Y si cada error que cometiste fuera, en realidad, una lección espiritual profunda que la vida te está regalando?





Tocas el fuego… y te quemas.


Saltas desde lo alto… y te rompes.


Comes lo que sabes que daña… y tu cuerpo reacciona.


Y nadie llama a eso injusticia. Porque entiendes que fue tu decisión. Tu elección. Tu consecuencia.





Entonces, ¿por qué, cuando se trata del alma, del bien y del mal, de lo eterno… muchos quieren vivir sin consecuencias, sin justicia, sin responsabilidad?





Nos enseñaron que lo más cómodo es no sentir culpa.


Que todo es relativo. Que no existe lo correcto o incorrecto.


Que puedes vivir como quieras, siempre que “te sientas bien”.





Pero… ¿de verdad es libertad si todo está permitido y nada tiene consecuencias?


¿O es solo una trampa donde nadie responde por nada… y todo el mal se vuelve aceptable?





Piensa en el mundo que vivimos hoy.


¿No es eso lo que está pasando?





Mira ahora al Islam.


No te adula.


No ajusta sus principios para agradarte.


No adapta la verdad a tus emociones.





Te dice con claridad:


Cada decisión importa.


Cada acción tiene peso.


Lo que haces en secreto y en público… cuenta.





Puede incomodar al principio. Pero eso es lo que te hace verdaderamente libre.





Porque el Islam no es solo una religión.


Es un sistema divino de justicia.


Un orden en el que:





Nadie escapa por ser poderoso.





Nadie queda impune aunque muera rico.





Nadie es olvidado, aunque haya sufrido en silencio.





¿Dónde más encuentras algo así?


No en la política. No en los libros de historia.


Solo en un mensaje que no viene del hombre… sino del Creador.





Y sí, el Islam es exigente.


Porque te respeta como ser consciente.


Tú decides. Tú cosechas.


Pero también… tú puedes arrepentirte.





Porque la misma justicia que castiga… también perdona si el corazón vuelve a tiempo.





¿Y los que destruyeron vidas y murieron impunes?


No desaparecieron. Solo se adelantaron al Día en que toda verdad será revelada.


Y cada herida, cada lágrima, será tenida en cuenta.


Dios no olvida. Y eso… no da miedo. Da paz.





Tal vez esta sea la primera vez que lo piensas así.


O quizás, siempre lo sentiste… pero nadie te lo explicó con esta claridad.





En cualquier caso, esto no es casualidad.


Es una llamada.


Una verdad que tocó tu mente… y tu alma.





No la ignores.


Porque quien entiende esto, ya dio el primer paso hacia la verdadera libertad.