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Quien mueve los corazones movió el mío hacia Él








Allah, quien mueve los corazones en cualquier dirección que él quiere, movió mío tras una larga búsqueda hacia Él. Esta es mi historia.





Sentada en la gran mezquita de la Universidad Islámica Internacional en Malasia escucho el Adhan.





Las lágrimas corren por mis ojos. No puedo creer que Allah me haya traído hasta aquí y me haya permitido escuchar la llamada a la oración todos los días, cinco veces al día, siete días a la semana.





Y siento una gratitud enorme dentro de mi corazón que me hace difícil respirar.





Allah me ha salvado, pienso una y otra vez.





Y pido para que todos los que estamos sentados en esta mezquita y todos los miembros de la Ummah musulmana alcancemos este éxito al que Allah nos llama en cada Adhan.





Falah!





Y me inclino ante Él, ante mi Creador, ante mi amigo cercano e íntimo.





Hace más de diez años que Allah movió mi corazón a aceptar su llamada y convertirme en Su sierva. No sé por qué me eligió para guiarme, por qué puso la luz del Islam en mi corazón.





¿Por qué eligió a esta joven de una familia atea de la antigua Alemania Oriental comunista para inclinarse ante Él? Pero pido todos los días a Quien mueve los corazones, para que  mantenga mi corazón en Su religión.





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Mi niñez


¿Qué ha aportado el Islam a mi vida?





Cuando era niña no se mencionaba a Dios ni había cruces en ninguna parte, no había estatuas de María o Jesús ni ningún otro signo religioso.





La vida estaba vacía de espiritualidad.





Celebrábamos la Navidad pero solo porque era una tradición alemana. Poníamos un árbol de Navidad, velas y canciones navideñas. A veces esto creaba una atmósfera reflexiva en mi corazón. Pero nunca íbamos a la iglesia ni rezábamos a nada ni a nadie.





Mis padres fueron educados y adoctrinados en el régimen comunista-socialista de la antigua República Democrática Alemana. Como estudiantes sobresalientes y prometedores, fueron enviados al hermano mayor, a Rusia, a estudiar lenguas y el marxismo-comunismo durante cinco años.





De vuelta a su casa, trabajaron en la universidad. Estaban convencidos de que no había Dios, que la religión era humana y el opio de las masas. Nunca discriminaron a las personas que creían, pero simplemente no era para ellos.





Mi abuela materna era la única que aún creía en su corazón y, aunque no lo expresaba abiertamente, a veces decía que rezaba por nosotros. Y tenía ese “sexto sentido” que a menudo podemos encontrar en los creyentes mayores. Siempre me sentí muy cómoda en su casa y en su presencia, aunque no hablaba mucho.





Buscando la espiritualidad


La falta de cualquier tipo de espiritualidad en mi familia hizo que mi corazón se inquietara. A medida que crecía, más pesada se hacía esta inquietud que impactaba todo mi ser. Estaba buscando algo, gritando, llorando porque desapareciera esa inquietud. Era rebelde, obstinada y con malas manera.





Me aislaba, caminaba descalzo bajo la lluvia helada para extinguir este fuego que ardía dentro de mí, miraba hacia el cielo, una y otra vez.





Durante mis últimos años de secundaria comencé a viajar, pasé un año en los Estados Unidos y realicé varios viajes por carretera en todo el país. Estaba inquieta. Me fui de mochilera al sudeste asiático. Seguía inquieta. Buscando.





Reflexionando sobre su creación


Una guía para principiantes sobre meditación islámica





Una noche en Laos, me tumbé en una estera de paja y miré hacia el cielo oscuro. Nunca había visto tantas estrellas. Sentía que la tierra se movía. Y al mirar hacia el espacio estaba  convencida, estaba segura, podía sentirlos en el fondo de mi corazón, que había un Ser Superior. Que había un Creador de este universo. Que había alguien cuidando de mí. Estaba segura. En medio de la jungla en Laos, sentí a Dios.





Unos días más tarde, viajé al delta del Mekong en el sur de Laos, me senté en la veranda de una pequeña cabaña de bambú mirando ese increíble río. La vida del sudeste asiático, un río madre. Más de 20 kilómetros de ancho y repleto de todas las historias que ha recopilado durante su viaje por el país.





Estaba sorprendida por esta creación maravillosa. El fuerte flujo de agua marrón clara fluyó hacia mi corazón y expulsó la inquietud durante el momento en que lo miré. Al mismo tiempo, vertió un mensaje de su Creador en mi corazón. Y creció la certeza de que había un Dios.





Buscando a Dios


Después de estas dos experiencias espirituales con la creación de Allah, comencé a buscarlo con fervor y entusiasmo. Lo busqué en las Pagodas y las enseñanzas del budismo Theravada en Tailandia y Camboya. Quise ser aprendiz en un monasterio budista.





Lo busqué en los templos hindúes balineses. Y traté de acercarme a Él a través del Yoga y la meditación. Conocí a diferentes sectas cristianas …





El fuego de la inquietud se volvió feroz, salvaje y extremadamente intenso. Al mismo tiempo me sentía cansada. Cansada del mundo, cansada de viajar. Sentía que mi vida no tenía sentido. No veía por qué debía trabajar. Por qué debería esforzarme por algo. Sentía que había probado, hecho y visto todo. Nada nuevo me satisfacía.





Volviéndome hacia él


Fue durante este tiempo que comencé a leer fragmentos de una traducción alemana del Corán porque todas las demás religiones sobre las que leí habían quedado fuera de la discusión por diferentes razones.





En realidad, mientras leía el Corán, solo elegí pasajes sobre temas de mujeres, especialmente en relación con cubrirse, para asegurarme que esto quedaba muy lejos de mi cosmovisión liberal y amante de la libertad.





No sé cómo sucedió ni por qué. Pero entonces, un día, Allah, Quien mueve los corazones, simplemente volvió mi corazón hacia Él. Extinguió el ardor de la inquietud en mi corazón con la frescura de su guía. Me senté en una estera de oración y tropecé con la profesión de fe.





En ese momento no sabía mucho sobre el Islam. No sabía cómo realizar la oración ritual, cómo recitar el Corán. Pero sentí que Allah había quitado la inquietud de mi corazón que me había perturbado durante mucho tiempo.





Alhamdulilah, una nueva vida había comenzado.



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