El viaje del Profeta y Mensajero, Muhammad, que la paz y las bendiciones de Dios sean con él, de noche, desde la Sagrada Mezquita en La Meca a la lejana mezquita en Jerusalén, fue un milagro otorgado a él por Dios. Es la primera parte de una noche de admiración y asombro, que culminó con la ascensión del Profeta Muhammad a través de los cielos y su presencia ante Dios.
“Glorificado sea Quien transportó a Su Siervo durante la noche, desde la Mezquita Sagrada [de La Meca] a la mezquita lejana [de Jerusalén] cuyos alrededores bendijimos, para mostrarle algunos de Nuestros signos. Él es Omnioyente, Omnividente”. (Corán 17:1)
Fue un viaje físico, y todos los eventos que describiremos tuvieron lugar en una sola noche.
Esta serie de artículos utilizará la palabra masyid en lugar de su traducción al español, mezquita. La razón para esto es que la palabra masyid implica mucho más que los edificios característicos donde los musulmanes rezan. La palabra masyid proviene de la raíz sa-ya-da que significa “postrarse”; por lo tanto, masyid es cualquier lugar de postración. El Profeta Muhammad nos dijo: “La tierra ha sido hecha una Masyid para mí”[1]. Este regalo de Dios fue dado sólo a la nación de Muhammad.
Un musulmán puede rezar en cualquier lugar que no sea impuro (con pocas excepciones). Hay edificios específicamente para rezar, pero cualquier lugar donde rece un musulmán es una masyid, en el sentido literal: un lugar de postración. El acto de postrarse es la parte más honorable de la oración. Cuando la frente de un musulmán toca el suelo, él o ella está muy cerca de Dios. La oración establece la conexión entre el creyente y su Señor, y fue en esta noche milagrosa que las cinco oraciones diarias fueron establecidas.
En la historia que sigue a continuación aprenderemos algo más sobre este hombre llamado Muhammad, y podremos entender un poco más sobre por qué los musulmanes lo aman. También, descubriremos por qué Masyid Al-Aqsa en Jerusalén es una de las tres MasyidSagradas en el Islam. Dios se refiere a Jerusalén en el Corán como “los alrededores que hemos bendecido”. El Domo de la Roca, parte del área de la Masyid Al-Aqsa, es el símbolo más reconocible de Jerusalén y tiene un lugar especial en el corazón de todo musulmán. En este viaje en el que estamos a punto de embarcarnos, usted entenderá por qué. Así que, viajemos atrás en el tiempo, al siglo VII en Arabia, a la ciudad de La Meca, y acompañemos al Profeta Muhammad en su viaje nocturno y su ascensión.
El viaje comienza
Aproximadamente 10 años después de que el Profeta Muhammad recibiera su primera revelación del Corán, sufrió dos graves pérdidas. Una fue la muerte de su tío Abu Talib, el hombre que lo apoyó y amó desde que era un niño huérfano, y apenas dos meses después murió su amada esposa, Jadiyah. Ese año se conoce como “el año de la tristeza”.
En los años que precedieron a estos eventos tristes, los nuevos musulmanes, en especial el Profeta Muhammad, fueron perseguidos, ridiculizados y abusados. La fuerza y la lealtad de su tío, combinados con el amor y la compasión mostrados hacia él y por Jadiyah, lo ayudaron a mantenerse fuerte y a continuar difundiendo el mensaje enfrentándose a la grave adversidad. Sin embargo, ahora se sentía solo y sumamente abrumado por la tristeza.
Cuando uno realmente se ha rendido a Dios, los dolores y las penas de esta vida forman parte de una prueba de fe, y estas pruebas siempre son seguidas por el alivio. En el capítulo 94 del Corán, Dios le asegura al Profeta Muhammad que con cada adversidad viene el alivio, y esto se repite una segunda vez con énfasis: con cada adversidad viene el alivio. Después de este año en extremo difícil, el Profeta Muhammad sintió alivio en la forma de una bendición mayor, el Viaje Nocturno y el Ascenso a los Cielos.
