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Annie Besant (1847-1933) fue una famosa reformadora social y filósofa. Ella nació en Londres en el seno de una familia irlandesa. Aunque se casó con un clérigo anglicano, más tarde se convirtió en atea y se divorció. Según occultopedia.com, se hizo miembro de la National Secular Society (Sociedad Laica Nacional) y apoyó el libre pensamiento, el control de la natalidad y los derechos de las mujeres y de los trabajadores. Besant también se unió a la Fabian Society, de carácter socialista.


En 1889, se convirtió a la Teosofía –un movimiento religioso y filosófico basado en experiencias místicas- debido a la influencia de Madame Blavatsky, que fue la fundadora de la Sociedad Teosófica. Después de la muerte de Blavatsky en 1891, la Sociedad se dividió en dos diferentes organizaciones y Besant se convirtió en presidenta de una de ellas hasta su muerte.


Más tarde, viajó a la India, donde vivió durante el resto de su vida. Allí estudió el Hinduísmo, fundó la Universidad Hindú Central en Bharanasi y participó en política. En aquel tiempo, los nacionalistas indios estaban llevando a cabo una campaña pacífica en favor de la independencia de la India. Ella se convirtió en líder de la sección de Calcuta del Congreso Nacional Indio. Debido a su activismo político, fue enviada a prisión por las autoridades coloniales británicas durante los años de la Primera Guerra Mundial.


En India, Besant estudió también el Islam y mostró su interés hacia esa religión, hasta el punto que acabó por convertirse a ella. En su libro "The Life and Teachings of Muhammed" (La Vida y Enseñanzas de Muhammad) (Madras, 1932), Besant escribió: "Hace solo veinte años que la cristiana Inglaterra ha reconocido el derecho de las mujeres a la propiedad, mientras que el Islam ha reconocido ese derecho desde siempre."


"(En el Islam) las mujeres son vistas como espiritual e intelectualmente iguales a los hombres, aunque ésta no es la imagen del Islam que se proyecta (en Occidente). El hiyab (el pañuelo que cubre el cabello de muchas mujeres musulmanas) es otro asunto de disputa. Los medios lo presentan como si fuera algo impuesto, aunque para la mayoría de las musulmanas el llevarlo es un acto voluntario que sirve para demostrar su pertenencia al Islam, así que lo consideran un símbolo de su fe.


Las imágenes negativas que se ofrecen acerca de la forma de vida islámica han influenciado las ideas de muchos de mis colegas no musulmanes en la Universidad, que han dejado traslucir en su conversación que creen que llevo el hiyab porque mi comunidad me obliga a hacerlo. Muchos se han quedado sorprendidos cuando les he hablado de mis verdaderas razones (para llevar el hiyab) y de cómo me he convertido al Islam desde otra religión. Aunque a veces el público cree que le están ofreciendo un material para el estudio del Islam que proviene de fuentes de prestigio y confianza, lo cierto es que todo lo que se les proporciona son las opiniones confusas de escritores y periodistas, muchos de los cuales han llevado a cabo su investigación con ideas y propósitos preconcebidos."


Con respecto al Profeta Muhammad, ella escribió: "Es imposible para alguien que estudie la vida y el carácter del gran Profeta de Arabia y que sepa cómo vivió y enseñó pueda dejar de sentir una gran reverencia por ese gran Profeta, que fue uno de los grandes mensajeros del Creador…Yo siento cada vez que los leo (los relatos acerca de la vida del Profeta Muhammad) un nueva forma de admiración y un nuevo sentido de reverencia por ese gran maestro árabe."


Bernard Shaw


George Bernard Shaw fue uno de los mejores dramaturgos y críticos literarios del siglo XX. En 1925, ganó el Premio Nóbel de Literatura. Él aceptó el premio, pero rehusó el dinero. También fue un portavoz de las ideas socialistas y un defensor de los derechos de la mujer.


Shaw nació en Dublín en 1856 en el seno de una familia de clase media de origen escocés. Su padre, George Carr Shaw, era un comerciante de grano fracasado. También era alcohólico y su ejemplo convenció a su hijo para hacerse abstemio. Su madre abandonó la familia para irse a Londres a enseñar música y cantar. En 1876, Shaw fue a la capital inglesa para vivir con su madre. Comenzó entonces a escribir


crítica teatral y novelas. También leía durante horas en las bibliotecas públicas y en el Museo Británico.


En Londres, Shaw se unió al movimiento socialista. Él quería convertir al Reino Unido en un estado socialista, no por medio de una revolución, sino a través de una legislación avanzada. Asimismo, criticó el sistema capitalista, analizó los problemas sociales y defendió los derechos de la mujer. En total, escribió tres obras políticas "Commonsense about the War" -El sentido común y la guerra- (1914), "How to Settle the Irish Question" –Como arreglar la cuestión irlandesa- (1917) y "The Intelligent Woman's Guide to Socialism and Capitalism" –Guía de la mujer inteligente al socialismo y el capitalismo- (1928). "Commonsense about the War" fue una obra antibélica, que le trajo muchos problemas a Shaw. A causa de ella, fue tratado como un proscrito en Inglaterra y hubo incluso rumores de que podría ser procesado por alta traición. En aquel tiempo, sin embargo, se convirtió en un orador y satírico brillante y muy conocido. Fue autor de numerosas obras de teatro, tales como "César y Cleopatra" (1901), y escribió artículos para revistas como Dramatic Review.


A Bernard Shaw le gustaba leer acerca de las religiones del mundo y comenzó a reunir alguna información acerca del Islam y el mundo musulmán en Londres y durante sus viajes alrededor del mundo. Él alabó el Islam afirmando que era la mejor religión.


Shaw se sintió atraído por la personalidad del Profeta Muhammad. Por ello, declaró que si Muhammad asumiera el liderazgo del mundo moderno, "lograría resolver los problemas de una forma que traería la tan necesaria paz y felicidad. Europa está comenzando a enamorarse del credo de Muhammad. En el próximo siglo podría ir más allá reconociendo la utilidad de este credo para resolver sus problemas" (The Genuine Islam, Vol. 1, Nº 8, 1936). "Si una religión tuviera la oportunidad de gobernar Inglaterra y Europa dentro de los próximos cien años, ésta podría ser el Islam", señaló Shaw.


