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¿Por qué los musulmanes no pueden apostar? ¿Qué tiene de malo?







«He oído que los juegos de azar no están permitidos en el Islam, incluso hacer una pequeña apuesta no está permitido. ¿Por qué es esto? ¿Hay alguna razón detrás? De donde vengo, es solo una diversión para pasar el tiempo o una forma de entretenimiento. Gracias por adelantado».





Respuesta por el Profesor Shahul Hameed





Respuesta corta:




Los musulmanes no pueden apostar porque el juego es una «una obra inmunda del demonio», según las palabras de Dios en el Corán.


Es una violación de la justicia, un desperdicio de las bendiciones de Dios, es adictivo, incita al odio y la envidia, a menudo va de la mano con el alcohol, lleva a la pereza, alimenta la codicia y hace que uno nunca esté satisfecho con su porción en la vida.








Salam (Paz) Andy, gracias por tu pregunta.





Es cierto que el juego está prohibido en el Islam.





Corán: El juego es una abominación





El Noble Corán, que los musulmanes creen en que es el Libro de orientación de Dios para la humanidad, afirma:







¡Oh, creyentes! Los embriagantes, las apuestas, los altares [sobre los cuales eran degollados los animales como ofrenda para los ídolos] y consultar la suerte [por ejemplo] con flechas, son una obra inmunda del demonio. Aléjense de todo ello, que así tendrán éxito [en esta vida y en la próxima]. El demonio pretende [con esas cosas] sembrar entre la gente la discordia y el odio, y apartarlos del recuerdo de Dios y la oración valiéndose de los embriagantes y las apuestas. ¿No van a dejarlo ya? (Corán 5:90-91)







El Islam permite todo tipo de actividades recreativas, incluidos los deportes y los juegos, pero prohíbe claramente cualquier juego que implique apuestas.





El Corán llama al juego “una obra inmunda del demonio”.





Es decir, es un hábito pernicioso que puede tener consecuencias desastrosas en la vida individual y social de una persona.





El juego es injusto





De hecho, si hacemos un estudio serio al respecto, podemos ver las razones por las que el juego es tan objetable:





En primer lugar, el juego viola el principio de justicia.





Desde el punto de vista del Islam, la justicia es muy valorada:







¡Oh, creyentes! Sean responsables con [los preceptos de] Dios. Sean justos cuando den testimonio. Que el rencor que sienten no les conduzca a obrar injustamente. Sean justos y equitativos, porque eso es lo más cercano a la piedad. Y tengan temor de Dios, porque Dios está bien informado de lo que hacen. (Corán 5:8)







A través del juego, las personas desean ganar dinero o bienes a los que no tienen derecho.





El jugador no trabaja por su recompensa, ni la merece; la consigue por pura casualidad, por azar.





El juego sirve a la codicia y fomenta la pereza





En segundo lugar, el juego sirve para alimentar la codicia; el jugador sigue jugando por un premio inmerecido.





Una vez que lo obtiene, está ansioso por obtener más, por lo que no quiere dejar de jugar.





Puede pensar que está teniendo “una racha ganadora” y no quiere irse, pero juega a olvidar el paso del tiempo o sus deberes más importantes.





El juego hace que una persona sea reacia al trabajo serio y al trabajo fructífero.





Tal persona pierde gradualmente su respeto por los esfuerzos humanos reales que traen recompensas reales en la vida.





Se vuelve adicto a los juegos de azar.





Si pierde, piensa que su suerte lo elude por un tiempo; y deseoso de conseguir más, se empeña más y más.





El juego nos hace olvidar a Dios





En tercer lugar, una persona que se entrega al juego ignora sus deberes para con su Creador: pospone su oración o la abandona por completo.





Se convierte en víctima de su propia codicia por el dinero.





Si una persona no es capaz de mantener bajo control sus pasiones más bajas, como la avaricia y la lujuria, la religión no tiene ningún significado para él en sus actividades diarias.





El Islam, o cualquier religión que se precie, debe permitir que una persona se eleve por encima de su entorno material y físico para fortalecer su yo espiritual.





El juego es un mal como la bebida, que altera el equilibrio emocional y socava la capacidad intelectual.





Cabe señalar que el Corán menciona estos dos males juntos.





El juego incita al odio y la envidia





El Islam enseña que el derecho a la propiedad se establece a través de normas bien reconocidas de la sociedad aprobadas por la religión.





Es un derecho sagrado y de nadie se puede tomar su propiedad sino mediante permuta, venta o caridad lícitas.





Los juegos de azar infringen estas normas; y en consecuencia, el juego incita a la enemistad y al odio entre la gente.





El juego es adictivo





Uno puede pensar: ¿Qué hay de malo en apostar solo por diversión o como pasatiempo, en el que no se arriesga ni se gana mucho dinero?





Pero desde el punto de vista islámico, cualquier cosa que sea mala a gran escala también es mala a menor escala.





Toda maldad crece en forma y tamaño incontrolables a partir de una pequeña semilla.





Además, el juego también tiene un lado adictivo, como se indicó anteriormente. Ejerce su propia compulsión.





Por esta razón, el juego es un peligro tanto para el individuo como para la sociedad en general.





Las energías y capacidades intelectuales del jugador, así como su sentido de los valores, son gradualmente consumidos por este hábito.





Tal persona se convierte en un parásito de la sociedad, ya que consume recursos indignos mientras ignora sus deberes para con la comunidad.





Lo anterior deja en claro por qué el juego es una práctica abominable y por lo tanto no puede ser fomentada en ninguna sociedad como mera “diversión”.





Y Dios sabe más.





Espero que esto ayude.





Salam y por favor mantente en contacto.





 





Fuente: About Islam



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