“Luego de toda dificultad viene un alivio, y ciertamente que luego de toda dificultad viene un alivio”. (Corán 94:5-6)
Aún cuando era peligroso y él se arriesgaba a ser atacado por los paganos de La Meca, el Profeta Muhammad a menudo pasaba sus noches orando en la Masyid Sagrada de La Meca. En esta noche en particular, él estaba descansando cerca de la Ka’ba (el cubo negro en el centro de la Masyid) en un estado de duermevela. Vino un ángel y le abrió el pecho desde la garganta hasta el estómago. El ángel sacó el corazón del Profeta Muhammad y lo colocó en un tazón lleno con fe, el corazón fue purificado, llenado y regresado a su lugar[2].
Esta no fue la primera vez que un ángel bajó y extrajo el corazón de Muhammad. Cuando era un niño pequeño, Muhammad vivía en los desiertos de Arabia con una familia adoptiva según era costumbre, pues era sabido que el ambiente del desierto era mucho más saludable y apropiado para una educación correcta que el de las ciudades. Cuando tenía cuatro o cinco años de edad y estaba jugando en esta tierra salvaje con sus amiguitos, el Ángel Gabriel apareció, sacó el corazón de Muhammad y extrajo de él una porción, refiriéndose a ella como “la parte de Satanás”. El Ángel Gabriel lavó el corazón con el agua de zamzam (el pozo de La Meca que brotó para aplacar la sed de Ismael) y lo regresó a su lugar. Los otros niños corrieron gritando, pensando que Muhammad había sido asesinado, pero para cuando regresaron con ayuda, él estaba solo, asustado y pálido. Sólo una pequeña señal quedó de tan dura experiencia[3].
La misión del Profeta Muhammad fue guiar a la humanidad hacia la adoración del Único Dios Verdadero, así, cada aspecto de su vida formaba parte del plan de Dios para prepararlo para su gran responsabilidad. Cuando era niño, la parte de Satanás fue removida de su corazón; y cuando fue adulto, estando a punto de emprender la construcción de la nación musulmana, su corazón fue purificado y llenado con fe pura. La siguiente parte de esta noche milagrosa comenzó entonces.
Al Profeta Muhammad se le presentó un animal blanco que él describió como más pequeño que un caballo pero más grande que un burro, y que fue conocido como Al-Buraq. Este animal, dijo, podía llegar de un solo paso hasta donde llegaba la vista. Con un salto, Al-Buraq podía cubrir una distancia increíblemente grande[4]. El Ángel Gabriel le dijo al Profeta Muhammad que montara el animal, y juntos viajaron más de 1 200 km a la masyid más lejana, Masyid Al-Aqsa.
El Profeta Muhammad estaba sobre el lomo de Al-Buraq mientras la zancada del animal alcanzó el horizonte, y las estrellas brillaron intensamente en el cielo nocturno sobre los desiertos de Arabia y más allá. Él debió haber sentido el viento en su rostro y haberse percatado de su corazón recién llenado latiendo con fuerza en su pecho. ¡Cuántas señales y maravillas de Dios debió haber visto el Profeta Muhammad en ese milagroso viaje nocturno!
EL VIAJE NOCTURNO Y LA ASCENSIÓN
El Viaje Nocturno y la Ascensión fueron una gran bendición otorgada a Muhammad, el Profeta de Dios. Fue un viaje que comenzó en la Masyid Sagrada de La Meca, luego se trasladó por los cielos hasta la Masyid Al-Aqsa en Jerusalén y continuó finalmente hacia arriba, a través de los siete cielos hacia la presencia de Dios Todopoderoso. Mientras viajamos a través de los siete cielos con el Profeta Muhammad, es importante recordar que los lugares que visitamos no son parte del Paraíso.