Asimismo, añadió: "Siempre he tenido a la religión de Muhammad en alta estima a causa de su maravillosa vitalidad. Es la única religión que me parece que posee la capacidad de adaptarse a las cambiantes fases de la existencia y que mantiene su atractivo en todas las edades. Le he estudiado –al maravilloso hombre (Muhammad)- y en mi opinión, lejos de ser un Anticristo, debe ser llamado el Salvador de la Humanidad".


Gandhi


Mahatma Gandhi, el héroe de la independencia india, nació en la ciudad de Porbtandar. Su padre era el clérigo cristiano superior en rango de la ciudad y tenía una gran fortuna. Gandhi cursó sus estudios de bachillerato en el Reino Unido. Tras completar su formación, regresó a la India. En 1893, fue destinado a Sudáfrica por una firma india y pudo contemplar allí las duras condiciones en las que vivían y trabajaban los ciudadanos de origen indio y el inhumano trato al que eran sometidos. Gandhi lideró la lucha en favor de la mejora de los derechos políticos de esta minoría. Más tarde, fue detenido y encarcelado por las autoridades sudafricanas. Sin embargo, él no abandonó su lucha.


En 1914, Gandhi abandonó su trabajo como abogado en Sudáfrica y volvió a la India para iniciar la lucha en favor de la independencia. Él gastó todas sus propiedades personales y su herencia con el fin de promover su causa. Asimismo, cooperó con la Liga Musulmana de la India, una organización que los musulmanes indios crearon en 1906 con el fin de liberar a su nación del colonialismo británico. Él también habló acerca del ideal espiritual de la unidad hindú-musulmana.


Gandhi indujo a los indios a abandonar el servicio civil en la Administración colonial y a llevar a cabo protestas silenciosas y una campaña de resistencia pasiva. Su única ropa era ya entonces una pieza de tela blanca que envolvía su cuerpo desnudo. La primera reacción de las autoridades británicas fue la de burlarse de él. Sin embargo, no les llevó mucho tiempo el comprender, con asombro y desmayo, que Gandhi, que creía firmemente en sus propios ideales y estaba dispuesto a sacrificar toda su existencia en pro de la lucha por la independencia de su país, estaba liderando y movilizando a millones de indios en contra de su dominio.


Finalmente, sus esfuerzos tuvieron éxito e India alcanzó su independencia. Los hindúes le llamaron "Mahatma", que significa "el bendecido".


Gandhi estudió el Islam y el Corán con una meticulosa atención. Él se convirtió en un sincero admirador de la religión islámica. Él escribió sobre este tema: "Los musulmanes nunca han caído en la arrogancia incluso en los tiempos de su mayor grandeza y triunfo. El Islam alienta la admiración hacia el Creador del mundo y Sus obras. Cuando Occidente vivía en un período de terrible oscuridad, la resplandeciente estrella del Islam que brillaba en el Este trajo luz, paz y alivio a nuestro sufrido mundo. El Islam no es una religión falsa. Cuando los hindúes estudien esta religión con el debido respeto, sentirán también la misma simpatía que yo siento hacia el Islam. He leído los libros que hablan acerca de la vida del Profeta del Islam y de aquellos que estuvieron cerca de él. Estos libros me interesaron profundamente; tanto, que cuando terminé de leerlos, lamenté que se hubieran acabado. He llegado a la conclusión de que la rápida expansión del Islam no se realizó por medio de la espada. Por el contrario, se debió, sobre todo, a su notable simplicidad, su lógica, la gran modestia de su Profeta, su escrupuloso respeto de las promesas realizadas, su ilimitada devoción hacia cada musulmán, su carácter intrépido, su falta de temor, su confianza absoluta en Dios y su propia misión. Estas cualidades, y no la espada, fueron las que le permitieron vencer todos los obstáculos.


El Islam ha abrogado la vida monacal. En el Islam no hay nadie que se interponga entre Al-lah ta´ala y Su siervo. El Islam es también la religión que ordenó el establecimiento de la justicia social desde el principio. No existe ninguna institución (o iglesia) entre el Creador y lo creado. Cualquier que lea el Corán, aprenderá los mandamientos de Al-lah y los obedecerá. No hay nada que obstruya la relación entre Al-lah y la persona a este respecto. Mientras que en el Cristianismo se introdujeron muchos cambios, como resultado de sus propias limitaciones, en el Islam no ha habido alteraciones y se ha preservado su prístina pureza. Al Cristianismo le falta el espíritu democrático. El equipar a esta religión con un espíritu más democrático ha requerido un incremento del celo nacional de los cristianos y reformas concomitantes."


Gandhi añade: "Alguien ha dicho que los europeos en Sudáfrica temen el advenimiento del Islam – el Islam que civilizó España, que llevó la luz de su antorcha a Marruecos y que predicó al mundo el evangelio de la hermandad. No es de extrañar que los europeos de Sudáfrica teman el advenimiento del Islam. Éste podría llevar a los hombres de color a afirmar su igualdad con respecto a los de raza blanca. Si la hermandad (entre las razas) es un pecado, entonces ellos hacen bien en temerlo. Dado que el Islam enseña la igualdad entre las todas las razas, incluyendo las de color, entonces su aprensión está bien fundada."


Goethe


Entre estos escritores destaca por méritos propios la figura de Johann Wolfgang von Goethe, que está considerado como el mejor escritor en lengua alemana de todos los tiempos. El nombre de Goethe ha sido dado al Instituto estatal de Alemania que está encargado de difundir el idioma alemán en todo el mundo, así como a incontables instituciones.


Cuando era joven, Goethe quiso realizar estudios orientales, pero su padre le obligó finalmente a estudiar leyes. Goethe siempre admiró a los primeros viajeros a Arabia (Michaelis, Niebuhr) y estaba fascinado por la lectura de lo que ellos publicaron acerca de sus viajes.


Goethe siempre consideró que no había sido una mera casualidad, sino un hecho providencial lleno de significado, el que en el otoño de 1813 un soldado alemán de las tropas napoleónicas que regresaba de España le trajera un viejo manuscrito en árabe de la época de Al Andalus. Este manuscrito contenía la última Sura (Capítulo) del Corán, la 114, "An Nas" (Los Hombres). Goethe intentó más tarde copiarla con la ayuda de algunos profesores de Jena, que le habían ayudado a traducir el contenido del manuscrito.


