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La persona promedio en el mundo desarrollado lucha a diario contra la tristeza y la preocupación. Mientras la mayoría de la población mundial enfrenta la pobreza extrema, el hambre, los conflictos y la desesperación, aquellos que tenemos el privilegio de llevar vidas relativamente fáciles debemos hacerle frente al miedo, al estrés y a la ansiedad. ¿Por qué quienes somos bendecidos con riquezas estamos inmersos en la soledad y la desesperación? Vivimos en una era de confusión, tratamos de hacer cuanto podemos, pero acumular posesiones materiales no puede hacer nada para reparar corazones y almas rotas.





Ahora, más que en cualquier otro momento en la historia de la humanidad, el estrés, la ansiedad y los problemas psicológicos están cobrando un precio enorme en la condición humana. Las creencias religiosas deben permitir, sin embargo, alguna sensación de consuelo; parece que el hombre del siglo XXI ha perdido la habilidad de conectarse con Dios. Reflexionar sobre el significado de la vida ya no supera la sensación de abandono. Este deseo de adquirir posesiones materiales, que de alguna manera valida nuestra razón de ser, se ha convertido en el bálsamo que alivia nuestras almas atribuladas. ¿Por qué?





Tenemos lo mejor de todo lo que está disponible, pero la realidad es que no tenemos nada. Nada que consuele el alma. Los muebles hermosos no sostienen nuestra mano en la noche más oscura. El más moderno centro de entretenimiento no enjuga nuestras lágrimas ni suaviza nuestro ceño fruncido. Aquellos que vivimos con el dolor y la pena, o estamos afligidos por condiciones de vida difíciles, nos sentimos abandonados. Nos sentimos sin timón en un mar abierto. Enormes olas amenazan con hundirnos en cualquier momento. Nuestros deseos y obligaciones suben a lo alto y se ciernen sobre nosotros como ángeles vengadores, y buscamos consuelo en adicciones y en conductas autodestructivas.





¿Cómo nos alejamos del precipicio? En el Islam, la respuesta es asombrosamente simple. Nos volvemos hacia nuestro Creador. Dios sabe lo que es mejor para Su creación. Él tiene pleno conocimiento de la psique humana. Él conoce el dolor, la desesperación y la tristeza que sentimos. Dios es a quien nos acercamos en la oscuridad. Cuando volvemos a poner a Dios en nuestra agenda, el dolor comienza a ceder.





“Aquellos que creen, sus corazones se sosiegan con el recuerdo de Allah”. (Corán 13:28)





El Islam no es una religión llena de rituales vacíos y reglas y regulaciones inflexibles, aunque pueda parecernos así si olvidamos cuál es el verdadero propósito de nuestra vida. Fuimos creados para adorar a Dios, nada más ni nada menos. Sin embargo, Dios, en Su infinita misericordia y sabiduría, no nos abandona en este mundo lleno de pruebas y tribulaciones. Él nos ha dado armas. Estas armas son más poderosas que los arsenales de los grandes ejércitos del siglo XXI. Dios nos ha dado el Corán y las tradiciones auténticas de Su Profeta Muhammad.





El Corán es un libro de orientación, y las tradiciones del Profeta Muhammad explican dicha orientación. La religión del Islam trata de cómo establecer y mantener una conexión con Dios. Así es como el Islam maneja la tristeza y la preocupación. Cuando la ola está a punto de romperse o el mundo comienza a girar fuera de control, Dios es el único factor estable. El error más grande que puede cometer un creyente es separar la religión y los aspectos materiales de su vida.





“Allah ha prometido a los creyentes que obren rectamente que obtendrán el perdón [de sus pecados] y una magnífica recompensa”. (Corán 5:9)





Cuando aceptemos con total sumisión que no somos más que siervos de Dios, puestos en esta tierra para ser probados y tentados, la vida toma de repente un significado completamente nuevo. Reconocemos que Dios es la única constante en nuestras vidas y que Su promesa es verdadera. Cuando estamos abrumados por la preocupación y la tristeza, el alivio proviene de volvernos hacia Dios. Si vivimos nuestras vidas según Su guía, obtenemos los medios y la capacidad para superar cualquier desesperación. El Profeta Muhammad declaró que todos los asuntos de un creyente son buenos.





Cuán maravilloso es el estado del creyente. ¡Todos sus asuntos son buenos para él! Y esto sólo es para el creyente. Si tiene motivos para estar feliz es agradecido, y eso es bueno para él. Y si se ve afligido por las dificultades es paciente, y eso es bueno para él[1].