En el idioma español generalmente utilizamos la palabra cielo en el sentido del plano espiritual o de la felicidad eterna, la recompensa por una vida correcta y lo opuesto al Infierno, el lugar del castigo eterno. Sin embargo, este no es siempre el caso; la palabra cielo proviene del latín caelum[1], y se utiliza para designar la atmósfera o la parte más elevada de algunas cosas. Eventualmente, cielo perdió su sentido original de lugar donde se encuentran los cuerpos celestes, y comenzó a implicar principalmente Paraíso. En árabe, sin embargo, siempre han existido dos palabras que se utilizan separadamente, sama y yannah. La palabra sama es utilizada para los cielos (el espacio sobre nosotros), y éstos son parte del mundo temporal que será destruido el Día del Juicio. Pero la palabra yannah denota Paraíso, la tierra de la dicha eterna, el hogar permanente de los creyentes correctos, y lo opuesto del Infierno.
“Creó siete cielos en dos días, y decretó para cada cielo Sus órdenes, y embelleció el cielo de este mundo con estrellas luminosas que son una protección [para que los demonios no asciendan y escuchen las órdenes divinas]. Éste es el decreto del Poderoso, Omnisciente”. (Corán 41:12)
“Su Señor les albricia [que serán recompensados en la otra vida] con Su misericordia, Su complacencia, y con jardines en los que disfrutarán permanentemente. Vivirán por siempre en ellos; ciertamente Dios les tiene reservada una recompensa grandiosa”. (Corán 9:21-22)
Las maravillas de Dios
El Profeta Muhammad ascendió a los cielos desde la roca que ahora está cubierta por el familiar domo dorado, que se ha convertido en el símbolo de Jerusalén. Este es un viaje que ningún otro ser humano había hecho antes ni ha hecho desde entonces. Esto demuestra la habilidad de Dios para realizar lo que parece imposible. Aquí, el concepto del tiempo y del espacio como lo conocemos no aplica, y está más allá de las capacidades humanas entender la verdadera omnipotencia de Dios. En sus dichos y tradiciones, el Profeta Muhammad describió la inmensidad de los cielos: el primer cielo, comparado con el segundo, es similar a un simple anillo en las inmensas arenas del desierto, y continuó su narración hasta que describió al sexto cielo como un anillo en el desierto comparado con el séptimo cielo. La magnitud de esto es inimaginable. Nuestra tierra, y lo que llamamos el universo, están contenidos dentro del primer cielo. Aún con el conocimiento científico del siglo XXI, no tenemos idea de lo grande que esto es, qué tanto se extiende el universo, o cuántas maravillas contiene.
El Profeta Muhammad viajó con el Ángel Gabriel hacia las alturas de los cielos. Juntos llegaron a la puerta del primer cielo, donde el Ángel Gabriel pidió permiso para entrar. Los guardianes de la puerta preguntaron: “¿Quién es?” A lo que Gabriel respondió: “Soy yo, Gabriel”. Los guardianes preguntaron entonces quién lo estaba acompañando, y cuando les dijo que era Muhammad, preguntaron si a él se le había dado la misión de guiar a toda la humanidad a la adoración al Dios Único. El Ángel Gabriel respondió afirmativamente, así que los ángeles guardianes le dieron la bienvenida al Profeta Muhammad, dijeron que era un placer recibirlo, y abrieron la puerta.
Saludando a los Profetas
El Profeta Muhammad nos dice que vio a su padre Adán, el padre de toda la humanidad. Lo saludó con el saludo de todos los musulmanes: Assalamu alaikum (que la paz sea contigo). Adán le devolvió el saludo y expresó su fe en la profecía de Muhammad. Lo llamó su hijo puro, el Profeta puro. Imagine el placer que esta reunión debió producir en ambos hombres. Después de miles de años, Adán pudo ver a su hijo Muhammad, el mayor de sus descendientes. Muhammad pudo ver a los ojos al padre de la humanidad. Las maravillas, sin embargo, apenas comenzaban. El Ángel Gabriel y el Profeta Muhammad ascendieron entonces al segundo cielo.
En la puerta, el Ángel Gabriel también pidió permiso para entrar. Cuando los guardianes supieron que el Profeta Muhammad había recibido su misión y quería entrar, le dieron la bienvenida y le abrieron la puerta. Allí, el Profeta Muhammad vio a los dos primos, el Profeta Juan (conocido en la tradición cristiana como “el Bautista”) y el Mensajero de Dios, el Profeta Jesús; el Profeta Muhammad intercambió saludos con ellos.