En 1814, Goethe visita a un grupo de musulmanes rusos de etnia bashkir del Ejército del zar Alejandro I, que estaban utilizando el instituto protestante de Weimar como una mezquita improvisada para realizar allí sus oraciones. En su carta a Trebra (5-1-1814), Goethe escribe: "Hablando de profecías, tengo que decirte que hay cosas que están ocurriendo en estos días que ni a un profeta le


hubieran permitido decir. ¿Quién habría podido afirmar hace unos años que habría habido un servicio religioso musulmán y que algunas Suras del Corán iban a ser recitadas en el auditorio de nuestro instituto protestante?. Sin embargo, esto ha ocurrido y acudimos a la oración de los bashkires, vimos a su mullah y recibimos a su príncipe en el teatro. Yo fui obsequiado, como favor especial, con un arco y unas flechas que, en eterno recuerdo, colgaré sobre mi chimenea tan pronto como Dios decrete un feliz retorno para ellos".


En realidad, la actitud positiva de Goethe hacia el Islam va mucho más allá de la que hubiera tenido anteriormente cualquier alemán. Él mismo escribe, en tercera persona, el 24-2-1816: "El poeta (Goethe)... no desmiente las sospechas de que él mismo sea un musulmán". (WA I, 41, 86). Más tarde, Goethe se muestra aún más abiertamente como musulmán: "No puedo decirte más que esto: Trato de permanecer en el Islam" (Carta a Zelter. 20-9-1820).


También escribe en una de sus obras cumbre, el "Divan":


"Es estúpido que todo el mundo esté alabando su opinión particular Si el Islam significa sumisión a Dios, todos vivimos y morimos como musulmanes".


En los años 1814-1815, Goethe empieza a estudiar en Jena el idioma y la literatura árabes con algunos profesores de estudios orientales, como Paulus, Lorsbach y Kosegarten. Después de ver sus manuscritos y haber conocido el Corán, Goethe sintió el fuerte impulso de aprender árabe. Él copiaba algunas dúas (súplicas a Dios) islámicas y más tarde escribió: "En ningún otro idioma el espíritu y la letra están plasmados de una forma tan primordial". (Carta a Schlosser, 23.1.1815). Goethe estudió gramáticas de árabe, libros de viajes, poesía, interpretaciones del Corán, antologías y libros sobre la Sira (la vida del Profeta Muhammad). A Goethe le gustaba en especial un traducción de la obra "Diwan" del poeta persa Muhammad Shamsuddin Hafis, realizada por J. Hammer. Todo esto le empuja a escribir su propio Divan, una obra poética que está claramente inspirada y referida a diferentes versos del Corán (Mommsen, pg. 269-270).


A la edad de 70 años, Goethe escribe (Notas y Ensayos al Divan, WA I, 17, 153) que intenta "celebrar respetuosamente esa noche –la Noche del Destino (Lailat ul Qadr)- en la que se le reveló el Corán al Profeta desde lo Alto". También escribió: "Cualquiera podría maravillarse por la gran eficiencia del Libro. Esto es por lo que ha sido declarado como "increado" por sus reales admiradores (los musulmanes)". A esto, añade: "Este libro continuará siendo altamente efectivo para toda la eternidad". (WA I, 7, 35/36).


Hoy se conservan en el Archivo de Goethe y Schiller, localizado en Weimar (Alemania), los manuscritos de los primeros estudios coránicos de Goethe de los años 1771-1772. Goethe leía la traducción alemana del Corán realizada por J. Hammer y la traducción inglesa de G. Sale delante de los miembros de la familia Duke de Weimar y sus invitados. El gran autor alemán Schiller y su esposa escribieron acerca de estas públicas lecturas de Goethe (Carta de Schiller a Knebel, 22.2.1815). Goethe pensaba que las traducciones del Corán de que disponía eran insuficientes y siempre estaba pidiendo más. En el Divan, Goethe escribe:


"¿Es el Corán eterno? No lo dudo. Éste el es libro de los libros Lo creo más allá del deber de los musulmanes (de creerlo así)" (WA I, 6, 203)


En este mismo sentido, Goethe habla de la diferencia entre un profeta y un poeta. "(Muhammad) es un profeta y no un poeta y, por lo tanto, su Corán tiene que ser visto como una ley divina y no como un libro humano escrito para la educación o el


entretenimiento". (Noten und Abhandlungen zum Westöstlichen Divan, WA I, 7, 32).


Además de la fascinación que le produce el lenguaje del Corán, así como su belleza y sublimidad, Goethe se siente atraído también por su significado religioso: la Unidad de Dios y la convicción de que Él se manifiesta en Su creación. En los primeros manuscritos de Goethe podemos ver que reprodujo diferentes versos del Corán que hablan de cómo el hombre debería contemplar la naturaleza y todos sus fenómenos como signos de la acción divina. La multiplicidad y complejidad de los fenómenos naturales indican también la existencia de Un Dios único. Goethe habla de "la grandeza de Dios en lo pequeño" (Gottes Grösse im Kleinen).


Goethe estaba también impresionado por la revelación coránica de que Dios habló a la humanidad a través de una serie de profetas. En 1819 Goethe dice -comentando el verso 4 de la Sura de Abraham (14): "No mandamos a ningún enviado que no hablara en la lengua de su pueblo, para que les explicara con claridad"-: "Es cierto lo que Dios dice en el Corán". (Carta a A. Blumenthal 28.5.1819). En su Carta a Carlyle (20.7.1827), Goethe hace también referencia a este verso coránico: "El Corán dice: "No mandamos a ningún enviado que no hablara en la lengua de su pueblo". Esta idea vuelve a aparecer en un ensayo escrito en 1827.


En varios versos del Divan, Goethe se refiere también a la virtud islámica de dar ayudas a los necesitados y habla del "placer de dar". (Die Wonne des Gebens).


Uno de los factores que llevaron a Goethe a interesarse por el Islam fue su rechazo hacia algunos de los dogmas de las iglesias cristianas, y muy en especial de la católica. "Hay muchas tonterías en la doctrina de la Iglesia" (Conversaciones con Eckermann, 11.3.1832).


En el Divan, Goethe refuta asimismo el dogma cristiano de la divinidad de Jesús y afirma la Unidad de Dios:


" Jesús se sintió puro y reflexionó únicamente sobre el Dios Único. Quién le hizo ser un dios ofende su sagrada voluntad. Y, de este modo, la verdad tiene que resplandecer, tal y como Muhammad también logró hacer. Por medio sólo del nombre del Uno él gobernó todo el mundo".