El Islam tiene la respuesta para todos los problemas que afligen a la humanidad. Nos pide mirar más allá de la necesidad de autogratificación y ver más allá de la necesidad de adquirir posesiones. El Islam nos recuerda que esta vida no es más que una pausa transitoria en el camino hacia la vida eterna. La vida de este mundo no es más que un momento fugaz, a veces rebosa de momentos de gran alegría y felicidad, pero también a veces está llena de tristeza, pena y desesperación. Esta es la naturaleza de la vida, y esta es la condición humana.





En los siguientes tres artículos, examinaremos la guía del Corán y de las tradiciones auténticas del Profeta Muhammad en un esfuerzo por descubrir cómo sugiere el Islam que manejemos la tristeza y la preocupación. Hay tres puntos clave que permiten al creyente liberarse de los grilletes de la vida del siglo XXI. Estos son: la paciencia, la gratitud y la confianza en Dios; en idioma árabe: sábershukr y tawakkul.





“Y por cierto que os probaré con algo de temor, hambre, pérdida de bienes, vidas y frutos, pero albricia a los pacientes [que recibirán una hermosa recompensa]”. (Corán 2:155)





“Recordadme pues, que Yo os recordaré, agradecedme [Mis mercedes] y no seáis ingratos”. (Corán 2:152)





“Si Allah os socorre nadie podrá venceros. Pero si os abandona, ¿quién sino Él podrá auxiliaros? Que los creyentes se encomienden a Allah”. (Corán 3:160)





La tristeza y la preocupación son parte de la condición humana. La vida es una serie de momentos. En los dos extremos hay momentos alegres que hacen que nuestros corazones canten con felicidad, y hay momentos oscuros que nos sumergen en la tristeza y la preocupación. En medio de esto está la vida real, las altas y bajas, lo mundano y aburrido, la dulzura y la luz. Es en estos tiempos que el creyente debe tratar de establecer una conexión con Dios.





El creyente debe forjar un vínculo que es irrompible. Cuando la alegría de la vida llena nuestros corazones y mentes, no debemos olvidar que es una bendición de Dios, y también cuando nos enfrentamos con la tristeza y la preocupación, debemos darnos cuenta de que esto también proviene de Dios, aunque a primera vista no podamos ver la bendición.





Dios es el Más Sabio y el Más Justo. Cualquiera sea la condición en la que nos encontremos y sin importar lo que nos veamos obligados a afrontar, es imperativo que abramos nuestros ojos al hecho de que Dios sabe qué es lo mejor para nosotros. A pesar de que evadimos el enfrentar nuestros temores y preocupaciones, puede ser que odiemos una cosa que sea buena para nosotros y deseemos algo que sólo puede llevarnos a la ruina y la condenación.





“...Es posible que detestéis algo y sea un bien para vosotros, y que améis algo y sea un mal para vosotros. Allah sabe y vosotros no sabéis”. (Corán 2:216)





La vida de este mundo fue diseñada por nuestro Creador para maximizar nuestras posibilidades de vivir una vida feliz en el Más Allá. Cuando enfrentamos pruebas, estas nos ayudan a crecer y madurar como seres humanos capaces de funcionar sin esfuerzo en este mundo transitorio.





Dios no nos ha abandonado frente a las tentaciones y pruebas que enfrentamos en este mundo, Él nos ha equipado con armas potentes. Tres de las más importantes son la paciencia, la gratitud y la confianza. El gran erudito islámico del siglo XIV d.C., Ibnul Qayim, dijo que nuestra felicidad en esta vida y nuestra salvación en el más allá dependen de la paciencia.





“Hoy los recompensaré por su paciencia [a vuestra hostilidad], y ellos serán los triunfadores”. (Corán 23:111)





“...ser paciente en la pobreza, la desgracia y en el momento del enfrentamiento con el enemigo. Ésos son los justos, y ésos son los temerosos de Allah”. (Corán 2:177)





La palabra árabe para paciencia es sáber que proviene de una palabra raíz que significa parar, detenerse o abstenerse. Ibnul Qayim explicó[1] que tener paciencia significa tener la capacidad de detenernos antes de desesperar, de abstenernos de reclamar, y de controlarnos en los momentos de tristeza y preocupación. El yerno del Profeta Muhammad, Ali ibn Abu Talib, definió la paciencia como “buscar la ayuda de Dios”[2].