El Profeta Muhammad y el Ángel Gabriel ascendieron de nuevo a las puertas del tercer cielo. En cada puerta tuvo lugar la misma escena. Cuando los ángeles guardianes establecían que se trataba del Ángel Gabriel en compañía del Profeta Muhammad, quien en verdad había recibido su misión, le daban permiso de entrar. Aquí, en el tercer cielo, el Profeta Muhammad se encontró con el Profeta Yusuf (José) y lo describió como la encarnación de la mitad de toda la belleza que existe.
Siempre que el profeta Muhammad se encontraba con los Profetas en cada cielo, intercambiaba saludos con ellos, y éstos siempre fueron Assalamu alaikum, el saludo de paz utilizado por todos aquellos sometidos al Único Dios Verdadero. En el cuarto cielo, el Profeta Muhammad conoció al Profeta Idris, de quien Dios dijo en el Corán (19:57) que fue elevado a un nivel muy alto. En el quinto cielo, conoció al Profeta Aarón, el hermano de Moisés. En cada reunión, los Profetas expresaron su fe en la profecía de Muhammad. En el sexto cielo, el Profeta Muhammad conoció a Moisés.
Cada vez que el Profeta Moisés es mencionado al Corán o en las narraciones del Profeta Muhammad, sabemos que algo importante está a punto de ser descrito. Después que los dos Profetas habían intercambiado saludos y el Profeta Moisés había expresado su fe en la profecía de Muhammad, Moisés comenzó a llorar. Cuando se le preguntó el por qué, respondió: “Un joven ha venido después de mí, y más de sus seguidores entrarán al Paraíso que de los míos”.
Hasta el advenimiento del Islam, el Profeta Moisés había tenido más seguidores que cualquier otro Profeta. Moisés lloró, y por ello podemos entender que hay cierto tipo de rivalidad entre los Profetas, pero no es una competencia llena de celos o envidia. Por el contrario, está llena de compasión. A medida que avancemos en el viaje, veremos el amor y la compasión que el Profeta Moisés tuvo por Muhammad y sus seguidores. El Profeta Muhammad y el Ángel Gabriel ascendieron entonces hacia el séptimo cielo.
El Ángel Gabriel y el Profeta Muhammad continuaron su ascenso milagroso a través de los cielos. Este viaje fue más allá de lo que la mente humana puede imaginar. Comenzó en los desiertos de Arabia y se extendió hasta donde alcanza el universo conocido y más allá. En la puerta del séptimo cielo, intercambiaron las mismas preguntas y respuestas que en los cielos previos, y los ángeles declararon su placer de conocer al Profeta Muhammad. Dieron permiso de entrar y el Profeta de Dios, acompañado por Gabriel, el ángel al que se le han confiado las revelaciones de Dios, y siguieron hacia el último cielo.
El séptimo cielo es una expresión utilizada por los cristianos para denotar la máxima felicidad o dicha, como en “estoy en el séptimo cielo”. En el Islam, el séptimo cielo es donde el Profeta Muhammad conoció al Profeta Abraham; y, en efecto, él (Muhammad) debió haber estado en la máxima felicidad y en un estado de dicha, al haber sido honrado con este viaje maravilloso. Ambos Profetas intercambiaron saludos diciendo Assalamu alaikum (que la paz sea contigo) y, como lo habían hecho todos los demás Profetas, el Profeta Abraham expresó su creencia y su fe en la misión del Profeta Muhammad.
A través de su hijo, Ismael, Abraham es el padre de los árabes y el ancestro del Profeta Muhammad; es también el ancestro del pueblo que se convirtió en los Hijos de Israel (los seguidores del Profeta Moisés) a través de su hijo Isaac. En las tradiciones judías, Abraham es llamado el padre de los judíos. Sin embargo, el Islam rechaza esta idea, pues el Corán expone claramente que él no era judío ni cristiano, sino un creyente en el monoteísmo más puro (la creencia en un solo Dios).