Goethe manifiesta asimismo en el Divan el valor que tiene el vivir el momento presente frente a la actitud resignada del Cristianismo que relega el disfrute de las cosas únicamente a la otra vida.


Finalmente, en el poema de los Siete Durmientes, contenido en el Divan, Goethe llama a Jesús profeta (en consonancia con las enseñanzas islámicas): "Éfeso durante muchos años / Honra las enseñanzas del Profeta Jesús". (WA I, 6, 269).


Goethe estaba también fascinado por algunos escritos sufíes y, más especialmente, por la metáfora de Saadi Shirazi sobre el "vuelo en el amor", es decir, sobre el vuelo hacia la luz tras la muerte. Goethe incluye así un poema en el Divan, "El anhelo del gozo", en el que refleja esta metáfora de Saadi. Asimismo, en el capítulo dedicado al sabio sufí, Yalal ul-Din Mevlavi Rumi, reconoce la importancia del recuerdo de Al-lah (Dios) en el Islam: "El rosario de cuentas musulmán, por medio del cual Al-lah es glorificado por sus 99 Atributos, es una letanía de alabanzas. La afirmación de estos Atributos aproxima al Ser (Wesen) inabarcable. El adorador se encuentra entonces atónito, sometido y calmado". (WA I, 7, 59).


"Es en Oriente", señaló el escritor alemán Frederic von Schlegel, "donde debemos buscar el supremo romanticismo". Esta frase muestra a las claras la influencia que


el Oriente musulmán ejerció sobre los escritores alemanes de principios del siglo XIX.


Lamartine


Alphonse Marie Louis de Lamartine (1790-1869) fue un poeta, novelista y estadista francés. Después de su viaje a Italia y de un corto período en el Ejército, Lamartine comenzó a escribir y logró un éxito inmediato con su primera publicación, "Meditations poetiques" (1820). Esta obra está compuesta por 24 poemas, incluyendo el famoso "Le Lac" (El Lago), en el que él expresaba sus sentimientos: religiosos, melancólicos o amorosos cuando entra en contacto con la naturaleza y la tierra.


Sus creencias religiosas eran un tipo de panteísmo, que puede ser encontrado en algunas de sus obras, tales como "Jocelyn" (1836) y "La Chute d'un ange" (1838). En política, su idealismo le hizo abrazar los principios de la democracia, la justicia social y la paz internacional. Su "Historia de los Girondinos" (1847), una glorificación de los Girondinos –un grupo de políticos del período de la Revolución francesa- fue inmensamente popular, y después de la revolución de 1848, Lamartine encabezó durante un breve período el gobierno provisional y fue miembro del Comité Ejecutivo que lo reemplazó. Su moderación pronto le costó el apoyo tanto del ala derecha como del ala izquierda de los revolucionarios. Él compitió también sin éxito por la presidencia con Louis Napoleón Bonaparte (más tarde Napoleón III). Lamartine abandonó la política y se dedicó enteramente a escribir, gastando mucho de lo que le quedaba de vida en un esfuerzo sin esperanza para devolver las enormes deudas que había acumulado en su juventud. Una de sus últimas obras de prosa fue la novela "Graziella" (1849) y Les Confidences (1852).


Lamartine fue un gran admirador del Islam y el Profeta Muhammad. Él escribió en su "Historia de Turquía": "Si la grandeza del propósito, la escasez de medios y los


resultados sorprendentes son los tres criterios del genio humano, ¿quién se atrevería a comparar a cualquier gran hombre de la historia moderna con Muhammad? Los hombres más famosos crearon solamente armas, leyes e imperios, que a menudo se derrumbaban ante sus ojos. Este hombre movió no sólo ejércitos, legislaciones, imperios, pueblos y dinastías, sino a un tercio del mundo entonces habitado; y, más que eso, movió los altares, los dioses, las religiones, las ideas, las creencias y las almas… Su paciencia en la victoria, su ambición, que estuvo dedicada enteramente a una idea y no a la creación de un imperio; sus oraciones interminables, sus conversaciones místicas con Dios, su muerte y su triunfo después de su muerte. Todo esto atestigua, no una impostura, sino una firme convicción que le dio el poder para restaurar el dogma. Este dogma tenía dos puntos básicos: la unidad de Dios y la inmaterialidad de Dios. El primer nos dice qué es Dios, mientras que el segundo nos dice lo que no es…


Filósofo, orador, apóstol, legislador, guerrero, conquistador de ideas, restaurador de los dogmas racionales y de un culto sin imágenes, fundador de veintidós imperios terrestres y de un imperio espiritual, ése es Muhammad. Atendiendo a todos los estándares por los que la Grandeza Humana puede medirse, podemos muy bien preguntarnos: "Hay un hombre más grande que él?".


(Lamartine, Historire de la Turquie, Paris, 1854, Vol. II, pp. 276-277).


Napoleón


Entre los pensadores occidentales más ilustres que llevaron a cabo una aproximación personal al Islam cabe citar, sin ninguna duda, a Napoleón Bonaparte (1769-1821), Emperador de Francia.


La aproximación de Napoleón al Islam tuvo lugar durante su campaña en Egipto, en el año 1798. Se ha especulado mucho acerca de cuáles fueron las motivaciones que empujaron a Napoleón a emprender esta difícil expedición. Algunas de ellas tuvieron que ver, sin duda, con su deseo de convertir el Mediterráneo en un lago francés, tras la pérdida de Canadá y la India a manos de los ingleses pocas décadas antes. Con esta expedición, Napoleón quería también bloquear las rutas comerciales terrestres de Inglaterra hacia la India e incluso planteó la futura apertura de un canal entre el Mediterráneo y el Mar Rojo -que se materializaría un siglo más tarde en el Canal de Suez-.


Existen, sin embargo, otras fuentes que apuntan también que muchos de los generales de Napoleón, vinculados a la masonería, tenían un vivo deseo de conocer Egipto. Cabe señalar que algunos escritores y pensadores europeos del s. XIX, como Joseph von Hammer-Purgstall y Godfrey Higgins, consideraban que muchas de las doctrinas y prácticas de la masonería procedían de la corriente shií de los fatimíes, que dominó Egipto durante varios siglos en la Edad Media, desde donde habrían pasado a los caballeros templarios. Higgins fue un gran admirador del Islam y el Profeta Muhammad y quiso siempre visitar países como Egipto, Siria y


Palestina. Algunos de estos autores entraron también en contacto con la sabiduría y conocimiento de las tariqas (cofradías) del Sufismo, la corriente mística del Islam.