Cada vez que nos veamos acosados por la tristeza y la preocupación, nuestra primera reacción debe ser siempre acudir a Dios. Al reconocer Su grandeza y omnipotencia, comenzamos a comprender que sólo Dios puede aliviar nuestras almas atribuladas. Dios mismo nos aconsejó que Lo invocáramos.





 “A Allah pertenecen los nombres [y atributos] más sublimes, invocadlo pues con ellos. Y apartaos de quienes blasfeman con ellos y los niegan; éstos serán castigados por lo que hicieron”. (Corán 7:180)





El Profeta Muhammad nos animó a pedirle a Dios por todos Sus más hermosos nombres. En sus propias súplicas, es sabido que decía: “¡Oh, Dios! Te pido por cada nombre con que Te has identificado o que has revelado en Tu libro o que has enseñado a cualquier parte de Tu creación o que has mantenido oculto sólo para Ti”[3].





En momentos de pena y estrés, contemplar los nombres de Dios puede traer un gran alivio. También puede ayudarnos a enfocarnos en estar calmados y ser pacientes. Es importante entender que aunque el creyente es animado a no agitarse en el dolor y la angustia, y a no quejarse de las tensiones y los problemas, se le permite volverse hacia Dios, suplicarle a Él y pedirle ayuda.





Los seres humanos somos frágiles. Caen nuestras lágrimas, se rompen nuestros corazones, y el dolor a veces es casi insoportable. Incluso los Profetas, cuya conexión con Dios era inquebrantable, sintieron sus corazones constreñirse de temor o dolor. Ellos también volvieron sus rostros hacia Dios y Le pidieron ayuda. Sin embargo, sus quejas estuvieron rodeadas de paciencia y pura aceptación del destino que Dios había decretado.





Cuando el Profeta Jacob perdió la esperanza de volver a ver a sus hijos José y Benjamín, se volvió hacia Dios, y el Corán nos dice que imploró a Dios que le diera alivio. El Profeta Jacob sabía que no tenía sentido enfurecerse contra el mundo, sabía que Dios ama y protege a quienes son pacientes.





“Dijo [Jacob]: Ciertamente invoco a Allah con mi lamento y mi dolor, y sé de Allah lo que no sabéis”. (Corán 12:86)





El Corán también nos cuenta que el Profeta Job se volvió hacia Dios rogando Su misericordia. Era pobre, estaba abatido por la enfermedad, y había perdido a su familia, sus amigos y sus medios de subsistencia; sin embargo, enfrentó todo esto con paciencia y tolerancia y se volvió hacia Dios.





“Y cuando Job invocó a su Señor: [¡Oh, Allah! Tú bien sabes que] He sido probado a través de las enfermedades, y Tú eres el más Misericordioso. Y escuchamos su invocación y lo curamos de sus enfermedades, e hicimos que su esposa retornara junto a él y lo agraciamos con hijos y bienes en compensación por todo lo que había perdido, ello fue una misericordia dimanada de Nosotros. Ciertamente en esta historia hay un motivo de reflexión para los siervos piadosos”. (Corán 21: 83-84)





Paciencia significa aceptar lo que está más allá de nuestro control. En tiempos de tensión y ansiedad, ser capaz de someterse a la voluntad de Dios es un alivio inmenso. Esto no significa que nos sentemos y dejemos que la vida pase. ¡No! Esto significa que nos esforcemos por agradar a Dios en todos los aspectos de nuestra vida, en nuestro trabajo y nuestro tiempo de diversión, en nuestra familia y en nuestros esfuerzos personales.





Sin embargo, cuando las cosas no salen como habíamos planeado o en la forma en que quisiéramos, incluso cuando parece que los temores y las preocupaciones nos están presionando, aceptamos lo que Dios ha decretado y continuamos esforzándonos en complacerlo. Ser paciente es un trabajo duro, no siempre sale de manera fácil o natural. El Profeta Muhammad, la paz y las bendiciones de Dios sean con él, dijo: “A quien procure ser paciente, Dios lo ayudará a ser paciente”[4].





Se nos hace fácil ejercitar la paciencia cuando nos damos cuenta que es imposible contar todas las bendiciones que Dios ha derramado sobre nosotros. El aire que respiramos, el sol en nuestros rostros, el viento pasando entre nuestro cabello, la lluvia sobre la tierra reseca, y el glorioso Corán, las palabras de Dios para nosotros, están entre Sus bendiciones innumerables. Recordar a Dios y contemplar Su grandeza es la clave de la paciencia, y la paciencia es la llave del Paraíso eterno, la mayor bendición de Dios para las criaturas frágiles llamadas humanos.





 



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