“¡Oh, Gente del Libro! ¿Por qué discutís sobre Abraham, siendo que la Torá y el Evangelio fueron revelados después de él? ¿Es que no razonáis? […] Abraham no fue judío ni cristiano, sino que fue un verdadero Muslim Hanifa”[1]. (Corán 3:65 y 67)
Los musulmanes creen en todos los Profetas de Dios; Abraham, sin embargo, mantiene un lugar especial como uno de los mensajeros de Dios más importantes, y tiene el honor único de ser llamado, tanto en la tradición islámica como en la cristiana[2], el siervo amado de Dios. Juntos, Abraham y su hijo Ismael construyeron la Kaaba (el edificio cúbico negro en el medio de la Masyid Sagrada de La Meca).
“Y cuando Abraham e Ismael levantaron los cimientos de La Casa, dijeron: ¡Oh, Señor! Acepta nuestra obra, Tú eres Omnioyente, Omnisciente”. (Corán 2:127)
Los musulmanes vuelven su rostro hacia la Kaaba muchas veces al día mientras realizan sus oraciones, y en cada oración le piden a Dios que bendiga a Abraham y a su familia.
El mundo de los ángeles
Mientras se encontraba en el séptimo cielo, al Profeta Muhammad le fue mostrado el edificio conocido como “la casa muy frecuentada”, o Al-Bait Al-Mamur en árabe. Es lógico que el Profeta Abraham estuviera allí con esta casa, puesto que es el equivalente en el cielo de la Kaaba en La Meca. Cada año, en la época de la peregrinación (Hayy), más de 2 millones de musulmanes de todas partes del mundo concurren a La Meca para seguir los pasos del Profeta Abraham y realizar ciertos rituales, incluyendo la circunvalación de la Kaaba. Cada día, 70 000 ángeles visitan la casa muy frecuentada en el séptimo cielo para adorar a Dios. El Profeta Muhammad nos informó que, una vez los ángeles han visitado Bait Al-Mamur, nunca regresan. Dios jura por su casa en el Corán.
“Y juro por Bait Al-Mamur”. (Corán 52:4)
¡Setenta mil ángeles cada día! ¿Qué implica esto? Pensemos al respecto y maravillémonos de cuántos miles o millones de años lleva sucediendo esto. ¿Cuántos de estos seres creados de luz por Dios existen? Esta fue otra maravilla que el Profeta Muhammad tuvo el privilegio de ver y le permitió describirla para nosotros. En sus tradiciones también nos informa que los cielos sobre nosotros gimen, cada espacio está ocupado por un ángel adorando a Dios.
El límite más alto
El Profeta Muhammad pasó entonces a través de los siete cielos hasta el límite más alto, a Sidrat Al-Muntaha, un árbol de loto (azufaifo).
“Junto al Sidrat Al-Muntaha (loto que demarca el límite de los siete cielos). Cerca está el Paraíso de la residencia eterna”. (Corán 53:14-15)
Él describió sus frutos como jarras y sus hojas tan grandes como orejas de elefante. Cuatro ríos se originan de las raíces del árbol de loto. Cuando preguntó respecto a ellos, se le dijo al Profeta Muhammad que dos de los ríos eran únicos del Paraíso. Nada nos ha llegado acerca de los nombres o el significado de estos dos ríos en la narración de la ascensión. Sin embargo, se le dijo que los otros dos ríos eran réplicas del Nilo y del Éufrates, dos ríos que son especialmente benditos en este mundo.
Sidrat Al-Muntaha es llamado el límite más alto, puesto que todo lo que surge de la tierra o de los cielos para allí, y todo lo que baja se detiene allí[3], y porque el conocimiento de los ángeles se detiene en este punto. Nadie ha ido más allá excepto el Profeta Muhammad[4]. Más allá de este punto, dejamos los cielos y pasamos al área del más allá, la zona que contiene el Paraíso y el Trono de Dios. Continuando con su viaje milagroso, el Profeta Muhammad pasó hacia esta zona y estuvo en la presencia de Dios Todopoderoso.
Más allá del árbol de loto, el límite más alto es un lugar donde, aparte de una excepción, ningún humano ha estado jamás. El viaje nocturno y la ascensión a través de los cielos culminaron con el Profeta Muhammad pasando el límite más alto y entrando en la presencia de Dios Todopoderoso. Más allá del árbol de loto (azufaifo) se encuentra la zona del más allá, el Paraíso y el Trono de Dios mismo.