Todo esto explica el que muchos miembros de las logias masónicas de Europa sintieran una atracción hacia los países del Norte de África y Oriente Medio, a los que veían como la cuna de las doctrinas que practicaban.


Napoleón en Egipto


Existen diversas fuentes que señalan que Napoleón se convirtió al Islam durante su estancia en Egipto. Entre ellas, cabe mencionar el libro "Satanic Voices –Ancient and Modern" (Voces Satánicas – Antiguas y Modernas), del autor británico David Pidcock, publicado en 1992. El autor inglés indica en su libro que Napoleón adoptó tras su conversión el nombre de Ali. Junto a Napoleón, se convirtió también el general Jacques Menou, que eligió el nombre de Abdullah-Jacques. Menou se casaría posteriormente con una mujer egipcia, Sitti Zoubeida, que era descendiente del Profeta Muhammad. Algunos historiadores afirman, sin embargo, que esta aproximación de Napoleón al Islam era interesada y sólo pretendía facilitar su ocupación y gobierno del país.


Sin embargo, la obra "Journal inédit de Ste Hélène, de 1815 à 1818" (Diario inédito de Santa Elena, de 1815 a 1818) de Gal Baron Gourgaud, de dos tomos de extensión, echa por tierra la hipótesis de la conversión interesada. Gourgaud demuestra que Napoleón mantenía sus ideas sobre el Islam en sus últimos años, cuando se hallaba exiliado en la isla de Santa Elena. Uno de los compañeros que le acompañó a su exilio en la isla escribió: "En Egipto, Napoleón manifestó constantemente su asombro por las bendiciones que el Profeta del Islam y otros grandes hombres en la historia habían traído a las tierras que tomaron bajo su protección. Él esperaba que el Islam fuera la fuerza que permitiera recoger de nuevo estas bendiciones para el mundo, e incluso afirmó: "Creo que adoptaré el Islam como mi religión".


Ha y que indicar, por otro lado, que Napoleón fue mucho más allá de una simple declaración de simpatía hacia el Islam. Así por ejemplo, Napoleón declaró que la Ley Islámica o Shariah era superior a la ley europea de la época y manifestó su deseo de aplicarla en Europa. De hecho, Napoleón incluyó partes de la Shariah dentro del Código Civil napoleónico -que pasó a ser posteriormente un modelo para los códigos de muchos otros países europeos, incluyendo el español- y de las leyes penales francesas. Cabe señalar, según destaca el propio Pidcock, que cuando la Justicia francesa acusó a los fotógrafos que seguían al coche en que falleció la princesa Diana de Inglaterra y su acompañante, Dodi al Fayed, lo hizo utilizando para ello una parte antigua de la Jurisprudencia francesa, que inculpa a quien "no preste ayuda en el escenario de un accidente". Esta norma está tomada de la Jurisprudencia del Imam Malik, el fundador de la Escuela Maliki, una de las cuatro del Islam sunní.


Mientras estuvo en Egipto, Napoleón mantuvo largas discusiones con los ulemas (sabios religiosos islámicos) de El Cairo sobre teología islámica. En un momento de estas discusiones, Napoleón planteó la idea de que todo el Ejército francés napoleónico se convirtiera al Islam (Napoleón and the Awakening of Europe). Gourgaud añade a este respecto, citando una fuente de la época, que "Napoleón lee el Corán en silencio. Luego, levanta su cabeza y dice, como en un sueño, "la religión de Muhammad es la más bella".


Otro autor, Christian Cherfils, señala en su libro "Napoleón et l´Islam" (Napoleón y el Islam) que el emperador francés declaró en una ocasión: "La existencia y unidad de Dios, que Musa (Moisés) anunció a su pueblo y Jesús a su comunidad, fue proclamada posteriormente por Muhammad al mundo. Arabia se había convertido en un país de idólatras. Seis siglos después de Jesús, Muhammad concienció a los árabes acerca de la existencia de Dios, tal y como otros profetas como Ibrahim (Abraham), Ismail (Ismael), Musa (Moisés) e Isa (Jesús) habían hecho antes que él


con otros pueblos. La paz en el Este había sido perturbada por los arrianos –los cristianos que seguían la doctrina unitaria de Arrio- y por los herejes que habían estado esforzándose para difundir, en nombre de la religión, un credo ininteligible que está basado en la Trinidad –el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo- (con estas palabras se refería Napoleón al catolicismo). Muhammad guió a los árabes al camino recto, les enseñó que Dios es Uno, que no tiene padre ni hijo, y que adorar a varios dioses era una costumbre absurda, que supone una continuación de la idolatría". Hay que señalar aquí que en el acercamiento al Islam de Napoleón influyó en efecto el rechazo que sentía hacia la religión católica y a algunos de sus dogmas más notorios, como el de la Trinidad. En este sentido, el Emperador francés se hallaba próximo, ya antes de su expedición a Egipto, a las ideas teístas de algunos de los Ilustrados franceses, como Voltaire y Rousseau, que también mostraron una profunda oposición a la Iglesia y su doctrina.


En otro lugar del libro de Cherfils se recoge otra cita de Napoleón: "Yo soy musulmán unitario y glorifico al Profeta... Espero tener en un futuro cercano la oportunidad de reunir a gente sabia y culta de todo el mundo y establecer un gobierno, que dirigiré en base a los principios escritos en el Corán". (Extractos de la Correspondencia de Napoleón (17-7-1799), TomoV, nº 4287, París 1914).


Rilke


Rainer Maria Rilke nació en Praga (1875-1926) y fue uno de los grandes poetas alemanes del s. XIX, junto con Goethe, Schiller y Hölderlin. Él vivió los últimos años de las grandes monarquías europeas, un período que significó el fin del papel histórico del Cristianismo, según el filósofo alemán Friedrich Nietzsche. Ese hecho llevó a muchos pensadores de aquel tiempo a buscar un nuevo sentido a sus vidas. Rilke ingresó en una academia militar, una escuela de comercio y una universidad, donde estudió Derecho e Historia del Arte, pero ninguna de estas experiencias le resultó satisfactoria. Él tuvo dos maestros cuya influencia sobre su vida resultó decisiva. Uno de ellos fue Tolstoi, al que Rilke visitó en Rusia cuando tenía solo 24 años. El modesto carácter de Tolstoi y su devoción popular le convirtieron a ojos de Rilke en una prueba viviente de la Unidad Divina. Tres años más tarde, Rilke vivió en París con August Rodin, del que fue su secretario. Él aprendió de Rodin algunas cosas valiosas, como la importancia del trabajo diario y una determinada comprensión de la poesía.


