borde de las lágrimas, entró en el Islam delante de mí.





Ella lloraba de emoción, y la verdad es que a mí me faltó muy poco para llorar también. Su cara estaba llena de luz. Me pareció un acto precioso, sencillo, lleno de humildad y muy emocionante. Presenciar esto alimentó todavía más mi fe.





Descubrí que el Islam da respuesta a todas las interrogantes que hay en la vida. Expondré tan sólo unos ejemplos. Da respuesta a todos los misterios del Más Allá, es respetuoso con todos los seres vivos (plantas y animales), está ligado a la ciencia y no está en desacuerdo con ella como lo están las otras religiones (el Islam no se puede definir como religión). Me sorprendió mucho descubrir cómo en los versículos del Corán se describía el origen de los seres vivos a partir del agua. Por no hablar de la creación del Cosmos y su evolución descritos en Él, siendo este hecho descubierto muy recientemente y llamado la teoría del Big-Bang o de expansión del Universo. Otra de las cosas que me llamó la atención es la descripción que se hace en el Corán del desarrollo embrionario del ser humano, con todos los detalles, e incluso, en algunos Ahadiz se mencionan el número de días de cada etapa del mismo. Esto está también testado por la ciencia actual. Yo soy un hombre de ciencia, soy biólogo, y cada vez que leo estos versículos me impresiono. EL GENEROSO CORÁN ESTÁ TOTALMENTE LLENO DE DESCRIPCIONES CIENTÍFICAS MUY CLARAS y sólo unas cuantas las conocemos hoy por la ciencia, pero quedan muchas más que se van descubriendo día a día, conforme la ciencia va avanzando.





Los siguientes dos días estuve yendo a la mezquita para aprender del Imam, hasta que finalmente, el día 4 de agosto de 1997, a las 17: 50 h., recuperé oficialmente lo que era mío, el Islam.





Después vienen muchos problemas a los que los nuevos musulmanes tenemos que enfrentarnos. Los más dolorosos suelen ser, a menudo, la familia y las amistades; pero si tenemos nuestra fe viva, esto no nos va a importar porque sabemos que estamos en las manos de Al-lah, Subhanahu ua Ta’ala. Estos problemas suelen resolverse con el tiempo y con el ejemplo que ven en nosotros.





El Islam no ha venido para separar a las personas, sino más bien para unirlas, siendo una de las religiones más tolerantes con todos los habitantes de nuestro planeta.





Un día me di cuenta de la importancia tan grande de lo que me había pasado. A todos nosotros, los nuevos en el Islam, nos ha escogido Al-lah, Subhanahu ua Ta’ala, de entre los “kafirun” para que encontrásemos el camino de la salvación. Hemos surgido de entre los perdidos y debemos ser muy conscientes de esto. Esto debe traducirse en un sentimiento de responsabilidad por lo que se nos ha dado, así como en un gran agradecimiento para Al-lah, Subhanahu ua Ta’ala.





Hay que ser conscientes de que vivimos momentos muy difíciles para el Islam. No tenemos que caer en la desesperación cuando veamos las cosas que están sucediendo en los países musulmanes. Ni perder nuestra fe cuando descubramos que hay muchos hermanos que se comportan muy mal y nos enseñan cosas que no son Islam. Muchas veces nos podemos sentir angustiados por la presión de otros que nos dicen lo que debemos hacer y lo que, según ellos, es Islam. Primero tenemos que formarnos bien, dirigiéndonos a personas que estamos seguros que saben, como por ejemplo un Sheik, y no creer lo que nos cuenta cualquiera, adoptando esto a nuestro sistema de creencias. Se puede escuchar a alguien, pero siempre hay que comprobar que lo que nos está diciendo es correcto; ya que, por desgracia, muchos musulmanes hacen alarde de que saben mucho sobre el Islam, y mi experiencia personal me ha demostrado que lo que hay es mucha ignorancia y que esta ignorancia puede perjudicarnos mucho si dejamos que nos afecte. En mi opinión, este perjuicio puede afectarnos de dos formas: puede hacer que nuestra fe disminuya o incluso se pierda, o puede que nosotros mismos nos convirtamos en ignorantes y aconsejemos a otros del mismo modo para aumentar así, todavía más, el número de ellos.





Mi vida ha cambiado totalmente. Me siento lleno y se puede decir que he nacido de nuevo. Mi nombre ahora es Khalid, y creo que tenemos que luchar por dar a conocer la auténtica cara del Islam y no permitir que se sigan haciendo injusticias en nombre de Él.





 



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