La palabra milagroso no es suficiente para describir lo maravilloso que esto debió ser para el Profeta Muhammad. Está más allá de toda descripción y de toda imaginación. Sin embargo, el Profeta Muhammad no vio a Dios con sus ojos, como dice Dios en el Corán:
“Ninguna visión puede abarcarlo”. (Corán 6:103)
Uno de los compañeros le preguntó al Profeta Muhammad directamente si había visto a Dios, a lo que contestó:
“Él está velado por luz, ¿cómo podría verlo?” (Sahih Muslim)
Sin embargo, se mantiene el hecho de que Muhammad, Profeta de Dios, estuvo en la presencia de Dios.
La importancia de la oración
Dios le habló al Profeta Muhammad y no tenemos detalles de la conversación, excepto que Dios ordenó las oraciones diarias al Profeta Muhammad y a sus seguidores. Es la única orden que Dios ha impartido directamente a un Profeta en los cielos, todos los demás actos de adoración fueron transmitidos en la tierra. La oración es un regalo de Dios para aquellos que realmente creen en Su Unicidad. Dios le otorgó este regalo al Profeta Muhammad, quien a su vez lo dio a los seguidores del Islam. Es un regalo lleno de grandes bendiciones y generosidades. Establece y mantiene nuestra conexión con Dios. Dios no necesita de nuestras oraciones, pero nosotros, como seres humanos desvalidos, tenemos una gran necesidad de sentirnos conectados a Él. De hecho, la palabra árabe para las cinco oraciones diarias es salah, que proviene de una raíz que significa, entre otras cosas, “conexión”.
“Observad la oración prescrita, y especialmente la oración intermedia [Salat Al ‘Aser], y cumplidla con sometimiento a Dios”. (Corán 2:238)
Dios ordenó 50 oraciones al Profeta Muhammad y sus seguidores. Al descender, el Profeta Muhammad pasó por donde estaba el Profeta Moisés, quien le preguntó sobre lo que le había sido ordenado. Cuando el Profeta Muhammad le explicó que se le habían ordenado 50 oraciones al día, Moisés se mostró sorprendido y le dijo de inmediato: “Devuélvete y pide a tu Señor una reducción”. Cuando Dios prescribió 50 oraciones, el Profeta Muhammad lo aceptó; Moisés, habiendo sido él mismo un gran Profeta, sabía por sus seguidores lo que la gente podía y no podía manejar en relación a las obligaciones religiosas. Él estaba seguro que los seguidores de Muhammad no estarían en capacidad de realizar tantas oraciones. El Profeta Muhammad tenía conocimiento, pero el Profeta Moisés en ese momento tenía más experiencia.
El Profeta Muhammad aceptó el consejo de su hermano/profeta, regresó a la presencia de Dios y le pidió una reducción. Dios redujo 10, a 40 oraciones. El Profeta Muhammad descendió de nuevo, el Profeta Moisés le preguntó qué había ocurrido. Cuando escuchó que la reducción había sido de sólo diez, el Profeta Moisés lo envió de regreso para que pidiera una nueva reducción.
Esta conversación continuó hasta que el número de oraciones obligatorias fue de cinco. El Profeta Moisés sugirió una nueva reducción diciendo: “¡Oh Muhammad! Yo conozco a la gente, tu nación no será capaz de manejarlo, regresa y pide que la carga de tu pueblo sea aliviada”. El Profeta Muhammad le respondió: “No”. Él se sintió avergonzado de pedir otra reducción y dijo que estaba satisfecho con cinco oraciones diarias. Una voz se escuchó diciendo: “Las oraciones han sido reducidas a cinco, pero serán recompensadas como si fueran cincuenta”. Dios nos ha hecho claro que rezar cinco veces al día puede ser difícil para algunas personas, pero aquellos que establezcan la conexión y confíen que un día se reunirán con su Señor, lo hallarán fácil.