Rilke viajó al norte de África y España entre 1910 y 1913. Durante su viaje a España, rompió con el Cristianismo y conoció el Islam. Más tarde, reconoció lo cerca que había estado de las enseñanzas y los puntos de vista de los musulmanes.


Él se sintió atraído por el concepto islámico del Tauhid (la Unidad de Dios). "El Cristianismo ha cortado a Dios en trozos, como si fuera un pastel, pero Al-lah está entero e intacto." (Carta del 4-12-1912). "No existe vida aquí ni en el Más Allá, sino la Gran Unidad, en la que los seres que nos llevan ventaja, los ángeles, se encuentran en su ambiente. El Ángel de las Elegías (del Duino) –una de las principales obras de Rilke- no tiene nada que ver con el Ángel del Cielo cristiano, sino más bien con el arquetipo angélico del Islam." (Carta del 13-11-1925). Cabe


señalar que esa obra, "Las Elegías del Duino", muestra que Rilke hizo un esfuerzo para tratar de conocer no sólo la realidad de los ángeles, sino también para encontrar la Unidad de la Existencia, que había estado buscando toda su vida.


Tras su viaje a España, adoptó una postura muy crítica hacia el Cristianismo y se escandalizó por lo que él consideró como una profanación de la Mezquita de Córdoba por parte de la Iglesia Católica. "Desde que estoy en Córdoba, me siento irritado con el Cristianismo. Leo el Corán de vez en cuando y siento una nueva fuerza dentro de mí…. Se dice que éste es un país cristiano, pero la gente ya no es cristiana desde hace mucho tiempo…. En la actualidad, hay una indiferencia ilimitada, iglesias vacías…. En realidad, ya no debemos sentarnos a esta mesa, que está llena de migajas. La fruta ya ha sido chupada. Es necesario escupir la piel…. Muhammad fue alguien que tenía que venir. Como un río a través de las montañas, él se abrió camino hacia el Dios Único, al que es posible hablar cada mañana sin el teléfono –Cristo-, en el que se dice constantemente: "¡Hola! ¿Quién es?", y nadie responde." (Carta del 17-12-1912).


Así pues, Rilke aceptó claramente los dos conceptos básicos del Islam: la Unidad de Dios y la misión profética de Muhammad. De este modo, siguió los pasos de Goethe, que se había sentido anteriormente fascinado por el Islam y abrió la puerta para que otros pensadores y escritores occidentales conocieran su realidad.


Shakespeare


El pasado mes de octubre, el Teatro Globe de Londres celebró el 400 Aniversario de "Otelo", dentro de un programa extenso que recibió el nombre de "Shakespeare y el Islam." Al menos 10.000 personas acudieron al evento, que demostró lo mucho que Occidente está interesado en ir más allá de los titulares sensacionalistas y descubrir más cosas acerca de la cultura del mundo árabe e islámico. Los organizadores señalaron que Shakespeare se refirió al Islam en al menos 141 ocasiones en 21 obras de teatro diferentes. Esto incluye referencias al Profeta "Mahoma", Marruecos, Constantinopla, los turcos, los otomanos, los sarracenos, los sultanes y los "moros". Cabe señalar que las obras de Shakespeare reflejan el punto de vista predominante dentro de la sociedad isabelina acerca de otras culturas.


Existen cuatro personajes en las obras de Shakespeare que son de un inconfundible origen norteamericano o "moro": Caliban, Otelo, el Príncipe de Marruecos y Aaron. Si estas personas son de origen negro, árabe o bereber es algo cuestionable.


Sycorax, la madre de Caliban, era de Argier –Argel, en el norte de África-. Caliban es un sirviente malvado de baja clase social y de nacimiento ilegítimo. Por el contrario, el Príncipe de Marruecos es un hombre que juega un papel clave en la eliminación de tensiones entre Europa y el Imperio Otomano. Así pues, los "moros" eran caracterizados en la Inglaterra isabelina como nobles o malvados; amables o salvajes. Algunos negros procedentes de África estuvieron también presentes en Inglaterra en este período. Aunque una gran parte de ellos eran esclavos, había


también muchos negros libres que iban y venían a través de Inglaterra y otros países del continente.


En unas declaraciones efectuadas al periódico libanés, The Daily Star, Peter Spottiswoode, director de Globe Education, dijo: "Tuve una conversación con el embajador de Marruecos, que está convencido de que la obra "Otelo" está basada en el embajador de Marruecos que llegó a Inglaterra en 1600. Él me habló bastante sobre la relación de Inglaterra con Marruecos y me hizo comprender que lo que necesitamos hacer es explorar el contexto político social y cultural de "Otelo" de principios del s. XVII. Tenemos que analizar la percepción que existía en Inglaterra en esa época acerca del Islam y las tierras islámicas." En realidad, Marruecos era en aquel tiempo un aliado clave de Inglaterra en contra de la España católica.


Aunque África estaba considerada como un continente de paganos e infieles por muchas personas en Inglaterra, el peligro de una invasión militar por parte de España empujó a Inglaterra a una alianza con Marruecos. Inglaterra tenía además una gran necesidad de nitrato de sodio, un importante producto que se necesita para las balas y municiones en general. Los comerciantes ingleses descubrieron que Marruecos poseía una gran cantidad de este producto. De este modo, la relación entre Inglaterra y Marruecos llegó a ser tan fuerte que Isabel I y el rey marroquí llegaron incluso a elaborar un plan para colonizar juntos América.


Esta situación política queda reflejada en las obras de Shakespeare. Algunos autores ingleses han afirmado que el nombre Iago, un personaje perverso y villano, sería una versión acortada de un nombre español: Santiago Matamoros. Resulta significativo, pues, que el enemigo de Otelo tenga el mismo nombre que un hombre que fue conocido por su matanza de musulmanes españoles. En realidad, al tomar en consideración este aspecto referido a España, ¿no podría Otelo haber sido un morisco?


Un carácter que todos estos personajes poseen es el de una fuerte sexualidad. Estos cuatro hombres son presentados como sexualmente agresivos de una forma u otra. La tradición cristiana en aquel tiempo tenía la noción de que los "moros" o africanos eran descendientes de Ham, el hijo de Noé que fue maldecido por ver el cuerpo de su padre desnudo. Además, la identificación del Islam con el concubinato legal o la poligamia contribuyó a dar una imagen del "moro" como alguien "con un apetito sexual desmedido." El Príncipe de Marruecos es un hombre cuya piel morena había atraído a "las vírgenes más bellas de nuestro clima." Caliban es alguien también que está poseído por el deseo de tener relaciones con mujeres de otras razas.


Por su parte, el reputado académico Martin Lings cree que Shakespeare fue miembro de una orden espiritual estrechamente vinculada al Sufismo. En una reciente conferencia, Lings manifestó: "A Shakespeare le habría gustado el Sufismo." Él señala que en el "Rey Lear", el viaje de Edgar es similar al viaje del sufí en busca de la verdad. Según el diario Observer, Lings argumenta que "los principios que guían el pensamiento sufí resultan evidentes en las obras de Shakespeare. Éstas presentan una lucha entre el naciente mundo moderno y el sistema de valores tradicional y místico. Y, al igual que los sufíes, sus obras se hallan firmemente al lado de la tradición y la espiritualidad."


Tolstoi


El gran escritor ruso, Leon Tolstoi, que contribuyó grandemente a la literatura y a la historia de Rusia y fue autor de obras tan emblemáticas como Guerra y Paz es conocido también por su labor como pensador y filósofo. En sus obras, Tolstoi expuso sus ideas sobre Dios, el alma, el conocimiento, el amor, el significado de la vida. A partir de 1870, Tolstoi prestó cada vez más atención a conceptos como la muerte, el pecado, la penitencia y el resurgimiento moral de la sociedad.


En su creativo trabajo se refleja una búsqueda de un ideal moral y espiritual que causó un profundo impacto en la sociedad rusa de finales del siglo XIX, que consideraba incomprensibles muchas de las planteamientos expuestos por Tolstoi. Sus ideas le atrajeron la enemistad de la influyente Iglesia Ortodoxa rusa. Fue excomulgado y convertido en un paria. Sus amigos y parientes le abandonaron. Tolstoi falleció en 1910 a la edad de 81 años.


En sus propias cartas y escritos, el escritor explica sus pensamientos y filosofía. En uno de tales escritos, Tolstoi alude al papel de la Iglesia Ortodoxa, que detentaba el monopolio religioso en la Rusia zarista.


"El mundo está construyendo su propia forma de vida que es completamente distinta de las enseñanzas de Cristo y la Iglesia está inventando alegorías que sugieren que la gente que viola la ley de Cristo está viviendo de acuerdo a ella. Como resultado, el mundo ha comenzado a vivir una vida que es peor que la de los


paganos y la Iglesia ha llegado al punto de aprobarlo. Además, afirma que dicha forma de vida se corresponde al modelo que Cristo enseñó".


Yasnaya Polyana, marzo de 1909.


La mujer rusa que se casó con el musulmán E. Velikov, escribió a Tolstoi que sus hijos querían convertirse al Islam y le pidió consejo sobre este particular. Esto es lo que Tolstoi le contestó:


"En lo que se refiere al hecho de preferir el Islam por encima del cristianismo ortodoxo..., puedo decir que simpatizo plenamente con tal conversión. Esta afirmación puede resultar extraña en mí, que valoro los ideales cristianos y las enseñanzas de Cristo en su sentido puro más que ninguna otra cosa en el mundo. No tengo duda de que el Islam es en su acepción más externa una ideología superior a la de la Iglesia Ortodoxa. Por lo tanto, si existieran sólo dos opciones: adherirse a la Iglesia Ortodoxa o al Islam, cualquier persona sensata no dudaría en su elección y preferirá aceptar el Islam con su principio de creer en un solo Dios y en Su Profeta en lugar de los complejos e incomprensibles dogmas teológicos tales como la Trinidad, la redención, los sacramentos, los santos y sus imágenes y las complicadas ceremonias..."


Yasnaya Polyana, 15 de marzo de 1909.


En otra carta posterior, Tolstoi afirma:


"Intenta comprender lo que es mi vida. No tengo nada de lo que se considera éxito en la vida -riqueza, honor, gloria-. Mis amigos, e incluso mi familia, se están apartando de mí".


Algunos -los liberales y los ascetas- me consideran un loco o un débil mental, como Gogol; otros -los revolucionarios y radicales- me consideran un místico y un hombre que habla demasiado; los funcionarios del gobierno me consideran un perverso revolucionario y los clérigos de la Iglesia Ortodoxa me consideran un demonio.


Confieso que todo esto es duro para mí.... Y por tanto, consideradme, por favor, como un musulmán, y todo irá bien".


Yasnaya Polyana, abril de 1884.


Voltaire


En los últimos tiempos se ha debatido mucho acerca de la relación entre el gran sabio ilustrado francés del siglo XVIII, François-Marie Arouet, más conocido por su seudónimo Voltaire, y el Islam. La práctica totalidad de los autores se muestran de acuerdo en el gusto de Voltaire por los temas orientales, como queda constatado en algunas de sus obras de teatro, entre las que cabe destacar "Zaïre" o "Alzire".


Hasta el momento, la mayoría de estudiosos occidentales sostenía que Voltaire había mantenido una actitud crítica y hostil hacia el Islam. Para justificar tal afirmación se basaban en la conocida obra de Voltaire "Mahomet ou le fanatisme" (Muhammad o el fanatismo), que fue representada en Lille, y luego en París en 1742.


Sin embargo, el estudioso Roger Kempf ha señalado recientemente que las críticas al Profeta que aparecen en esta obra, en correspondencia con el ambiente intelectual y religioso de la época, tenían en realidad otro destinatario oculto, al que era mucho más difícil atacar abiertamente en aquel tiempo: la Iglesia. El 1 de septiembre de 1742, Voltaire confiesa, en este sentido, a César de Cissy: "En mi obra (Mahomet ou le fanatisme) se representa, bajo el nombre de Mahomet, al prior de la orden de los jacobinos, que puso un puñal en la mano de Jacques Clément (el dominicano francés que asesinó al rey Enrique III en 1589)". Cabe señalar que otro filósofo ilustrado, Montesquieu, había utilizado ya este mismo


recurso al criticar en sus Lettres Persanes (Cartas Persas) a la jerarquía católica, que está representada ocultamente en esta obra por el clero shií de Persia.