“Socorreos con la paciencia y la oración. Por cierto que la práctica de la oración es difícil, excepto para los piadosos, aquellos que tienen certeza del encuentro con su Señor y de la comparecencia ante Él”. (Corán 2:45–46)
Misericordia, amor y compasión
Esa noche milagrosa concluyó con esta señal de la misericordia de Dios. Imaginemos cuán difícil sería rezar 50 veces diarias. Aunque vimos durante este viaje que Moisés lloró cuando supo que el Profeta Muhammad tendría más seguidores que él en el Día del Juicio, también vimos cuán ansioso estaba por aconsejar al Profeta Muhammad, y cuán perspicaz fue en hacer fácil la práctica del Islam a los creyentes. La competencia entre los Profetas fue una de amor y compasión, y de esto debemos aprender cómo tratarnos unos a otros. Aunque Dios nos dice que compitamos entre nosotros en hacer buenas obras, debemos alentarnos y ayudarnos unos a otros a hacer esto fácilmente.
“Apresuraos a realizar buenas obras. Compareceréis ante Dios, y Él os informará acerca de lo que discrepabais”. (Corán 5:48)
El Profeta Muhammad descendió entonces de nuevo a la Masyid Sagrada en La Meca. Los compañeros del Profeta ahora estaban a punto de enfrentar la que sería, hasta ese momento, la mayor prueba de su fe. Muhammad, el Profeta de Dios, estaba por revelar que él había regresado de un viaje nocturno a la lejana Masyid en Jerusalén, un viaje que normalmente tomaba más de un mes. También les diría que había viajado donde ningún humano había ido antes, a través de los cielos y hasta la presencia de Dios. Esto fue un viaje nocturno milagroso; pero, ¿le creerían sus compañeros y cómo reaccionarían sus enemigos?
El Profeta Muhammad viajó sobre el lomo de Al-Buraq todo el recorrido hasta la lejana Masyid en Jerusalén. Ascendió a través de los siete cielos y admiró maravillas inimaginables. Habló cara a cara e intercambió saludos con muchos de sus colegas Profetas; y el último Siervo y Mensajero de Dios, Muhammad, estuvo en la presencia de Dios mismo. En la misma noche, apenas unas cuantas horas después de haber comenzado su viaje, el Profeta Muhammad regresó a La Meca.
Este viaje milagroso estaba a punto de convertirse en un arma para sus enemigos contra el Profeta Muhammad y sus seguidores, e igualmente sería una prueba extrema de la fe de los creyentes. A su regreso a casa, el Profeta Muhammad buscó a Umm Ayman y le contó sobre su viaje milagroso. Ella respondió: “Oh, Mensajero de Dios, no le cuentes esto a nadie”. Umm Ayman tenía una fe completa en el Profeta Muhammad y creyó su relato sobre el viaje, pero tenía miedo respecto a cómo lo tomarían los demás.
El Profeta Muhammad describió a Umm Ayman como “mi madre después de mi propia madre”. Ella fue la sierva fervorosa de su madre Aminah, y se mantuvo con el Profeta Muhammad después de las muertes de su madre y su abuelo. El Profeta Muhammad y Umm Ayman siempre habían sido muy cercanos, y al terminar este viaje maravilloso, él fue a la casa de Umm Ayman, quizás por comodidad y facilidad mientras reflexionaba sobre este milagro y decidía su siguiente movimiento.
El Profeta Muhammad respondió diciendo que él le diría a la gente sobre la noche maravillosa. Él consideró que era su responsabilidad ante Dios difundir el mensaje, sin importar la respuesta o las consecuencias; Dios fue responsable por el resultado. Él dejó en silencio la casa, reflexivo y discreto, y se dirigió a la Mezquita Sagrada. Encontró gente en el camino, y lentamente se fueron esparciendo las noticias sobre el viaje nocturno entre el pueblo.
La respuesta
Mientras el Profeta Muhammad estaba sentado en silencio en la Mezquita, Abu Yahl se le acercó y le preguntó: “Oh Muhammad, ¿hay algo nuevo?” Conocido como uno de los mayores enemigos del Islam, Abu Yahl fue responsable por la tortura, el castigo, asesinato y hostigamiento de los musulmanes nuevos a lo largo de los primeros años del Islam. Si bien se dio cuenta de la hostilidad y el odio de Abu Yahal sentía hacia él, el Profeta Muhammad le respondió con la verdad y dijo: “Esta noche pasada he viajado hasta Jerusalén y he vuelto”.
Abu Yahal, siendo incapaz de disimular lo divertido que esto le parecía, respondió pidiéndole a Muhammad que repitiera estas palabras frente a la gente de La Meca. El Profeta Muhammad respondió afirmativamente, y Abu Yahal dejó corriendo la Mezquita, llamando al pueblo mientras corría por las calles. Cuando suficiente gente se había reunido en la Mezquita a pedido de Abu Yahal, el Profeta Muhammad dijo, de forma que todos lo escucharan: “He estado en Jerusalén y he regresado”.
La muchedumbre comenzó a reír, silbar y aplaudir. Tomaron esto como una broma y se retorcieron de risa. Esta era la respuesta que esperaba Abu Yahal y estaba emocionado. Los incrédulos en la muchedumbre vieron una oportunidad de ponerle fin al Islam. Ridiculizaron y restaron importancia a la declaración del Profeta Muhammad. Entre la gente se encontraban personas que habían viajado a Jerusalén, y le pidieron al Profeta Muhammad que describiera lo que había visto.
El Profeta de Dios comenzó a describir su viaje, pero se irritó. Había estado poco tiempo en Jerusalén, y la naturaleza milagrosa de estos viajes había implicado que él no recordara detalles pequeños y descripciones. Sin embargo, el Profeta Muhammad nos dice que Dios le mostró los detalles “justo frente a sus ojos” y él describió lo que había visto “piedra por piedra, ladrillo por ladrillo”. Los viajeros confirmaron sus descripciones. (Sahih Al-Bujari)
Hay otra narración[1] que dice que mientras viajaba de regreso a La Meca, el Profeta Muhammad pasó sobre una caravana. Él fue capaz de describirla con claridad. La caravana había perdido un camello, y el Profeta Muhammad les gritó desde el cielo informándoles dónde se encontraba el camello. También bebió de su suministro de agua.
La gente de La Meca despachó de inmediato a un grupo para que alcanzara la caravana antes de que entrara a la ciudad y así preguntarle a esa gente respecto a la noche anterior. Ellos confirmaron que una voz extraña les había dado la ubicación del camello perdido y que parte de su suministro de agua había desaparecido. Sin embargo, estas confirmaciones no fueron suficientes. La gente abucheó al Profeta de Dios, se rieron y no creyeron en sus palabras. Este evento milagroso fue una prueba de fe tal que incluso algunos de los musulmanes nuevos no lo creyeron y abandonaron la fe del Islam.
La dulzura de la fe
Para aquellos cuya fe era fuerte y verdadera, el Poder de Dios fue obvio. Algunos de aquellos que hallaron la historia completa difícil de creer fueron a ver a Abu Baker, el mejor amigo y apoyo leal del Profeta Muhammad. Le preguntaron si creía que el Profeta Muhammad había viajado de noche hasta Jerusalén y de regreso a La Meca. Sin titubear, Abu Baker respondió: “Si el Mensajero de Dios dice eso, entonces es cierto”. Fue por eso que en esta ocasión Abu Baker se ganó el título de As-Siddiq (el veraz). Este fue un momento decisivo para muchos musulmanes; después de afrontar la tortura física y el abuso de los incrédulos, ahora debían lidiar con un concepto que estaba más allá de lo que podían imaginar. Algunos fallaron, pero muchos se elevaron a nuevas alturas y pudieron saborear la dulzura de la verdadera sumisión al único Dios.
El viaje nocturno de la Mezquita Sagrada en La Meca a la lejana Mezquita en Jerusalén, y la ascensión a través de los cielos y hasta la presencia de Dios Todopoderoso, fue un milagro dado por Dios a su último Siervo y Profeta, Muhammad, que la paz y las bendiciones de Dios sean con él, y uno de los mayores honores otorgado a cualquier ser humano.