Hay que tener en cuenta, como ya se ha apuntado, que el ambiente en el que Voltaire escribió estas obras era profundamente islamófobo, como demuestran las obras de André de Ryer, primer traductor del Corán al francés (1647), y Barthélémy d'Herbelot, un sabio orientalista, autor de la Biblioteca Oriental (1697) y fanático detractor del Profeta. Este ambiente hacía, pues, imposible que Voltaire y otros estudiosos pudieran mantener una actitud más objetiva hacia el Islam en sus obras.


Pese a ello, Kemp señala que, tras realizar algunas investigaciones, Voltaire adoptó un nuevo enfoque en su tratamiento del Islam, que estaba bastante alejado de los habituales estereotipos que imperaban en la época. Esto puede verse en su obra "Femmes, soyez soumises à vos maris" (Mujeres, sed sumisas a vuestros maridos), en la que uno de sus personajes, Madame de Grancey, pregunta al abad de Chateauneuf si el Paraíso que se anuncia en el Corán para los fieles era sólo para los hombres o también para las mujeres. El abad la tranquiliza en sus temores en la siguiente conversación:


- "A propósito", dice Madame de Grancey, "¿Es verdad (lo que dicen los monjes de) que Muhammad... afirmaba que no éramos dignas de entrar en el Paraíso y que no seríamos admitidas más allá de su Puerta?".


- "En ese caso, Señora", responde el abad, "los hombres se quedarían también en la Puerta; pero consuélese, pues no existe ni una sola verdad en todo lo que aquí se dice de la religión musulmana. Nuestros monjes ignorantes y malvados nos han engañado bien, como dice mi padre...".


- "¿Qué dice Vd.? ¿No es cierto, Señor, que Muhammad inventó la poligamia para que los hombres estuvieran más atados? ¿No es cierto también que somos esclavas en Turquía y que nos está prohibido allí rezar a Dios en una mezquita?".


- "No hay una verdad en todo eso, Señora. Muhammad, lejos de haber creado la poligamia, la reprimió y restringió. El profeta Salomón llegó a poseer setecientas esposas. Muhammad redujo este número a cuatro solamente. Las mujeres irán al Paraíso exactamente igual que los hombres, y, sin duda, amarán allí, pero de una manera diferente a la de aquí, puesto que Vd. sabe bien que no conocemos el amor en este mundo más que de una manera muy imperfecta".


Kemp subraya que Voltaire encuentra la tolerancia no en Roma o París, sino en Estambul, bajo el reinado de Mehmet II: "Es importante saber que los turcos no tratan a los cristianos de una manera tan bárbara como nosotros imaginamos... Los turcos permiten que los griegos tengan sus iglesias" (Essai sur les moeurs, cap. XCI). A este respecto, Voltaire continúa diciendo: "Los árabes que traspasaron las fronteras de sus países, de los que no habían salido hasta entonces, no obligaron nunca a los extranjeros a convertirse a la religión musulmana".


Voltaire califica a esta religión de "tolerante e indulgente" (Essai sur les moeurs, cap. VII), y señala en este sentido: "¿No es cierto que el Profeta dijo: "Absteneos de hacer el mal a un musulmán o a un no musulmán?". En otra de sus obras, Voltaire insiste sobre este mismo tema: "Los musulmanes han sido presa de las mismas inhumanidades de la guerra que los cristianos y los judíos, pero más raramente; y cuando alguien (en la guerra) les pide piedad y les ofrece una compensación le perdonan. Tal es su naturaleza. En lo que se refiere a las otras naciones, esta noble virtud de perdonar ya no existe..." (Dictionnaire philosophique).


Frente a un cristianismo que se va alejando de sus orígenes y transforma su doctrina de concilio en concilio, el Islam interesa a Voltaire por ser una religión que


"después de mil doscientos años sigue siendo igual que cuando vivía su fundador. Nada ha cambiado en ella". (Catéchisme de l'honnête homme). Voltaire considera al Islam "una religión mucho más sensata que el Cristianismo, puesto que no adora a un judío... ; no llama a una judía "madre de Dios"; no cae en la blasfemia extravagante de decir que tres dioses forman un dios; y no come a ese dios al que adora (una referencia a la Eucaristía)... (Dictionnaire philosophique). "Creer en un solo Dios Todopoderoso era el único dogma, y si no se hubiera añadido que Muhammad era su profeta, habría sido una religión tan pura y bella como son los caracteres chinos". (Examen de Milord Bolingbroke, cap. XXXV).


Voltaire, de creencia deísta, como muchos otros filósofos de la Ilustración, no irá más allá en su acercamiento al Islam, puesto que no creía en la Revelación. En esta última cita se ve claro que Voltaire se sentía atraído por el dogma islámico de la Unidad de Dios y su absoluta trascendencia. Sin embargo, él sólo veía en Muhammad a un hombre poderoso que había fundado una religión y no, como los musulmanes, a un profeta.


Otro gran pensador de la Ilustración, Jean Jacques Rousseau, compartía el deísmo de Voltaire: "La creencia en un Dios es sagrada, sublime y verdadera, así como igualitaria, si reconoce que todos los hombres son hermanos e hijos de un mismo Dios. Esta creencia nos da esperanza e inspiración. Sin embargo, el Cristianismo de la Sagrada Iglesia Católica predica sólo la servidumbre y la dependencia. Su espíritu es favorable a la tiranía y la tiranía siempre lo explota (en su provecho)..." (El Contrato Social).


Este deísmo ilustrado consistía en la creencia en un Ser Supremo todopoderoso y justo, que habría creado a todos los seres y les ayudaría a perpetuarse, del mismo modo que castigaría los crímenes sin el empleo de la crueldad y recompensaría las acciones virtuosas con generosidad y bondad. Esta creencia deísta tiene, en realidad, una relación directa con la idea islámica del fitra, que implica que todos los seres humanos han tenido desde el principio de los tiempos una creencia simple y natural en Dios. La similitud de puntos de vista entre la religión musulmana y el deísmo en este tema constituye la explicación más plausible del enfoque positivo hacia el Islam que Voltaire ofrece en los pasajes de sus obras que han sido mencionados.



 



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